El Borda cumple 150 años hundido en una crisis de personal e infraestructura

Tiempo Argentino recorrió el neuropsiquiátrico a horas de su sesquicentenario. Las obras de "maquillaje" en el sector administrativo contrastan con el abandono de las salas de internación, la falta de gas y de nuevos nombramientos.

El Hospital Borda cumple hoy 150 años. "Lo celebramos pero no lo festejamos", concluyeron en asamblea los trabajadores, cansados de tantos meses sin respiro. El neuropsiquiátrico modelo del país, pionero en investigación y docencia a nivel mundial, llega a su sesquicentenario con una decena de trabajadores llamados a indagatoria tras el ataque de la Policía Metropolitana, que no tiene ningún efectivo imputado. Y con un 25% de su población sin calefacción a gas, desde que se cortó ese servicio en la Semana Santa de 2011.

La fachada pintada, pasillos arreglados, nuevos carteles y muchos obreros trabajando reciben a Tiempo Argentino en su recorrida. Pero en el lugar se habla de dos tramos diferenciados. El primero es ese visible, al llegar, en la planta baja. Con una salvedad: todo ese sector es administrativo, no tiene pacientes internados. Lo llaman "el camino de la reina", en referencia a la vicejefa de gobierno porteña, María Eugenia Vidal. Según aducen los trabajadores, el plan original de obras arrancaba en la parte de arriba, donde están los internos crónicos, pero la funcionaria lo modificó hace pocos meses llevándolo abajo, en atención a la campaña electoral y a una recorrida que hace rato planea hacer. Otro nombre tiene el sector donde están los pacientes. Es "el camino de los plebeyos", el "olvidado".

Según el último relevamiento del Comité de Crisis, todas las torres laterales están sin calefacción con gas. En ambas se alojan pacientes crónicos. Como primera medida, el gobierno porteño colocó placas de Ecosol, que no funcionaron. Después optaron por aires acondicionados domésticos, "que ya nos dijo el encargado que para el invierno que viene no van a funcionar, porque están 24 horas seguidos prendidos", dijo la psicóloga Silvia Painceira. De 79 que instalaron, 22 ya están fuera de servicio.

En la unidad 17, la cocina es la ruina museística de un servicio que supo brindarse en el lugar y que hoy está privatizado. Tras la cena, aparecen en manada las ratas. Al comedor le sacaron la televisión, elemento trascendental en la vida cotidiana de los internos, tanto como el mate o el cigarrillo. El gas y el agua tampoco les llegan.

El camino sigue por las terapias regulares, el laboratorio de análisis clínicos y la sala de odontología, con humedad, falta de luz, 16 ventanas rotas, falta de mangueras y matafuegos, puertas oxidadas y filtraciones. El abandono de las dos alas laterales lo atribuyen al anuncio de derribarlas que hizo al asumir la actual administración de la Ciudad.

En el servicio 18 se da otro de los llamados "espejismos" de la obras de remodelación en el Borda. Decidieron "poner en valor" la cocina, casi en desuso, y en cambio no tocaron el comedor lindero, donde pasan gran parte del día los 33 internos, que volvieron a sufrir otro invierno sin gas.

En los baños que decidieron pintar, ocurren casos como el de la Unidad 18, donde no cambiaron el centenario desagote horizontal ni le pusieron enduido. Las manchas de humedad volvieron a aparecer en menos de tres meses. El de enfermeros de la 17 está clausurado, igual que los de personal de la 18 y la 3: la empresa a cargo los dejó sin terminar.

Los trabajadores hablan de "obras de maquillaje" y de falta de control en los trabajos: "Este no es cualquier lugar. Es peligroso dejar cosas tiradas, agujeros sin tapar o caños externos a mano de pacientes psiquiátricos. Necesitás piso antideslizante en las bañeras, pasamanos en las duchas, barandas en las escaleras", destacó Daniel Blanco, secretario de ATE Borda. Y sugirió la intervención de la auditoría "para conocer cuánto llevan gastados. Lo hacen por diferentes empresas, sin licitación. Se habla de al menos 50 millones."

El psiquiatra Lucio Mastandrea, coordinador del Comité de Crisis, comentó: "El modo actual de hacer las obras nunca se nos consultó. Fue más por pedido de la justicia. La prioridad debía ser las áreas con pacientes internados." La emergencia que declaró el director del Borda por estrés postraumático tras la represión del 26 de abril, nunca se levantó.

