Por el abandono del hotel Hurlingham, intimarán al dueño a ponerlo en valor

Por el abandono del hotel Hurlingham, intimarán al dueño a ponerlo en valor
Fue clausurado hace más de ocho años y su fachada es decadente. Hubo consultas para realizar un proyecto inmobiliario, pero ninguna presentación oficial.

"Comandante Chávez". "Hasta la victoria siempre". "Cristina conducción". "Acá no se rinde nadie". Hace tiempo que las consignas políticas y las pintadas son parte de la fachada del histórico hotel Hurlingham, que sus puertas y ventanas están tapiadas y que su pobre imagen se divorció de su rica historia.

Enclavado sobre Boulevard Marítimo frente a la bahía de Varese, el establecimiento fue un icono del turismo gremial en los años dorados del peronismo. Ahora, la única señal que invita al optimismo es un cartel que colocó en una de sus medianeras una inmobiliaria de La Plata. "Mar del Plata tiene casi todo", dice. Y, debajo de un gran signo de pregunta, agrega: "Aquí se está creando lo único que le falta".

Según funcionarios municipales consultados por LA CAPITAL, no hay ningún proyecto presentado en la comuna para invertir en el lugar. "El cartel es para promover la venta", interpretó el subsecretario de Control, Adrián Alveolite. Y aseguró que el municipio intimará al titular del dominio a poner en valor la propiedad.

Hace tres años, algunos medios de Mar del Plata publicaron que el viejo hotel había sido comprado por 6 millones de dólares por Rudy Ulloa Igor, ex chofer de Néstor Kirchner. Pero fue el ex presidente de Gimnasia y Esgrima La Plata, Juan José Muñoz, quien lo compró en el remate judicial que siguió al concurso judicial del inmueble.

Muñoz, que dirigió la institución platense entre 2004 y 2007, fue asesor de Aníbal Fernández y trabajó en la Mutual de Trabajadores del Estado, es recordado por muchos porque en un partido de su equipo frente a Boca ingresó al vestuario del árbitro Daniel Giménez para reprocharle algunos fallos, por lo que el juez suspendió el juego.

Lo concreto es que el dirigente falleció en mayo de este año y que ahora son sus hijos los dueños del hotel y sus terrenos adyacentes. "Antes de su fallecimiento se hizo una consulta sobre qué posibilidades de construcción había en el lugar, pero en el municipio no fue presentado ningún proyecto", contó el secretario de Planeamiento Urbano, José Luis Castorina.

El funcionario dijo que, de acuerdo con las normas vigentes, no se puede hacer una construcción más alta de la actual, y que sólo es posible edificar hasta "entre ocho y diez pisos" en la esquina aledaña.

Auge y decadencia

El Grand Hotel Hurlingham fue proyectado en 1937 por el estudio Miglierini de la ciudad de Buenos Aires e inaugurado en 1939. Su dueño era Martín Durruty.

La construcción original se levantaba sobre un lote de 1.936 metros cuadrados, con una superficie cubierta de 8.365 metros y otros frentes por calles Pellegrini y Gascón.

Como fue construido sobre una barranca desprovista de otras edificaciones, el hotel causaba un gran impacto.

"Puede incluirse este edificio en una corriente del racionalismo, el yacht style o 'estilo yate', de clara inspiración marinera, que tuvo sus raíces en Europa en los años '20 del siglo pasado", escribió en 2011 la arquitecta María Isabel Fernández, investigadora de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

"La impronta del estilo yate puede verse en los ventanas de los baños (ojos de buey) y en los ángulos redondeados de los volúmenes prismáticos. Pero es en las construcciones que rematan el conjunto y en las terrazas aledañas donde el estilo yate se expresa con mayor libertad y le otorga un carácter original. Esta parte recrea el puente de mando de un navío, y cada detalle contribuye al efecto: las ventilaciones que se curvan y las barandillas metálicas que bordean las terrazas", describió.

El hotel fue adquirido en 1948 por la Federación de Empleados de Comercio, cuyo secretario general era Angel Borlenghi, ministro del interior de Perón.

En esa época recibió grandes contingentes de turistas y hasta cambió de nombre: se llamó Eva Perón. Sus salones, con amplios ventanales que daban al mar, fueron escenario de grandes eventos sociales.

El gremio de los empleados de comercio lo retuvo hasta 1992, cuando lo vendió a un privado. Entonces empezó su decadencia.

Clausura, veto e intimación

En el inicio de la década del 2000, el Hurlingham era alquilado a contingentes del interior del país a través de agencias de turismo. Pero en la temporada 2004/2005, ante sus serias irregularidades edilicias, fue clausurado por la Dirección de Inspección General.

En febrero de 2011, el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad un proyecto de su entonces presidente, Marcelo Artime, para crear un programa de puesta en valor y funcionamiento de los edificios Chateau Frontenac (Alvear y Bolívar), Royal (diagonal Alberdi y Santa Fe) y Hurlingham.

El objetivo era atraer inversiones de capital privado para preservar el patrimonio arquitectónico. Lo que hacía, en rigor, era habilitar la construcción de edificios algunos metros más altos que los que permitía el factor de ocupación de la zona. Aclaraba, eso sí, que las nuevas inversiones no podían afectar el barrio ni los valores patrimoniales.

Resultó curioso que el intendente Gustavo Pulti no pusiera reparos en cuanto al Chateau Frontenac ni al Royal pero vetara la parte de la norma que hablaba del Hurlingham.

Con todo, en junio de este año el edificio fue tapiado a pedido del municipio, que ahora apelará a la ordenanza 12.562 para intimar al los dueños del inmueble a ponerlo en valor. Esa norma declara de interés público la inspección obligatoria, conservación y mantenimiento de las fachadas y muros medianeros de los edificios públicos y privados que tengan una altura superior a nueve metros y una antigüedad de más de diez años.

Los propietarios están obligados a verificar periódicamente, reparar y mantener en buen estado de conservación los balcones, los parapetos de terrazas, los muros externos y, en general, toda la fachada de esos inmuebles. Algo que la historia del Hurlingham reclama a gritos.

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