Distintos analistas del mercado de granos advierten sobre los efectos que dejó la ventana de ventas sin derechos de exportación. La presión internacional, la necesidad de dólares y el desafío de sostener precios en un mercado con incertidumbre.
Por Daniel Aprile
El alivio impositivo que abrió una ventana de retenciones cero para los granos duró apenas tres días, pero alcanzó para desatar un movimiento frenético en los mercados y marcar la agenda política y económica de la semana. La confirmación del titular de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), Juan Pazo, de que el beneficio se dio por terminado al cumplirse el cupo de u$s7000 millones en Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) cerró el capítulo con la misma velocidad con la que se había abierto.
Detrás de este desenlace se mezclan factores locales y externos. Para el Gobierno, la medida cumplió el objetivo central: acelerar el ingreso de divisas en un momento de máxima sensibilidad cambiaria. Para el sector agroexportador, fue una oportunidad de asegurar ventas a valores excepcionales. Pero para los productores, la percepción predominante es que la ventana fue demasiado corta y concentró beneficios en pocos actores.
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Al ser consultado sobre este tema, Ariel Tejera, analista de Grassi S.A., destacó a Ámbito que antes de hacer cualquier análisis es imperioso recordar que “la retención es una carga muy injusta para el productor local y no debería existir” y agregó que “el efecto inmediato de la suspensión fue positivo para todos los actores involucrados”.
Según Tejera, “el Gobierno sacrificó recaudación fiscal para obtener un flujo acelerado de ingreso de dólares y poder aportar tranquilidad en el mercado en un contexto de mucha volatilidad preelectoral”. “Siempre que se baja un impuesto, aunque sea temporalmente, todos los vinculados a ese impuesto ganan”, agregó.
En su visión, la clave estuvo en la mejora abrupta de la capacidad de pago del sector exportador. La eliminación de los derechos de exportación, incluso por unos días, le permitió ofrecer precios significativamente más altos a los productores. Esa mejora, puede seguir teniendo efectos incluso más allá de octubre”.
Además, detalló que "es posible que los mejores precios que vimos se mantengan hacia adelante, porque los exportadores anotaron muchísima mercadería bajo este esquema y ahora van a tener que salir a originarla”. “Eso implica que, aunque volvieron las alícuotas, habrá incentivos para sostener valores firmes en el mercado doméstico”, señaló.
Al mismo tiempo, advirtió que esta dinámica genera un desafío financiero para las empresas del sector, ya que “los exportadores ingresaron dólares y ahora deberán cumplir las DJVE con compras efectivas”. “Eso implica un costo financiero importante y puede limitar su capacidad de pago en el futuro. Habrá que ver qué tanto eso pesa en la estructura de las agroexportadoras y cómo condiciona sus ofertas en las próximas semanas”, dijo.
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Para el consultor y analista de mercados, Pablo Adreani, hay un componente internacional clave que explica en buena parte el desenlace de esta medida. Según explicó en diálogo con Ámbito, la presión del secretario de Estado norteamericano Scott Bessent fue determinante. “Condicionó el préstamo de u$s20.000 millones a la Argentina a que se elimine la suspensión temporaria de las retenciones. La Asociación Americana de la Soja presionó para que no se apoye a un país que después compite exportando soja a China”, señaló.
China, en paralelo, comenzó este año a importar soja y harina de soja argentinas, un movimiento que para Adreani funcionó como mensaje geopolítico hacia Washington. Esa jugada encendió alarmas en Estados Unidos y aceleró la decisión de cerrar la ventana fiscal en Argentina.
En el plano doméstico, Adreani destacó el rol de los exportadores y explico que “gracias a ellos se pudo alcanzar rápidamente el cupo de u$s7000 millones, pero con un riesgo financiero muy alto, porque esas declaraciones ahora tienen que cumplirse con compras efectivas de mercadería”.
