Sin margen de error: los Juegos de Río, un desafío para la reputación de Brasil

Sin margen de error: los Juegos de Río, un desafío para la reputación de Brasil

Agobiado por la crisis económica y política, el país necesita demostrar ante el mundo signos de recuperación en el megaevento deportivo; preocupación por la seguridad

 

- Recesión económica, escándalos de corrupción, crisis política con proceso de impeachment a la presidenta, epidemia del virus zika, contaminación de la bahía de Guanabara, aumento de la criminalidad, dos muertos en el derrumbe de una nueva ciclovía, protestas de policías por sueldos atrasados, el flamante centro antidoping suspendido por la agencia mundial...

Río de Janeiro entra en la recta final para inaugurar los Juegos Olímpicos el próximo 5 de agosto en medio de un pésimo ambiente en Brasil y, mucho más que medallas de oro, plata o bronce, en este megaevento deportivo el país se juega lo poco de positivo que le resta a su desgastada reputación internacional.

Hace siete años, cuando Río fue elegida como sede de los primeros Juegos en América del Sur, la economía de Brasil era un ejemplo para el mundo en desarrollo, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva era una estrella de la política global, y la televisión mostraba a los brasileños festejando su coronación olímpica en la paradisíaca playa de Copacabana.

Hoy, el escenario cambió tanto que parece otro país: la economía enfrenta su peor depresión en casi 100 años; Lula está jaqueado por las investigaciones judiciales sobre Petrobras mientras su ahijada política, Dilma Rousseff fue suspendida de la presidencia; y hasta las idílicas playas de Río están amenazadas por bacterias de aguas cloacales.

¿El panorama podría ser peor? Sí, podría haber serias demoras en las obras de las instalaciones olímpicas -como sucedió durante el Mundial de Fútbol en 2014-, pero ya están terminadas todas las arenas en las cuatro áreas de competiciones: Barra de Tijuca, Copacabana, Maracaná y Deodoro.

Sin embargo, los analistas creen que los dos riesgos más serios que enfrenta Río 2016 y podrían acabar por destrozar la otrora promisoria imagen de Brasil están relacionados con la seguridad pública y la infraestructura de transporte.

"Un ataque terrorista en el Parque Olímpico o un grave accidente en la nueva línea de subte terminarían con las pretensiones de Brasil de ser considerado un país serio, arruinaría su prestigio como destino turístico y afectaría su habilidad de albergar nuevos grandes eventos", advirtió a LA NACION el especialista en Relaciones Internacionales y Seguridad Marcelo Valença, profesor de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ).

Luego de los recientes atentados en París, Bruselas, Estambul, Dacca y Bagdad -todos vinculados a Estado Islámico (EI)-, las autoridades brasileñas extremaron las medidas de seguridad. El operativo en todo el país, que incluye a Río y las cinco sedes de los partidos de fútbol (San Pablo, Belo Horizonte, Brasilia, Salvador y Manaos) contará con unos 85.000 efectivos, de los cuales 41.000 serán militares y el resto, policías militares, civiles y de tránsito, agentes de inteligencia, miembros de la Fuerza Nacional, bomberos e integrantes de Defensa Civil.

Tan sólo en Río se aumentó en las últimas semanas de 18.000 a 22.000 el número de efectivos de las fuerzas armadas, que estarán desplegados en las principales vías de acceso, el aeropuerto internacional, estaciones de trenes, subte y metrobús, puntos estratégicos y lugares de grandes aglomeraciones.

"Hubo un pedido expreso del gobernador del estado de Río, Francisco Dornelles, para tener disponibles más efectivos", reconoció el miércoles pasado el ministro de Defensa, Raúl Jugmann, aunque resaltó que no hay ninguna amenaza concreta.

"La preocupación con el terrorismo es una preocupación mundial, no puede ser jamás descartada. Ahora, ¿es probable? Hoy no existe esa probabilidad; la posibilidad existe en todo el mundo", apuntó por su parte el ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, al recordar que en Río habrá más de 10.000 atletas de unos 200 países y 25.000 periodistas acreditados.

