Entre pestes y negociaciones

Entre pestes y negociaciones

Por: Mario Wainfeld. Los Fondos de inversión, poder y oscuridad. Diálogos reservados con Guzmán. Su actuación en los canjes de deuda anteriores. El Banco Central, entre la baja de intereses y la investigación de la fuga. Memorias del anterior plan de lucha de la Mesa de Enlace. Y algo más.

“Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”.

“La trama”. Jorge Luis Borges.

El ministro de Economía Martín Guzmán ya se reunió con representantes de Fondos de inversión en Nueva York y en Buenos Aires. La información se reserva con sigilo. En La Gran Manzana el ministro se costeó solo o casi solo a los encuentros, en Buenos Aires usó el cono del silencio. No se dejó registro fotográfico de las conversaciones, ni se difundió información oficial. Por eso, las listas que se publican difieren un poco. Gramercy, Blackrock, Pimco, Ashmore, Fintech, seguro. Habrá existido algún otro pez gordo o los habrá próximamente. Fidelity, Templeton… nombres ignotos para gente común.

Una minoría de personas bien dateadas sabe que esos Fondos poseen patrimonios superiores al PBI de países de mediano porte, hasta de regiones. Su inmenso poder está sometido a menos reglas que los Bancos convencionales… ni punto de comparación con los Estados. Actúan en las sombras o a la luz del día, en proporción asimétrica. Manejan o alquilan (o influyen sobre) jueces, periodistas, intelectuales, funcionarios. Comandan batallones de economistas rentados o cooptados que difunden sus puntos de vista sin beneficio de inventario.

Solo los argentinos muy politizados recuerdan que los Fondos mencionados fueron protagonistas determinantes en el canje de deuda que concretó el presidente Néstor Kirchner siendo ministro de Economía Roberto Lavagna. Adhirió a la propuesta renegociadora el 75,1 de los acreedores privados del Estado nacional. En el canje ampliatorio convocado por la ex presidente Cristina Kirchner el porcentaje escaló al 93 por ciento.

La minoría residual --compuesta casi toda por Fondos Buitres-- se inclinó por pleitear de local, en tribunales estadounidenses, sin privarse de tramar movidas de alto impacto mediático y rastrero nivel moral-legal. El célebre embargo de la Fragata Libertad acunó leyendas urbanas que siguen repicando. Las refutamos en recuadro aparte.

Esos jugadores son titulares de bonos de deuda externa. Difícil determinar cuántos por la velocidad y el secretismo con que circulan los títulos. La opacidad es clave en el negocio financiero.

El gobierno argentino aspira a cerrar un trato que postergue por años los pagos y reduzca los montos a pagar. De entrada imaginó el 31 de marzo como fecha límite para presentar su oferta de canje (un menú sofisticado de nuevos bonos). El ala optimista del oficialismo calcula que podría cumplirse ese cronograma. Muchos de sus compañeros de gestión estiman que preparar ese paquete tardará unas semanas más.

De cualquier manera, la cuenta regresiva para el día prefijado (la expresión “dead line” suena macabra) rige para todos y todas. Nadie deja de laburar, de urdir encuentros, de apuntalar el apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Los acreedores --hostiles a cualquier escrutinio público-- cuentan con apoyo formidable de una fracción vasta del establishment autóctono. Kirchner, Cristina, Lavagna les hicieron frente en otros tiempos.

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La novedad del default: Kirchner-Lavagna construyeron dos tipologías para clasificar acreedores.

*Una deslindaba entre la Banca de capitales argentinos y la extranjera. Se podía persuadir y presionar más sobre la autóctona para motivar adhesiones, acaso más fundadas en el pragmatismo (llevarse bien con la Casa Rosada) que en sentimientos patrióticos.

*La segunda espigaba en base a tres niveles potenciales de belicosidad. Los buitres a la cabeza… dejados de lado de antemano.

*Los inversores institucionales, Banca y Fondos, duros pero con intereses materiales, que podrían actuar con racionalidad.

*La tercera facción la formaban millares de ahorristas privados de países ricos. Sus bancos de confianza los habían estafado, haciéndoles creer que adquirían algo así como plazos fijos, con rendimiento generoso, preestablecido y garantizado. En verdad, compraban algo similar a acciones sujetas a los vaivenes de la timba financiera. Cuando se desayunaron, ya era tarde. Formaban una muchedumbre impredecible, muy damnificada.

Hoy en día, la gran banca y los Fondos capturan casi todos los créditos. Una clasificación de los acreedores parece más simple, la negociación no tanto.

La perspectiva del default constituye una de las diferencias con los canjes precedentes. El presidente Alberto Fernández y su ministro rockstar gambetean nombrarlo… pero dejan constancia de que lo prefieren a concretar pactos que llevarían al país a la ruina y al gobierno a la pérdida de legitimidad. Ni Megacanje como Fernando de la Rúa ni un suicidio a la griega, pongalé.

Los negociadores locales rehúsan estar condenados a una jugada única. En algún punto, extremo aunque no imposible, prefieren la incertidumbre del default a firmar su propia condena a muerte.

