Calma, calma, que no pasa nada grave

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. El país está viviendo días de agitación y temblores, en los que cuesta mantener el ánimo templado, la cabeza fría y la boca cerrada. Sobran nervios y excitación, falta sosiego. 

En pleno estallido de los mercados, con el dólar y el riesgo país por las nubes, Tinelli le pidió al Gobierno: "¡Por favor, hagan algo!". Evidentemente, o Marcelo se lanzó a la campaña o no está en sus cabales. Al Gobierno hay que pedirle otra cosa. "Muchachos, de onda se lo decimos: no hagan nada, dejen todo así".

De hecho, prometieron relanzar el programa Precios Cuidados e hicieron tal desbarajuste inflacionario que la gente lo rebautizó: Cuidado con los Precios. Ahora hablan del plan Precios Esenciales, que no deben de ser tan esenciales porque no terminan de aparecer. Se la dejaron picando a Página 12, que tituló en la tapa: "Lo esencial es invisible a los ojos".

La que entiende a la perfección la clave del momento es Cristina, que desde hace meses se ha llamado a silencio. Silencio que la mortifica y flagela, porque nada le gusta más que escucharse, pero que le rinde en votos. Cuando ya no soportaba estar callada, cuando fue descubierta discurseando frente a un espejo mientras Parrilli ponía un audio con aplausos ("Más fuerte, pelotudo", le ordenaba ella), Máximo le permitió canalizar ese impulso irrefrenable a través del libro que acaba de lanzar: Sinceramente . El título, lo digo sinceramente, me parece buenísimo. Un hallazgo. Que Cristina intente ser sincera es toda una novedad, no solo editorial. En la ya célebre encuesta diaria de Anarquía Consulting, en el programa de Marcelo Longobardi en Radio Mitre, aparecieron sugerencias para próximos libros. Por ejemplo, el de Hebe de Bonafini:Amablemente. El de D'Elía, Educadamente. Sumo otras propuestas. El de Yomeamo Lavagna: Humildemente. Y el de Veleta Massa: Firmemente. ¿El de Macri?Lamentablemente.

Todavía no compré el de Cristina, ya convertido en best seller, pero me dicen que tiene solo tres capítulos, todos con el mismo encabezamiento: "Sinceramente, en mi gobierno no hubo inflación"; "Sinceramente, me sorprende la fortuna de mis funcionarios", y "Sinceramente, Florencia está rebajoneada". Otro hallazgo fue usar la misma tipografía de la marca de cuadernos Rivadavia, para competir con los Gloria en los que escribía Centeno. Qué lástima, a último momento le sacaron la ilustración que iba debajo del título: un bolso.

Prudencia, prudencia, prudencia. Esa debería ser la consigna de nuestros líderes en estas horas aciagas. Lilita llega a Córdoba y se alegra de la muerte de De la Sota. El exgobernador Alperovich le hace saber a una periodista que lo está entrevistando que es muy linda. Leandro Báez declara en la Justicia que si quieren averiguar cómo funcionaba el esquema de corrupción tienen que hablar con su padre, no con él. Bonadio responde al avance de Cristina en las encuestas ampliándole el procesamiento, para que quepan más delitos, todos los delitos que sean posibles. El sindicalista aeronáutico Pablo Biró insta a "voltear el Gobierno". Y el inefable Guillermo Moreno pide robar con códigos. "Si algún muchacho quiere vivir de lo ajeno, que lo haga, pero con códigos". Un tuit podría decir: de los creadores de "tenemos que dejar de robar por dos años" ahora llega "robemos, pero con códigos". Le pregunté a Morenito qué significa, en la jerga kirchnerista, robar con códigos. Me explicó. Primero, no robarles a los pobres: solo clases media y alta. Segundo, no robar pesos, sino dólares: robarle al imperio, no al país. Y tercero, devolver en inversiones todo lo robado: si te hacés casas, impulsás el sector de la construcción; si comprás autos, reanimás el mercado automotor, y si ponés casinos, alentás la industria del entretenimiento. "La plata robada tiene que volver al pueblo", dice Moreno.

Lo que pasó anteayer en la inauguración de la Feria del Libro es otra demostración de que no está primando la cordura. Como el año pasado, un grupito que bien podría estar a las órdenes de La Cámpora fue a sabotear el discurso del secretario de Cultura, Pablo Avelluto. Yo estaba ahí y sentí una gran pena. Se me caían las lágrimas. No por Avelluto, que siguió hablando como si nada. Por ese grupo. Me hizo acordar a algo que dijo tiempo atrás una diputada española. "Toda operación revolucionaria necesita soldados rasos suficientemente ignorantes y entregados". Mi reacción en la Feria fue ponerme a cantar: "¡Ig-no-rantes, ig-no-rantes!". Los muy guachos me ignoraron.

Solo dos argentinos están tratando de calmar los espíritus. Uno es el Papa, que no se limita a mandar rosarios de regalo. En privado, baja la indicación -a Grabois, a los Moyano y a muchos más- de que no quiere violencia en las calles. El otro es Rodolfo D'Onofrio, al hablar de un estadio único para River y Boca, en Núñez. Obviamente no va a prosperar, pero es la única propuesta que se conoce para cerrar la grieta.

En fin, pido por favor que apacigüemos los ánimos, bajemos el tono, controlemos los impulsos. Como quiero predicar con el ejemplo, no sé si notaron que esta columna fue un remanso de paz y concordia. Me despojé de chanzas e ironías. Me propuse no gastar a ningún dirigente, a ningún gobernante.

Se gastan solos.

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