El consultor detalló además el esquema al que volvió el país tras el cierre del beneficio: 26% de retenciones para soja, 24,5% para harina y aceite, y 9,5% para maíz y trigo. La consecuencia inmediata fue la pérdida del diferencial de precios que se había alcanzado ya que “el valor de la soja había subido u$s60 con la retención cero, pero no veo que vuelva a recuperar ese nivel. La necesidad de la industria sostendrá precios firmes, pero la incertidumbre domina y no creo que haya mucho volumen de oferta en estas primeras ruedas”.
Adreani planteó que el desafío ahora es doble: por un lado, cumplir los compromisos asumidos por los exportadores; por otro, procesar la reacción de los productores, que tendrán que decidir si retienen mercadería a la espera de mejores precios o si venden en un mercado donde el estímulo ya desapareció.
En tanto, David Miazzo, economista y titular de Data Miazzo, aseguro en diálogo con Ámbito que “el error del Gobierno fue no haber limitado las declaraciones a 180 días y dejar que los exportadores puedan comprar soja existente o de la nueva campaña. Ahora el temor de los productores radica en cuál será el precio que le van a pagar, porque los exportadores no estarán apurados a comprar granos para procesar. Otro punto será ver quienes compraron y quienes no, porque unos tendrán mayor capacidad de pago que otros dentro de la industria”.
Dólares urgentes y un tipo de cambio bajo control
Más allá de las discusiones sectoriales, la medida cumplió el objetivo que se había trazado el Gobierno: acelerar el ingreso de dólares y dar un respiro al Banco Central. En apenas 72 horas, se aseguraron u$s7000 millones en DJVE, lo que permitió robustecer reservas y mostrar al mercado cambiario una señal de fortaleza.
En un contexto de alta volatilidad preelectoral, con el recuerdo fresco de episodios de tensión cambiaria en años anteriores, la Casa Rosada logró lo que buscaba: controlar la cotización del dólar y evitar saltos bruscos en un momento político delicado. Es real que el Gobierno sacrificó recaudación, pero ganó aire político y financiero y lo logró bajando impuestos.
Lo que viene: expectativa en el mercado de granos
Con los derechos de exportación reinstaladas, el foco pasa ahora al comportamiento del mercado. Los productores enfrentan la disyuntiva de vender a precios que perdieron parte del plus de los últimos días o retener esperando que la necesidad de los exportadores vuelva a traccionar valores.
Los exportadores, por su parte, tienen por delante el desafío de originar la mercadería comprometida en las DJVE en un contexto de mayores costos y con la obligación de sostener el flujo de divisas que el Gobierno necesita para mantener a raya al dólar.
La clave estará en cómo se equilibre esa tensión. Los mejores precios podrían sostenerse, aunque con límites financieros y difícilmente se recupere el salto de u$s60 que dio en cuestión de horas, por lo tanto, la incertidumbre será el rasgo dominante.
Pero pensando a futuro, es importante recordar que en todo tipo de procesos productivos es central la previsibilidad. Este tipo de medidas de corto plazo pueden tener un efecto positivo, pero nunca cambian la lógica del negocio y en un país con una larga historia de políticas pendulares para el agro, la experiencia de esta semana funcionó más como recordatorio de esa fragilidad que como un cambio estructural.
Ya en el plano internacional y con un trasfondo geopolítico muy evidente, con la disputa entre Estados Unidos y China como telón de fondo, queda claro que la política agroexportadora argentina también deberá contemplar no sólo lo que ocurre en Buenos Aires o Rosario, sino también lo que se habla en Washington y Pekín.
Por último y más allá de lo que ocurre en el seno del sector agropecuario, es clave recordar que a pesar de todas estas tensiones el Gobierno logró reforzar reservas y controlar el valor del dólar (y su posible paso a inflación) en plena cuenta regresiva electoral. Ese era el objetivo y claramente se consiguió, el resto es materia de análisis y debate que continuará durante las próximas semanas.
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