El asbesto en el Taller Protegido 19 fue la excusa para el ingreso de 400 agentes de la Metropolitana aquella mañana, que arrancó en demolición y terminó en violencia. Pero los escombros con polvo cancerígeno siguen tirados ahí. "Esto no va a ser el Centro Cívico, ya es el Monumento a la Represión", anuncia el psicólogo Gabriel Cavia, de la Asociación de Profesionales del Borda, mientras reparte barbijos.

El neuropsiquiátrico tiene 950 trabajadores, 150 menos que hace cinco años. A 60 les llegaron descuentos de hasta 600 pesos por auditorías internas nunca informadas. A los sucesivos retiros voluntarios se suman las vacantes desfinanciadas, lo que lleva a que ninguno de los 30 servicios de internación tenga el equipo interdisciplinario que sugiere la ley. Se habla de un médico cada diez pacientes, pero en la Unidad 18 sólo existe una jefa de servicio y una psicóloga para 33.

Para Blanco, "el manicomio no es un lugar, es una conducta. Podrán cerrar diez Bordas, pero lo que debe cambiar es la mirada hacia el marginal, de tenerle miedo o no soportar el temor de que algún día vayas a ser igual, y entonces lo encerrás." Actualmente, el Borda tiene 70 internaciones por mes, y 650 pacientes fijos, la mitad de los que había una década atrás, mientras que los ambulatorios ascienden a 2500. "Por eso, el presupuesto no se puede medir por cantidad de camas. En seis años no se creó un solo dispositivo intermedio, como casas de medio camino, con lo cual el embudo que lleva gente al Borda sigue funcionando. Y se cae en mayor reinternación", explica Cavia. "Incluso, estamos atendiendo mujeres, que antes no se hacía."

El psicólogo recordó que uno de los dos internos más gravemente heridos el 26 de abril era paciente suyo. Ante la represión, saltó la pared que separa al hospital de la calle Brandsen y se fracturó el hueso calcáneo. Justo antes le había preguntado a Cavia: "Si nos sacan de acá, ¿adónde vamos a ir?" «

"yo sé que macri piensa lo peor"

En la unidad 18 se aloja Luis, que llegó hace 14 años de Santa Fe. A diferencia de la gran mayoría, tiene a su madre que lo puede albergar. "Pero yo no me quiero ir. Acá estoy mejor atendido que en una clínica privada. Mirá que estuve en la San Martín de Porres. Acá con las cirugías me salvaron la vida. Tuve ocho." Lo dice en su silla de ruedas, moviendo las manos y señalando sus riñones, los que motivaron la mayoría de las intervenciones. A su lado, su compañero Juan repite que el problema es "organizar bien el presupuesto" y sugiere que "para todo en la vida hay que hacer una buena representación gremial". Luis aprovecha a hacer un pedido: "Al señor Macri que se entere que no llegan todos los remedios. Me tuve que comprar con mi plata la cinta hipoalergénica. Yo sé que él piensa que somos lo peor." Juan pide "que proceda menos y haga más", cuenta que el 26 de abril sintió "impotencia" y se lamenta: "Tenemos que andar muy abrigados." Llegó en el '89. "Desde que subió Menem". Se queda callado, observa el pasillo donde se encuentran, y acota: "Cuando estuvieron los albañiles nos reventaron la luz de los baños."

historia de una institución emblema

En terrenos que habían sido de la Sociedad Filantrópica, el 11 de octubre de 1863 inauguraron la "Casa de Dementes Hospicio de la Buena Ventura" en homenaje a Ventura Bosch, que había impulsado su construcción cuando ya atendía "dementes" en el Hospital General de Hombres. El nuevo lugar arrancó con 122 pacientes, dos más de los 120 permitidos. "El Hospicio nació insuficiente", dijo luego Lucio Menéndez, segundo director. En 1886 la Facultad de Medicina crea el curso de Clínica Psiquiátrica, y pasa a llamarse Hospicio de las Mercedes.

A finales de siglo XIX incorporan talleres de oficio, a los pacientes que trabajaban se los remuneraba con 10 centavos por día para un fondo que recibían al retirarse, y Carlos Thays diseña sus jardines donde en parte de ellos quieren instalar el Centro Cívico. El prestigioso doctor Christofredo Jakob instala su histórico laboratorio de anatomía patológica, hoy abandonado. En las últimas dos décadas varios funcionarios porteños hablaron de achicarlo, o demolerlo, que derivó hasta la represión de abril, inédita en la historia mundial de los neuropsiquiátricos, según se dijo en el reciente Congreso Mundial de Salud Mental. A la institución emblema casi no le quedan áreas de investigación.

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