Por: Eduardo van der Kooy.Resulta imposible, a esta altura, desgajar la ley de medios que el kirchnerismo aprobó -en general- con holgura en el Senado de la furiosa irrupción que Guillermo Moreno, el secretario de Comercio, hizo hace diez días sobre la empresa Papel Prensa. Esa acción, antes que cualquier catarata de palabras, pareció poner en blanco sobre negro un par de aspectos políticos sustanciales.
El escándalo que armó Moreno, con amenazas a dos representantes del Estado en la empresa, pudo haber servido de advertencia y también de pista sobre los tiempos que vienen. Echando folios de la historia reciente hacia atrás no quedan dudas: la intervención del Estado en las transmisiones del fútbol por TV y la inspección de la AFIP a Clarín encajan en el mismo molde que desde la derrota vienen amasando los Kirchner.
Moreno no es un hombre casual que transita el poder. Responde desde hace mucho a Kirchner y ahora reporta también a la Presidenta. Ambos sabían lo que el funcionario estaba dispuesto a provocar en Papel Prensa. Quizá solamente se le haya ido un poco la lengua.
Ni uno solo de los senadores, oficialistas o aliados, que consagraron anoche la ley de medios se ocupó de opinar sobre un episodio que transparenta las intenciones de fondo que persigue el matrimonio presidencial. Prefirieron referirse a la pluraridad que garantizaría la nueva ley, al supuesto progreso que significará para las comunicaciones en la Argentina y a cómo incidiría en una mejora institucional. Recitados que, probablemente, se hubiesen ajustado bien a la realidad de Copenhague o Berlín.
Otras exposiciones volaron mucho más bajo que aquellas. Ramón Saadi, aliado ahora de los Kirchner, ni siquiera despegó del piso: confesó que votó a favor de la ley de medios por la forma en que el periodismo -sobre todo Clarín- lo consideró cuando se produjo en Catamarca el crimen de María Soledad Morales. Fue en 1990 y Saadi era gobernador. Carlos Menem resolvió la intervención de la provincia. Saadi pareció lamentar ayer que aquel asesinato hubiera sido revelado.
La cirujana cordobesa y senadora, Haidé Giri, sobrevoló los setenta reciclando la supuesta antinomia entre "libertad de prensa y de empresa". El tucumano Carlos Salazar, cardiólogo del general Antonio Domingo Bussi, brindó su respaldo al kirchnerismo argumentando que, al final, "esta ley no es tan mala".
La oposición abundó en cuestionamientos a la ley, mechando consideraciones técnicas y políticas. Tal vez, uno de los más concretos fue el radical santacruceño Alfredo Martínez: "Me quedo con la sensación de que no hemos discutido una ley. Hemos hecho una discusión sobre poder", apuntó.
En algún sentido dio en la tecla. La victoria de los Kirchner es, por ahora, una victoria doble: lograron la aprobación de la ley de medios y volvieron a dejar indefensa a una oposición que amagó con ocupar un lugar distinto luego de las elecciones de junio.
Los días posteriores fueron indicando lo contrario. La primera prueba fueron las facultades delegadas que reforzaron las atribuciones del Gobierno para el 2010. Como sucedió anoche con la votación en general de la ley de medios, el kirchnerismo impuso en ese caso una mayoría sorprendente.
Hubo dos puntos que explicaron esa supremacía. El desacople temporal entre el viejo y el nuevo Congreso que causó el adelantamiento electoral. El papel de la centroizquierda que terminó facilitando los planes oficiales.
Con la ley de medios se repitió, en buena parte, la película. Incluso algunos dilemas en la oposición parecieron acentuarse. ¿Cuáles? Ese conglomerado careció de norte y de conducción: fue atropellado en Diputados y su recomposición resultó insuficiente para que el Senado trasladara al texto de la ley muchas objeciones escuchadas mientras el debate duró.
El juego de los Kirchner está claro. Subsiste la duda sobre cómo será capaz de actuar la oposición cuando se vigorice en el Congreso. Cómo hará para trasladar a ese ámbito el mensaje político que dejaron las urnas.
La tarea no será fácil mientras el horizonte del 2011 les impida ocuparse de este presente hostil e incierto. ¿Habrá un gesto de autoridad política en diciembre? ¿La pelea por la presidencia de Diputados? ¿O el intento de modificación del Consejo de la Magistratura? Parecen por ahora, apenas, esbozos desesperados.
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