Dicen que donde hay dos radicales tomando un café hay una interna, y la historia de Miguel Bazze no hace más que confirmar esta presunción que ya se convirtió en una máxima de nuestra tradición política.
En los primeros años de los 90, el “Turco”, como le dicen los correligionarios (incluso hay un dicho que reza: “¿Te saludó el ‘Turco’? Fijáte si tenés la billetera en los bolsillos”), siendo diputado provincial y jefe del bloque de la UCR, fue acusado de “negociar” la salida de los trabajadores radicales en la Legislatura, que quedaron en la calle.
En aquellos tiempos se decía que, a cambio de una valija “repleta de plata”, Bazze posibilitó el ingreso de peronistas al palacio y consolidó un grupo de legisladores -tanto senadores como diputados- a los que les llamaban “La banda imagina”, porque contaba, entre otros, a Gustavo Marelli, Marcelo Elías y Carozo Stavale.
A fines de los ’90, el actual presidente del Comité Provincia quiso ser candidato a intendente y perdió la interna con Javier Quinterno. Esto también abrió una herida -dicen- que lo decidió a realizar otra traición: abandonó a Storani y empezó a acercarse –primero- a Raúl Alfonsín y -luego- a su hijo, para convertirse finalmente en su mano derecha.
A partir de aquí, sus tareas se hicieron más intentas. “Hábil como siempre -recuerdan en la UCR- ‘El Turco’ arrasó con todos los operadores inútiles que tenía ‘Alfonsinito’, que no entendían la dinámica partidaria”. Conmemoran también que Bazze compartió los años de la militancia con su esposa, “La Negra” Canafoglia, de origen comunista devenida en radical, y su amante, una dirigente histórica del radicalismo de La Loma conocida por sus lindas piernas en aquella época. Con el paso del tiempo, en esta también “cayó bien parado”.
Por su propia dinámica de traición, esto es, por temor de que le hicieran lo mismo, Bazze expulsó de su grupo a dirigentes radicales como Juan Carlos "Sony" Montero, Luis Malagamba, Sergio Panella, el “Colo” Pérez y militantes de poca monta como Fabricio Moschetoni, entre otros.
Así que ya ven: mientras el peronismo se reparte el poder, los radicales se trenzan en eternas discusiones sobre el mismo café de siempre, que puede enfriarse si no se lo toman rápido.
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