Por: Jorge Fontevecchia. Continúa de ayer: Para lograr la moderación no hay que ser moderado
Una de las palabras que Javier Milei utiliza repetidamente en su vocabulario de difusión económica es “intertemporal”. Palabra que se refiere a la relación entre dos períodos de tiempo y se usa en economía mayormente para medir la variación de valor en diferentes puntos del pasado y futuro respecto del presente. Concepto introducido en 1984 por el economista canadiense John Rae en su obra Teoría sociológica del capital, y ampliado en 1930 por su colega norteamericano Irving Fisher en su libro La teoría del interés: determinada por la impaciencia por gastar los ingresos y la oportunidad de invertirlos. En medio de ambos, el ministro de Finanzas de Austria entre 1895 y 1904, Eugen von Böhm-Bawerk, escribió Capital e interés, obra que Ludwig von Mises ponderó como “la contribución más eminente a la teoría económica moderna”, difundida por la Escuela Austríaca de Economía en Estados Unidos a través de Libertarian Press. Probablemente de allí venga la recurrencia de Milei.
El reportaje largo de PERFIL hoy está dedicado al mayor especialista en economía transgeneracional y considerado por The Economist uno de los 25 economistas más influyentes del mundo, Larry Kotlikoff. Su aporte a la economía se funda en la denuncia de la infracontabilización de los pasivos subyacentes de los Estados que consumen capital de las futuras generaciones. Un ejemplo de moda en Argentina actual es el no pago de los intereses de la renovación de la deuda en pesos capitalizándolos en la deuda renovada sin registrar esos intereses como déficit cuasi fiscal. Pero hay muchas formas de deudas y pasivos, desde el ecológico hasta el jubilatorio.
Ya en 2013 el autor del libro El capital del siglo XXI, Thomas Piketty, criticaba el concepto financiero de contabilización del Producto Bruto Interno de los países, porque no reflejaba la cuenta de capital, por ejemplo en el caso de aquella Argentina kirchnerista en la que se consumían las reservas de energía sin invertir en la exploración de nuevas, un pasivo, o en esta de Milei, que al no registrar la amortización del capital –es así en todos los PBI del mundo–, al estar eliminada la obra pública, el superávit fiscal es mentiroso, porque lo hace a costa de comerse la infraestructura que no repone.
Se podría decir que los gobiernos peronistas tienden a consumir stock acumulados en el pasado, las mencionadas reservas energéticas o los fondos de jubilaciones. Mientras que los gobiernos de corte neoliberal y libertario tienden a consumir stocks del futuro en forma de deuda. Unos se consumen stocks del pasado; otros, stocks del futuro, pero ambos afectan a las futuras generaciones.
Sin llegar al extremo de ser esquemas Ponzi que se consumen capital de los aportantes y solo se mantienen en la medida en que aparecen nuevos inversores, hay múltiples sistemas que tienen riesgo de sustentabilidad intertemporal. La cantidad decreciente de nacimientos, sumada al aumento de la longevidad de los adultos, genera esa dificultad a los sistemas de medicina prepaga de todo el mundo, ya que las personas consumen el 80% de los costos médicos en los últimos años de su vida, lo que se sustenta con el ingreso de jóvenes a la medicina prepaga que aportan sin consumir casi nada.
Pero más allá de los cálculos de los actuarios y la forma de contabilizar correctamente activos y pasivos, Larry Kotlikoff lo simplifica en traer todo al valor presente para homogeneizar valores de distintos cortes temporales, el problema sigue existiendo porque la discusión pasaría a ser sobre cuál es esa tasa de descuento futuro que también depende del fluctuante riesgo país. Lo importante es que al abrir la caja de Pandora, se abre la discusión intertemporal a la política.
Milei podría sostener que para mejorar la generación de riqueza futura y la posibilidad de una mayor justicia social en ese futuro con mayores recursos también para fines sociales, él aumenta la pobreza potencial presente (la baja menos o la sube más dentro del marco de posibilidades) para aumentar la justicia social intertemporal del total de los argentinos, presentes y futuros, cuando seamos uno de los países más ricos del mundo dentro de cuarenta años, en 2065.
¿Generó justicia social Cristina Kirchner consumiendo en sus ocho años las reservas del Banco Central, las energéticas y el saldo positivo de cuenta corriente, duplicando el gasto público sobre el PBI para mejorar claramente la vida durante esos años a la mayoría de los argentinos, pero empeorándola luego durante más años al no poder ser sustentable ese nivel de gasto y que se convierta en un búmeran?
Pero resulta más interesante aún, y se encadena con la columna de ayer –que reflexionaba sobre distintas paradojas del voto bajo el título “Para lograr la moderación no hay que ser moderado”–, el hecho de que la justicia social intertemporal es algo que una parte significativa de los jóvenes intuye y expresa con su voto en mayor proporción por La Libertad Avanza.
Ellos son el bonus demográfico que viene teniendo la Argentina y que el descenso de la natalidad eliminará en las próximas décadas. Del aporte en forma de retenciones sobre su sueldo y contribución de quienes los contratan a aquellos que tienen trabajo registrado, surge en parte el pago a sustentar el sistema jubilatorio, de salud social y educación pública que ellos ya, o por ahora, no usan. De la misma forma que esos jóvenes, cuyo trabajo no está registrado, podrían preferir mantenerlo sin registrar si generara algún costo para ellos mismos o sus empleadores que finalmente se les traslade.
También es compresible el voto en menor proporción por La Libertad Avanza en personas mayores, porque el paraíso que propone Milei en un futuro no cercano no podrán disfrutarlo ellos, mientras que el sacrificio presente consumirá gran parte del stock de vida que les queda.
Obviamente, hay solidaridades intergeneracionales, tanto en los jóvenes pensando en sus abuelos como en los mayores con el destino de sus nietos. Pero como bien escribió John Maynard Keynes en 1923 en su Breve tratado sobre la reforma monetaria: “En el largo plazo, todos estaremos muertos”.


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