Un nuevo frente de batalla para May

Un nuevo frente de batalla para May

En la primera consulta, el miedo a perder la membresía de la UE fue determinante para que los escoceses votaran la secesión. Ahora ese miedo actúa al revés.

Una cosa es pragmatismo, otra improvisación. Con el “hard Brexit” el gobierno de Theresa May parece abocado con creciente entusiasmo al arte de la improvisación. El anuncio, ayer, de la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, fue el último golpe desde que May dejó en claro hace doce días que lo suyo era una ruptura frontal con la Unión Europea (UE).

Sturgeon indicó que la semana próxima presentará un proyecto de ley para convocar a un segundo referendo de independencia de Escocia del Reino Unido. “Si piensan que me voy a quedar con los brazos cruzados a la hora de proteger los intereses de Escocia, mejor que lo vuelvan a pensar. Estoy decidida a que tengamos un referendo antes de que el Reino Unido deje la UE”, les advirtió Sturgeon a los conservadores durante la conferencia anual del Partido Nacional Escocés.

La iniciativa era más que previsible, porque en el referendo de 2014 el miedo a perder la membresía de la UE había sido fundamental en el no a la independencia de Escocia, pero la primera ministra May aceleró los tiempos con su posición intransigente en el Congreso del Partido Conservador la semana pasada. “Me enfurece porque esto es un intento de apropiarse del referendo para seguir una agenda xenofóbica que ahora está a la vista de todos. Es una guerra civil interna de los conservadores”, dijo Sturgeon.

Escocia es el último frente de tormenta que se le abre a May. Esta semana la caída de la libra se convirtió en un factor tan permanente como la lluvia inglesa. La multinacional Unilever indicó que para compensar la caída de la libra tenía que aumentar una docena de productos, algo que los sacó de circulación durante horas en la cadena de supermercados Tesco. El ex director de Sainsbury, principal competencia de Tesco, y el actual de la telefónica British Telecom advirtieron que subirían tanto los precios de alimentos como los de celulares y computadoras.

En el mismo ultraconservador matutino Daily Mail –muy pro hard Brexit– se informó que la libra había caído a su nivel más bajo de la historia y que en el aeropuerto de la City de Londres algunos recibos mostraban que se vendía en paridad con el euro. Según el periódico, muchos de los británicos que se iban de vacaciones al extranjero reaccionaron intempestivamente ante las cotizaciones que les ofrecían las casas de cambio.

En todo caso el fenómeno no comenzó esta semana o con el anuncio del “hard Brexit”. Desde el referendo del 23 de junio la libra cayó un 20 por ciento frente al dólar y un 22 por ciento frente al euro. La sensibilidad ante el tema europeo hizo que luego de una leve recuperación este miércoles bastaran unos comentarios del ministro para el Brexit, David Davis, sobre la posibilidad de salir del “single market” europeo para que los inversores corrieran a desprenderse de sus libras bajando nuevamente la cotización.

Mientras tanto, en la Alta Corte de Justicia se abrió el frente legal de un Brexit judicializado. Un grupo de británicos, liderados por una empresaria, Gina Miller, alegó ante la Corte que el Parlamento debe votar antes de que el Reino Unido pueda salir de la UE. El abogado del grupo, Lord David Pannick, acusó a May de arrogarse ilegalmente poderes monárquicos ancestrales para avanzar en el tema. El miércoles, la primera ministra rechazó que el Parlamento vote sobre el tema, pero prometió un amplio debate en la Cámara de los Comunes, algo que no dejó conforme a nadie, ni a los pro ni a los antibrexit.

En las filas conservadoras, los eurófilos se hicieron oír en los últimos días advirtiendo a May que la salud de la economía está en juego. Una serie de informes filtrados a la prensa acompañó la caída de la libra esta semana, generando titulares de pánico y una creciente impresión de inminente crisis. En un documento del Tesoro británico filtrado el martes, se hablaba de una contracción del producto bruto interno (PBI) de hasta un 9,5 por ciento durante los próximos 15 años, equivalente a una pérdida de ingresos fiscales anuales de 66 mil millones de libras (82 mil millones de dólares). Financial Times, por su parte, señaló que la cuenta del divorcio ascendería a unos 20 mil millones de euros por las obligaciones y pasivos incurridos en los 43 años de membresía europea.

En medio de estas aguas turbulentas, el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, que no tuvo respiro desde que fue electo hace un año para la jefatura laborista, salió bien parado. En el tradicional Prime Minister Question Time de los miércoles, Corbyn acusó a May de incompetencia. “Aceptamos el resultado del referendo. Pero lo que estamos viendo es un caos total del gobierno sin ninguna política clara ni dirección. ¿Entiende la primera ministra que están en juego muchos puestos de trabajo y la viabilidad de muchas empresas?”, dijo Corbyn.

Conocido por su abierto antiimperialismo, republicanismo y oposición a las armas nucleares (en un país imperial, monárquico y que no quiere desprenderse de ese orgullo fálico nuclear que es el Trident) el líder laborista tiene el sambenito de la incompetencia colgado a cada palabra que dice, pero este miércoles parecía un sólido y mesurado estadista en medio del caos conservador. No en vano, hace décadas, otro laborista, el entonces primer ministro Harold Wilson, dijo que “a week is a long time in politics”. May señaló que las negociaciones comenzarán “antes de fines de marzo”, cuando invoque el artículo 50 que da dos años para resolver qué tipo de divorcio tendrán el Reino Unido y la UE: a la primera ministra la esperan muchas semanas muy largas de acá a 2019.

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