El kirchnerismo recibió el impacto y hay debate interno por el cacerolazo

El kirchnerismo recibió el impacto y hay debate interno por el cacerolazo
La Presidenta lo minimizó y en su entorno apuestan a que se diluya el efecto de la protesta. Intelectuales y aliados piden escuchar los reclamos. Scioli guarda silencio

SEBASTIÁN IÑURRIETA Buenos Aires

El kirchnerismo tomó nota del 8N. Desde distintas ópticas, de la bronca hasta la pseudocomprensión en voz baja, el cacerolazo no pasó desapercibido. Ni siquiera para Cristina Fernández de Kirchner, que evitó hablar puntualmente de la protesta al día siguiente. No fue la única: los ministros del gabinete obviaron el tema e, incluso, el gobernador bonaerense Daniel Scioli también se llamó a silencio a pesar de que, creen en La Plata, la movilización podría beneficiar sus planes políticos. Tampoco es que la Presidenta no haya dicho nada de la marcha: hasta la ninguneó, remarcando con ironía que el “gran hecho” del jueves fue el congreso del Partido Comunista chino. Pero en las filas del oficialismo, ya con postgrado en leer entrelíneas, decodificaron el discurso presidencial del pasado viernes. “Cuando uno tiene compromisos, convicciones, no lo pueden expulsar de lo que uno piensa”, afirmó la mandataria, reafirmando el camino K. Y enseguida se mostró conciliadora: “Una sociedad, es poder incluir y poder convivir”, destacó.

Desde Carta Abierta, el espacio de intelectuales K, salieron ayer a reafirmar que la masiva protesta llegó al escritorio de CFK. “Es un error pensar que la Presidenta no tomó nota de la protesta”, opinó en Radio Mitre Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. Y, luego de calificarlo como “un acto de profunda relevancia”, ejemplificó con el discurso de la mandataria. “Lo hizo de una manera interesante utilizando una expresión que aparecía en algunos carteles que criticaban algunos aspectos o medidas del gobierno y llamó a incluir a esos otros, a los que se expresan con críticas a las medidas de inclusión del Gobierno”, agregó.

A la misma conclusión llegó Eduardo Sigal, dirigente del Frente Grande. “Defendemos las transformaciones implementadas desde 2003 pero hay que escuchar la demanda de cierto descontento ante actitudes y métodos”, remarcó uno de los impulsores del movimiento para reformar la Constitución, que a pesar de ser una de las críticas que los caceroleros llevaron al obelisco, su debate continúa con un “bajo perfil”.

Entre las primeras reacciones K al 8N, sobresalió la del ex piquetero Luis D’Elía, que la calificó como “un fracaso total” de dirigentes de “la oposición”. En la previa, a través de sus habituales espadas, la Casa Rosada remarcó ese eje: el de politizar una marcha supuestamente “apolítica”. Siguiendo esa lógica, el 8N le dejó al oficialismo una de cal y otra de arena: a pesar de la multitudinaria concentración en su contra, el cristinismo de paladar negro cree que ningún dirigente opositor será capaz de capitalizar los variados reclamos. “Fue un rejunte de derecha a izquierda que se va a diluir como pasó en la crisis con el campo”, analizaron en un despacho, sin recordar que el conflicto de 2008 derivó en las peores elecciones legislativas del kirchnerismo al año siguiente.

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