La salida de Analía Costantini puso en tela de juicio la gestión del sistema sanitario en la Provincia. Con la llegada de María Lorena Ross, el Ejecutivo de la jurisdicción sureña pretende dar un giro técnico para enfrentar una crisis estructural que sigue sin resolverse.
La renuncia de la Dra. Analía Costantini como ministra de Salud de Santa Cruz, confirmada entre silencios oficiales y gestos elocuentes, fue apenas el desenlace de una historia conocida, largamente anticipada por señales que se fueron acumulando a lo largo de los últimos meses. El progresivo deterioro del sistema público de salud, las quejas reiteradas desde hospitales del interior, la presión de los gremios y la ausencia visible de la ministra en momentos clave, anticipaban que su salida del gabinete de Claudio Vidal era cuestión de tiempo.
Desde diciembre de 2023, cuando Claudio Vidal asumió como gobernador, la salud pública se convirtió en un frente caliente, complejo y cargado de tensiones. El área sanitaria, históricamente relegada en la agenda de prioridades provinciales, empezó a ocupar titulares y agendas políticas de manera constante. El gobernador no tardó en calificar la situación heredada como crítica y ordenó las primeras medidas de emergencia.
Sin embargo, los resultados no llegaron al ritmo esperado. Con tres cambios ministeriales en menos de dos años, reclamos gremiales en aumento, hospitales al límite de su capacidad operativa y una creciente desconfianza social, la salida de Costantini no sorprendió a nadie: fue, simplemente, la crónica de una salida anunciada, producto de una crisis que ninguna gestión, hasta ahora, se logró revertir de fondo.
Un sistema que ya venía fracturado
Vidal encontró al asumir un sistema sanitario golpeado por años de desinversión, con problemas profundos que rápidamente calificó como "estructurales". El 14 de diciembre de 2023, apenas cuatro días después de asumir, se reunió con el entonces ministro Ariel Varela y su equipo. El diagnóstico fue lapidario: hospitales sin insumos, escaso personal médico y un desorden administrativo que obligó al mandatario a ordenar una auditoría urgente. “Este gobierno no tiene compromisos políticos con ningún proveedor”, advirtió entonces, en un intento por marcar distancia con la gestión anterior.
Equipos abandonados en el Hospital Regional de Río Gallegos, una de las primeras denuncias.
En octubre de 2024, en busca de un giro, designó a la pediatra Analía Costantini al frente de la cartera. La expectativa era alta: prometía “un sistema de salud más justo y equitativo”, y se mostraba comprometida con el acceso universal. En sus primeros meses, impulsó campañas como la vacunación contra el Virus Sincicial Respiratorio para embarazadas y realizó relevamientos en el interior junto a la OPS. Pero mientras se sumaban iniciativas, los hospitales seguían colapsados. La falta de médicos, de insumos y de estructura se hacía sentir en cada rincón de la provincia. Y la respuesta del personal de salud, que sostenía con esfuerzo cotidiano lo insostenible, no tardó en llegar.
En ese marco, la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA) fue tajante en su diagnóstico. El gremio pidió un reordenamiento profundo del sistema de salud. “Luchamos contra la falta de gestión y la falta de una política de Salud Pública clara, teniendo faltante de insumos de todo tipo, falta de mantenimiento edilicio e infraestructura sanitaria”, denunciaron. Y apuntaron al corazón del problema: “La falta de profesionales no es casualidad, tiene que ver con sueldos que no cubren la canasta básica y que no atraen a nuevos médicos”.
Ese mensaje, dirigido al propio gobernador, fue acompañado por una advertencia: “El sistema sanitario hoy precisamente no tiene rumbo”, afirmaron, y exigieron que la nueva conducción tuviera conocimiento, capacidad de gestión y sensibilidad. También reclamaron diálogo institucional: “El Ejecutivo debe entender que tiene que trabajar en conjunto con las entidades sindicales para acuerdos importantes”.
La reunión de Caleta Olivia: quiebre y decisión
La presión gremial, sumada a la incomodidad de intendentes y directores hospitalarios, derivó en una reunión convocada por Vidal en Caleta Olivia el 30 de junio. Fue un encuentro reservado, pero cargado de simbolismo: no asistieron ni Costantini ni Varela. En sus redes, el gobernador fue directo: “Hablamos con claridad sobre cómo estamos, qué hay que corregir y qué decisiones tomar”. Frente a todos los directores médicos, enumeró los males del sistema: falta de planificación en las compras, vencimientos de insumos, tercerización innecesaria de tratamientos. “Cuando el hospital público no responde, el paciente va al privado. Y esa deuda la paga el Estado. Eso tiene que terminar”, sentenció.
La postal de unidad sanitaria que dejo el encuentro en Caleta Olivia.
También se abordó un problema recurrente: la escasez de médicos en el interior. Vidal reconoció que es imprescindible ofrecer incentivos para que los profesionales se radiquen en zonas alejadas. “Las guardias vacías son el pan de cada día”, repitió. Ese mismo día ya se daba por hecho que Costantini ya había presentado su renuncia. Nadie lo desmintió.
Ross y el intento por torcer el rumbo
El 3 de julio, en el Salón Blanco de Casa de Gobierno, Vidal puso en funciones a la Dra. María Lorena Ross, hasta entonces directora médica del Hospital de Puerto Deseado. Cirujana, gestora, con buen diálogo con los equipos, Ross asumió con tono calmo pero firme. “La salud es un derecho humano”, dijo y enfatizó que: “No es fácil, pero necesitamos compromiso de todos”.
El gobernador, por su parte, fue autocrítico: “Estamos en falta, hay mucho que mejorar”. También deslindó responsabilidades en el gobierno nacional, recordando la interrupción de programas como el envío de medicamentos oncológicos. “Ante la falta de envíos desde Nación, salimos a hacernos cargo”, afirmó. Pero aclaró que no todo depende de la Casa Rosada: pidió más control, más eficiencia y más compromiso interno.
Hace unos días la Dra. Ross juraba como nueva funcionaria.
En ese sentido, explicaron que “la designación de la Dra. Ross responde a la necesidad de fortalecer la gestión con criterios técnicos y capacidad ejecutiva”. Sobre infraestructura, aseguraron que “se está contemplando un plan integral de mejoramiento edilicio y equipamiento”, y que garantizaría “la total transparencia en los procesos de compra y distribución de insumos médicos”.
Ross anunció que su prioridad es garantizar medicamentos esenciales, agilizar los turnos con herramientas digitales y mejorar las condiciones laborales del personal. Quiere un sistema más ágil, más cercano, menos burocrático. Pero sabe que no será fácil. “Vamos a trabajar en mejorar el abastecimiento, avanzar en la trazabilidad de insumos, ordenar las compras y escuchar a los equipos”, dijo.
Ross asume en un contexto adverso. El sistema no solo está golpeado por la desinversión y la falta de recursos: también arrastra años de descoordinación entre niveles de atención y una cultura administrativa ineficiente. A eso se suma la desconfianza de los trabajadores, la rotación de ministros y las expectativas sociales cada vez más urgentes.
En ese escenario, la ministra Ross camina una delgada línea entre la gestión técnica y el desgaste político. Su éxito dependerá no solo de su capacidad personal, sino también del respaldo que reciba del Ejecutivo, de la coordinación con Nación, y sobre todo, de su diálogo con quienes sostienen todos los días el sistema desde adentro: los trabajadores de la salud.
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