La chica de la tapa

La chica de la tapa

Por Juan Rezzano

El 10 de diciembre de 2007, Cristina Fernández de Kirchner se convirtió en la primera mujer en asumir la presidencia de Argentina por decisión de la voluntad popular. Quince años menos cuatro días después, el 6 de diciembre de 2022, Cristina Fernández de Kirchner se convirtió en la primera vicepresidenta argentina en funciones en ser condenada a prisión e inhabilitada a perpetuidad para ejercer cargos públicos. Para bien y para mal, Cristina Fernández de Kirchner es la figura de la política nacional más relevante de lo que va del siglo. Por eso, pero también por el impacto que tendrá en el escenario electoral de 2023 y, al menos, en los cuatro años que parirán las urnas que vienen, el #6D está destinado a tener lugar en los libros de Historia.

 

 

Para quienes, a pesar de todo y, ahorita nomás, a pesar del escándalo de Lago Escondido, que muestra con tenebrosa claridad el fango en el que chapotea el poder no electo, todavía creen en la Justicia que la juzgó, el deshonroso delito de “administración fraudulenta” que se le imputó es un golpe duro para la vicepresidenta.

 

Sin embargo, es al menos imprudente anticipar, en virtud de los antecedentes, que será suficiente para terminar con una carrera política marcada por los renacimientos.

 

 

A CFK la dieron por políticamente muerta por primera vez en 2008, cuando el campo se le paró de manos, y al año siguiente, cuando el Frente para la Victoria, con su marido al frente, perdió las elecciones de medio término, derrota con epicentro en la determinante provincia de Buenos Aires.

 

La dieron por terminada, una vez más, en octubre de 2010, cuando falleció Néstor Kirchner y dijeron que, sin él, sin su muñeca política, sin sus maratones de rosca con el baronaje del conurbano en la Quinta de Olivos, no sabría qué hacer con el poder, que era cosa de hombres. Dijeron, entonces, que no podría reponerse del dolor. En 2011, 54%.

 

 

En 2016 fue el peronismo que la sufrió durante sus últimos años en Balcarce 50, cuando mandó a La Cámpora a desplazarlo de los espacios de poder que le había dado su esposo, el que la dio por acabada y quiso jubilarla. Al año siguiente, para las legislativas, se encerró en sus leales, inventó Unidad Ciudadana y demostró lo que después Alberto Fernández convertiría en axioma: con ella no alcanzaba, pero sin ella no se podía.

 

En 2019 volvió a la tapa. Primero se inventó una en formato de libro y salió de gira evangelizadora. Sinceramente fue un fenómeno editorial como el que ninguna otra personalidad de la política había logrado construir. Después, cuando el peronismo no atinaba a encontrar la fórmula del éxito a pesar de la tragedia social y económica macrista, sacó el conejo de la galera: Fernández-Fernández. El diario del lunes no la deja bien parada, pero el domingo 27 de octubre de 2019 las urnas reventaron con los 12.946.037 votos que ella supo conseguir para aquel peronismo que había querido retirarla.

 

 

El experimento del Frente de Todos en el Gobierno también la mantuvo en la tapa, para bien y para mal, según quién lo mire.

 

Habrá quienes dirán que no dejó en paz al presidente que ella inventó y que su acoso permanente, en voz baja primero y a los gritos después, detonaron su gobierno.

 

Habrá quienes dirán, por el contrario, que el peronismo tiene alguna chance de salvar la ropa, justamente, por su tenacidad para marcar errores y mostrar rumbos alternativos.

 

Como sea, lo dijo Letra P: Cristina acaba de terminar de devorarse a eso que este portal alguna vez llamó albertismo nonato. En la pelea por el liderazgo, si es que eso alguna vez existió, la tapa también es para ella.

 

 

El 9 de septiembre de 2021, hace ya 15 meses, en La quinta pata, su columna de los domingos, Marcelo Falak se preguntó: “¿Cristina y Macri ya fueron?”. Intuía que no, pero no podía prever, por impensable, el capítulo más dramático que escribió la Argentina de la grieta feroz.

 

Para la chica de la tapa, para la mujer destinada a la centralidad, no alcanzaba con las muertes políticas fallidas. El 1 de septiembre quisieron matarla. Literal. Fallaron y Santa Cristina activó el eslogan y el clamor: CFK 2023.

 

Este martes, en su cadena nacional por YouTube, volvió a ganarse la tapa con otra patada al tablero. “No voy a ser candidata a nada”, gritó y -no fue magia- cambió el foco: el tema es la política, no la corrupción.

 

El autor de esta nota no le cree. El llano, ese al que prometió volver para que la metan presa, es un lugar ajeno para la chica de la tapa.

 

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