¿A quién le cae mejor este dólar?

¿A quién le cae mejor este dólar?

Ganadores y perdedores del régimen de ancla cambiaria, que el gobierno intentará extender tras su éxito en las urnas

 

El régimen de dólar barato que el Gobierno había elegido sostener en los meses previos a las elecciones se mantendrá un tiempo más tras el triunfo oficialista. El ministro de Economía, Luis Caputo, había adelantado antes de los comicios que se sentía cómodo con un tipo de cambio en torno a los 1.500 pesos, y el dólar Banco Nación cerró la jornada de ayer en 1.460. La decisión confirma la continuidad de una política que apunta a contener los precios y dar una sensación de estabilidad, aunque a costa de acentuar los desequilibrios entre distintos sectores de la economía.

El esquema de tipo de cambio bajo tiene ganadores y perdedores. Entre los primeros se destacan los actores vinculados a la especulación financiera y las empresas importadoras. En el frente financiero, el llamado carry trade —la operatoria que aprovecha la diferencia entre las tasas en pesos y la evolución del tipo de cambio— sigue mostrando rendimientos elevados. Fondos como el de Scott Citrone, con activos por 20 mil millones de dólares, obtienen ganancias estimadas en más de 2 millones de dólares diarios aprovechando esa brecha. La apreciación cambiaria y la estabilidad nominal se vuelven, así, una fuente de rentabilidad especulativa para el capital financiero internacional.

Las importadoras también figuran entre los beneficiados. Con un dólar oficial atrasado y menores restricciones, el ingreso de productos del exterior se vuelve más accesible y rentable. La baja de costos les permite aumentar márgenes sin trasladar subas a precios internos. Algo similar ocurre con las agencias de turismo que comercializan viajes al extranjero: la demanda de pasajes y paquetes al exterior creció en los últimos meses, impulsada por la diferencia cambiaria. Estos sectores, sin embargo, generan escaso empleo y poco valor agregado dentro del país.

A ese grupo se suman los consumidores de bienes importados y quienes viajan al exterior, segmentos de clase media y alta con mayor poder adquisitivo. La estabilidad del dólar y la posibilidad de acceder a productos más baratos o viajar fuera del país operan como un incentivo de corto plazo para estos sectores, que en buena medida respaldaron políticamente la continuidad de este esquema.

Del otro lado, los perdedores del dólar barato se multiplican. La industria nacional enfrenta mayores dificultades para competir con los productos importados.

El turismo interno también se ve afectado. Según datos del sector, durante las vacaciones de invierno la cantidad de viajeros dentro del país cayó 10,9 por ciento en comparación con el año anterior. La combinación de precios altos en destinos locales y la posibilidad de viajar al exterior a un costo relativamente bajo derivó en un desplazamiento del consumo turístico, con consecuencias negativas para las economías regionales.

El campo tampoco aparece entre los ganadores. La apreciación cambiaria reduce el valor en pesos de sus exportaciones. No obstante, el Gobierno implementó una rebaja de retenciones que terminó beneficiando principalmente a las grandes cerealeras. Según la consultora MateEconomía, la medida generó una ganancia adicional de 1.540 millones de dólares para el sector, de los cuales 922 millones se concentraron en sólo cuatro empresas: Cargill, Dreyfus, Aceitera General Deheza y Cofco.

“El dólar barato es una ilusión de corto plazo: abarata el consumo pero encarece la producción y erosiona la capacidad de generar divisas, empleo y desarrollo”, advierte Agostina Monti Salias, especialista en Desarrollo Productivo. “Decimos que el dólar está barato cuando el tipo de cambio está atrasado respecto de la inflación o los costos internos y resulta relativamente barato importar y caro exportar”, explica. El ejemplo más gráfico, agrega, es el turismo: “En tiempos de dólar barato no sólo tenés el problema de que los argentinos viajan afuera, sino también que te encarecés como destino para los extranjeros”.

Para Monti Salias, la aparente estabilidad cambiaria disimula tensiones estructurales que terminan afectando la capacidad de crecimiento del país. En el corto plazo mejora el consumo, pero en el mediano y largo plazo debilita la producción, el empleo y la generación de divisas. La ilusión del dólar barato, concluye, se paga más adelante con menor desarrollo y mayor vulnerabilidad económica

Dentro de la industria, el efecto del dólar barato es heterogéneo. Los sectores con fuerte componente importado —como los materiales de construcción o la pintura látex— registran una baja en sus costos, aunque la caída del consumo y de la obra pública atenúa cualquier ventaja. Los sectores muy transables, en cambio, pierden por el abaratamiento de los productos extranjeros y por la eliminación o flexibilización de barreras arancelarias. “El que hacía pequeños electrodomésticos, por ejemplo, puede beneficiarse de insumos más baratos, pero si no se lo protege con un arancel o medidas antidumping, no puede competir contra productos chinos o de otros países con costos laborales mucho más bajos”, describe la economista.

Los exportadores enfrentan un doble problema. Por un lado, la pérdida de competitividad externa derivada del atraso cambiario; por otro, el elevado costo de financiamiento y carga tributaria que encarece su estructura productiva. Aun con mejoras de eficiencia o productividad, las empresas encuentran cada vez más difícil sostener su presencia en mercados internacionales.

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