La idea es que la fuerte presencia militar -que ya empezó a verse en las calles de Río, con la llegada de unos 6000 hombres- libere para el patrullaje a los policías militares y civiles estatales, ya muy tensionados tras los retrasos en el pago de sus haberes y horas extras en los últimos meses debido a la crisis económica. Extenuados y frustrados por la falta de dinero para el combustible de autos y helicópteros, presionaron con ruidosas protestas en el aeropuerto Tom Jobim, donde recibieron a los turistas con carteles en los que se leía "Bienvenidos al infierno", y aclaraban que la ciudad no era segura.

Con el decreto del "estado de calamidad" por parte del gobernador Dornelles, al final llegaron recursos federales para el pago de salarios.

Además del personal brasileño, el operativo de seguridad contará con la ayuda de policías y agentes de inteligencia de un centenar de países, tanto en el Centro de Cooperación Policial Internacional -ya puesto en marcha durante el Mundial de 2014- como en el nuevo Centro Integrado Antiterrorista, del que participarán países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Israel, España y también la Argentina.

"La cooperación internacional será uno de los pilares de la seguridad durante los Juegos", explicó a LA NACION el comisario Andrei Rodrigues, secretario extraordinario de Seguridad para Grandes Eventos, que coordina el gigantesco operativo, y agregó que sus fuerzas están preparadas tanto para prevenir y combatir acciones terroristas internacionales así como la violencia de bandas criminales domésticas y el control de disturbios por parte de grupos que quieran aprovechar la turbulencia política que vive Brasil para causar problemas.

"La libertad de expresión y manifestación estará garantizada, pero no toleraremos la violencia el vandalismo o cualquier otra actividad criminal", subrayó Rodrigues, que agregó que la Argentina volverá a contribuir con "listas negras" de barrasbravas, como sucedió durante la Copa para evitar el ingreso en Brasil de esas personas.

Más allá de las acciones terroristas coordinadas por algún grupo internacional -como sucedió en los Juegos de Munich en 1972-, el mayor temor se refiere a un ataque de un "lobo solitario", un fanático que con armas conseguidas en una villa o materiales comprados en una ferretería intente disparar a turistas o volarse con una bomba en medio de aglomeraciones de gente, como las que ocurren todas las noches en los bares del barrio bohemio de Lapa.

Las autoridades locales ya lanzaron una campaña de información para que la gente esté atenta a personas o situaciones extrañas, están monitoreando las redes sociales y siguiendo los movimientos de individuos cuyas posturas ideológicas, políticas y religiosas pueden ser consideradas extremistas (varios de ellos en la zona de la Triple Frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay).

"La amenaza del terrorismo es básicamente un juego de información. Hay que saber lo que está sucediendo", indicó Sidney Levy, director general de Río 2016.

Transporte deficiente

El de por sí deficiente sistema de transporte público de Río presenta otro tipo de dolores de cabeza. Para reducir el caótico tránsito de la ciudad, el alcalde Eduardo Paes movió las vacaciones escolares de julio para agosto, para hacerlas coincidir con los Juegos. Se terminaron a las apuradas los proyectos de cuatro líneas de metrobús que agilizarían el traslado hasta las cuatro zonas de competencias olímpicas y la red de tranvías eléctricos en el centro de la ciudad, pero aún hay varios problemas.

El mayor desafío en el área del transporte es acabar a tiempo la nueva línea de subte que conectará Ipanema con Barra da Tijuca. Debería haber sido terminada hace tiempo, pero debido a retrasos en el financiamiento ahora la fecha de inauguración se pasó para el 1º de agosto, apenas cuatro días antes de la ceremonia de apertura de los Juegos, y sin la posibilidad de hacer todos los tests necesarios.

Para aliviar un poco el sistema, se anunció que durante los Juegos sólo la llamada "familia olímpica" (atletas, personas con entradas para las pruebas deportivas o con credencial de trabajo) podrá usar la nueva línea subterránea. ¿Será igualmente seguro?, es la pregunta que los cariocas con entradas para los Juegos se hacen. Y recuerdan los dos muertos que en abril pasado dejó el derrumbe de la ciclovía Tim Maia, inaugurada tan sólo en febrero último. Una tragedia similar o mayor sería un durísimo golpe para los organizadores de Río 2016.

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