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Incertidumbres financieras y sanitarias: El capitalismo del siglo XXI es volátil, signado por la impredecibilidad. Los cisnes negros reflejan la torpeza, ignorancia o malevolencia de los profetas económicos. Nadie predijo la magnitud de la crisis mundial de 2008, tan sencilla de explicar una vez ocurrida.

En cada coyuntura se agregan factores que acentúan la constante incertidumbre. Las elecciones en Estados Unidos complejizan el escenario político.

Por si fuéramos pocos, la abuela contrajo el coronavirus. Nadie es todólogo, menos que nadie este cronista: ni experto en materia sanitaria ni sabio en la economía. Pero como narrador impenitente de la realidad aconseja sospechar de los pronósticos en ambas disciplinas.

Sobre las secuelas económicas de la enfermedad, se conoce lo sucedido que es suficientemente grave. El porvenir se torna indiscernible a falta de data certera sobre cómo evolucionará, cuánto durará. Los primeros impactos, de manual, son recesivos. Perjudiciales para “el mundo” y para la Argentina como correlato de las dificultades en China y Brasil. Para nosotros, llueve sobre mojado.

Ajeno al optimismo tanto como a la cándida credulidad uno no advierte como incidirá la crisis pandémica sobre las renegociaciones. Los portavoces domésticos de los acreedores (que se desempeñan como sus asesores y barrabravas en simultáneo) pontifican que los Fondos endurecerán su postura. Tal vez sea así aunque cuesta, a primera vista, captar en qué los beneficiaría sumir a la Argentina en una catástrofe.

En el devenir cotidiano el Banco Central Europeo y la Reserva Federal bajan las tasas de interés para desalentar el ahorro y propiciar el consumo. Las exangües Bolsas celebran las medidas de aroma keynesiano, contra su discurso publicado y en defensa de su plata.

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El banquero polifacético: El presidente del Banco Central Argentino (BCRA), Miguel Pesce, reduce la tasa de intereses con tenacidad y cuidado. La idea fija, compartida con el presidente Alberto Fernández, es combatir la usura financiera, un émbolo de la inflación. No el único, ay. La codicia de los formadores de precios encarece artículos de primera necesidad. La patria remarcadora aprovecha un repunte de la demanda para incrementar ganancias. La solidaridad te la debo, le transmiten sin verbalizarlo al presidente a quien saludan con euforia y le dedican el vocativo “Alberto”.

Los buenos modos del mandatario y su afán dialoguista no rinden los frutos esperados. Fernández promete ser implacable… por ahí deberá crear nuevas herramientas de gestión, tonificar los mecanismos de control e inspección. Amén de cuestionarse por qué demoró tanto en sancionarse la Ley de Góndolas.

Pesce, un funcionario de talante cortés e infrecuente capacidad para explicar, investiga por orden presidencial la fuga de capitales. El correspondiente informe se conocería en este mes. Sería valioso completarlo con referencias a quienes medraron con la corrida cambiaria de 2018 que se llevó puesta a la Argentina, al modelo M y sirvió de pretexto para el pedido de socorro al FMI, el bañero que te presta salvavidas de plomo. Varios Fondos de los que venimos hablando instigaron la debacle, se forraron en horas y fugaron una carrada de dólares.

Los nombres y apellidos de los personajes de carne y hueso enriquecidos, seguramente, se superponen con el equipazo del ex presidente Mauricio Macri. El ex titular del BCRA Guido Sandleris propaló listados de perejiles que excedieron el modesto tope del cepo M para compra de divisas. Si Sandleris cometió un ilícito debe ser investigado y eventualmente, sancionado. Si la conducta está permitida sería ejemplar copiarla para los demiurgos de la corrida y la devaluación de 2018.

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Memoria, hechos e interrogantes: De nuevo, son los Estados o las Bancas públicas quienes activan para amortiguar el impacto del coronavirus en la actividad económica. Nadie esperaría que los Fondos a que nos referimos movieran un dedo o donaran un vuelto de millones de dólares para tal fin.

“La política” y aún los sistemas democráticos son puestos en la picota cotidianamente. El capitalismo salvaje y la desigualdad que suscita tienen demasiados apologistas.

Volvamos a nuestro país. La Mesa de Enlace capturó el Ministerio de Agricultura durante el mandato de Macri. Entre los logros de Ricardo Buryaile y Miguel Etchevehere (los dueños-funcionarios) talla alto la dramática reducción de consumo de leche y carne, en particular en sectores populares y pibes. Ahora, por medidas reparadoras de Alberto Fernández y el impacto de la tarjeta alimentaria dichos consumos mejoran.

En 2008 “el campo” cortó rutas, desabasteció ciudades enteras, hasta osaron arrojar leche y otros alimentos perecederos al pavimento.

Todo lo consignado es historia, vivida y padecida. Agreguemos una pregunta. ¿Se atreverán a tanto en marzo de 2020 en medio de una hecatombe que contribuyeron a causar? ¿O su codicia reconocerá un límite, que antaño atravesaron?

Es un interrogante hipotético, al cierre de esta nota.

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