La pérdida del poder adquisitivo empuja a millones de familias a sustituir alimentos esenciales por opciones más económicas y menos nutritivas. Mientras el Gobierno se enfoca en intentar contener el descalabro monetario, la crisis alimentaria se agudiza.
Por
Eugenia Rodríguez
Los hogares argentinos no resisten un aumento más: la sostenida pérdida de poder adquisitivo, el alza de precios y el despliegue de estrategias obligadas de sustitución de consumos, llevó a que cada vez puedan alimentarse menos y peor, llegando a niveles alarmantes de subalimentación. De esa manera, la política económica del Gobierno nacional afecta el día a día de la población que puede comprar menos lácteos, carnes magras, frutas o verduras, todo lo que se fue ha transformado en un “privilegio” de pocos, a la par que la mayoría ajusta su dieta a la supervivencia. En la Argentina actual, el fuerte golpe al poder de compra salarial, convirtió a la alimentación “en un factor de exclusión”.
Así se desprende de un relevamiento nacional que puso sobre la mesa las transformaciones recientes en el consumo de los hogares argentinos a causa de las restricciones económicas que afrontan. Mientras el consumo masivo se mantiene aún por debajo del nivel que tenía antes de la asunción de Javier Milei, los hallazgos recientes evidencian una brecha significativa entre los consumos recomendados -siguiendo la tabla nutricional oficial del INDEC- y los efectivamente registrados en las familias, y ello se debe a “la pérdida del poder adquisitivo en amplios sectores de la población” lo que llevó a optar por “alimentos sustitutos de menor costo, de forma obligada”.
“Sin medidas concretas que mejoren el poder adquisitivo y garanticen el acceso a alimentos nutricionales, la crisis alimentaria continuará profundizándose”, alertaron al respecto especialistas del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE).
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Cada vez alcanza menos para comer
La crisis económica golpea a las familias argentinas al punto de que la alimentación cotidiana está, en muchos hogares, cada vez más lejos de lo mínimo e indispensable para vivir. Esta es la primera conclusión de un relevamiento nacional que le puso números a lo que se vive en el día a día: la pérdida de poder de compra de los ingresos y la suba de bienes esenciales generaron que se vuelva más difícil poder acceder a los alimentos de la canasta básica, en todo el país.
Al respecto, en este último tiempo, la creciente desigualdad social profundizó la dependencia (sobre todo en los sectores sociales vulnerables) de productos más económicos y generalmente poco nutritivos. En otras palabras, la mesa familiar se fue nivelando hacia abajo, con menos nutrientes y más carbohidratos; afectando el normal desarrollo y las posibilidades del presente y futuro de generaciones de argentinos.
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¿Qué consumen los hogares hoy? Lo que pueden o les alcanza, más que lo que deben o quieren. Al menos para gran parte de la población esa es la realidad que enfrentan a un año y medio de gestión de La Libertad Avanza (LLA). En lo concreto, un análisis comparativo entre los consumos recomendados -siguiendo la tabla nutricional oficial del INDEC- y los consumos efectivamente registrados evidenció que “existe subalimentación en rubros críticos para la calidad nutricional como frutas, verduras y lácteos, lo que compromete seriamente la ingesta adecuada de proteínas, vitaminas, minerales y fibras, mientras crece el sobreconsumo de harinas, panificados y azúcar que incrementa el riesgo de enfermedades como obesidad infantil, diabetes y enfermedades cardiovasculares”, según señaló un informe presentado por el Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE).
También se destacó que “la obligada elección de productos de bajo costo configura un patrón alimentario que responde estrictamente a condiciones socioeconómicas”.
El relevamiento, que incluyó más de 3.700 encuestas en las 23 provincias y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, puso de manifiesto que “en los hogares argentinos existe una profunda brecha estructural entre la dieta real registrada y la dieta nutricionalmente recomendada, en la cual factores como precio, accesibilidad y estrategias obligadas de sustitución, juegan un rol decisivo”.
En esa línea, el documento al que accedió este medio advirtió que los datos “deben constituir una alerta para el diseño de políticas públicas orientadas a mejorar el poder adquisitivo de las familias argentinas, de manera de garantizarles la accesibilidad a alimentos esenciales nutricionales como frutas, verduras, lácteos y proteínas”.
Radiografía del consumo familiar
Al analizar los consumos familiares se precisó que, en el rubro carnes, se observó una fuerte concentración del consumo en pollo fresco y subproductos del mismo (51% al considerar también menudos, alitas y carcasa), en detrimento de carnes rojas (de mayor costo). Esta configuración revela “un consumo condicionado por la accesibilidad económica”, explicaron los especialistas.
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En el rubro frutas y verduras se mencionaron déficits generalizados respecto de las recomendaciones nutricionales, con reducciones superiores al 50% en frutas como banana, manzana y pera. La excepción se registra en productos de bajo costo, como la papa (28% por encima de lo recomendado) y la cebolla (48% también por encima). El tomate envasado, con un incremento del 140% respecto a lo recomendado, aparece como un sustituto directo del tomate fresco, asociado a factores de precio y rendimiento del producto.
Por su lado, el rubro harinas y legumbres, exhibió un consumo excedente respecto a lo recomendado, fuertemente concentrado en pan (57% de la participación relativa) y fideos secos, lo que revela “una dieta de alta densidad calórica (productos que generan mayor sensación de saciedad) pero con menor aporte de fibra y micronutrientes”.
En el caso de huevos y lácteos, la tendencia predominante es el déficit de consumo, particularmente marcado en productos lácteos como la leche fluida (-26% de lo recomendado), el yogur (-44%) y los quesos (entre -19% a -59% según el tipo). Sin embargo, se registra un mayor consumo de huevos (+51% de lo previsto en la tabla nutricional de INDEC), que representa el 10% del total del rubro. Estos resultados reflejan, al entender del centro de estudios, una sustitución parcial de lácteos por huevos, como fuente más accesible de proteínas, aunque con menor aporte de otros componentes, como el calcio.
Finalmente, en el rubro “otros alimentos” se advierte una alta proporción de productos calóricos de bajo nivel nutricional, como el azúcar representando el 30% del total y superando en un 45% las recomendaciones. El café, la margarina, el dulce de batata y la mermelada presentan consumos mínimos. La yerba mate, con 13% de participación, ocupa un lugar destacado como producto sustituto de otros alimentos.
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