Cuatro economistas, Magdalena Rúa, Iván Carrino, Leonardo Chialva y Eduardo Levy Yeyati, analizan el costo de la pandemia y las dificultades para la recuperación, por la retracción del consumidor y caída del comercio exterior
Por la coronacrisis, el Gobierno argentino estima una caída de la economía para este año que tiene un piso del 6,5% de acuerdo con un informe reservado del Ministerio de Economía. El aislamiento social preventivo y obligatorio que impactó en la actividad sigue siendo el principal tema de debate cuando el país se encamina a cumplir tres meses de cuarentena, más estricta en la región metropolitana. Esto quedó en claro con los planteos que le llevaron al presidente Alberto Fernández una docena de los empresarios con mayor poder en el país, y las cámaras comerciales que reclaman avanzar hacia la reapertura o flexibilización para recuperar la actividad económica.
La apertura fabril y comercial no es el único aspecto. Desde varios sectores están advirtiendo que la crisis provocada por el coronavirus determinó también una retracción en el consumo por los cambios de hábitos y por la incertidumbre, además de la caída de ingresos.
“Aun en los países en los que no hay cuarentena obligatoria, la gente deja de trasladarse y concurrir a los comercios y consumir para no contagiarse”, afirma Magdalena Rua magíster en Economía Política e investigadora. “Entonces hay una caída del consumo generalizada que impacta en el PBI y en el ingreso de las empresas”, agrega.
“Por más que los gobiernos no impongan cuarentenas estrictas, la gente deja de movilizarse e ir al trabajo por una actitud de precaución. Por ejemplo, bajó mucho la actividad de la gente en entros comerciales”, coincide Leonardo Chialva, economista de la consultora Delphos.
Iván Carrino, magíster en Economía y consultor, también entiende que hay una crisis de la demanda: “Incluso los países menos restrictivos tomaron alguna medida. Por ejemplo, en Suecia los bares no pueden dejar ingresar su capacidad total”.
El otro problema para los países que no se cerraron es que igualmente se desplomó el comercio exterior. “La caída de la actividad no se debe sólo a la cuarentena. Economías industriales integradas de forma global, como Suecia, sufrieron la interrupción de insumos provenientes de otros países, así como el desplome del turismo”, explica Eduardo Levy Yeyati, economista de la consultora Elypsis y decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT.
Chialva agrega a esto que el problema también está en la baja de la demanda externa: “Un fabricante de cajas de cambio, por más que no esté en cuarentena, si no se venden autos no tiene a quién venderle”, ejemplifica.
"El problema de la economía es la pandemia, no la cuarentena" so fue lo dijo el Presidente hace dos semanas en una entrevista televisiva, a la hora de defender la continuidad del aislamiento y en rechazo de los cuestionamientos de un sector de la oposición. Como previa, un informe de una asociación que nuclea a gran parte del establishment financiero difundió que espera que Argentina sufra una crisis "colosal", similar a la ocurrida entre 1998 y 2002. Los principales bancos comerciales y de inversión del mundo empeoraron lo estiman que la economía argentina caerá 9,7% más que el promerio de 7,5% de la región, como se plasmó en un informe del Institute of International Finance (IIF).
“Nadie niega que la pandemia tiene un efecto negativo, pero muchas empresas podrían hacer algo más y que la economía caiga pero menos”, afirma Carrino, habitual colaborador de la Fundación Libertad y Progreso. “La cuarentena es un golpe adicional”, agrega.
Este “golpe adicional” del que habla Carrino se ve para Chialva en los casos de Brasil y Argentina: “Brasil cae pero la mitad, porque tiene una cuarentena menos estricta”. Por eso, diferencia, los países con un aislamiento más relajado caen ciertamente, “aunque sea al 10%”, pero “no el 30% como se espera que caiga Estados Unidos”.
Para otros economistas, en cambio, la cuarentena puede incluso ayudar a que la pandemia no dañe la economía todavía más. “Una buena administración de la política de aislamiento, con medidas de protección para que las actividades esenciales no desparramen la pandemia” sirven para “ordenar la economía” y “sostener el habitual desenvolvimiento de la población”, afirma Rua, magistrada en FLACSO. “Lo que perjudica a la economía en definitiva es la pandemia, no el aislamiento obligatorio”, expresa en la misma sintonía que Alberto Fernández.
Levy Yeyati, por su parte, cree que se deben distinguir los diferentes momentos del aislamiento: “Sin la cuarentena, la aceleración de contagios tiene efectos socioeconómicos. El consenso hoy es que la cuarentena temprana cumplió un rol preventivo importante”, por ejemplo en Argentina. Pero, agrega, “con el tiempo, los dividendos de sostener una cuarentena estricta disminuyen y su costo socioeconómico aumenta”.
Pero otros, casi al contrario, muestran que es posible usar el argumento del Presidente para relajar el aislamiento. “Fernández dice que tenemos que seguir con la cuarentena estricta, pero él mismo afirma que si se libera la economía la gente no va a ir a los comercios”, dice Carrino. Esto, explica, “es un argumento a favor de flexibilizar la cuarentena, porque quiere decir que la gente tomó conciencia”.
Otro argumento ligado a este es que, entonces, la actividad económica sería más o menos la misma con o sin cuarentena. Aunque Chialva no lo expone en esos términos, sí dice que mientras que en Suecia bajó la actividad comercial, “en países en los que, al contrario, la cuarentena ha sido estricta, la gente luego de mucho tiempo deja de cumplirla”.
Suecia, Noruega y la polémica
En la conferencia de prensa de extensión de la cuarentena del 8 de mayo, Alberto Fernández fue claro en su idea. Argentina privilegió la salud de sus habitantes y hoy tiene que lamentar relativamente pocos muertos, aunque caiga su economía. Suecia, en cambio, privilegió la economía y los muertos fueron muchos más, y no sirvió de nada porque su economía cayó pavorosamente de todas formas.
Desde ese momento, el “modelo sueco” para enfrentar la pandemia se convirtió en epicentro de disputa ideológica entre los economistas, al punto de que casi se podría decir: “Dime qué opinas sobre el caso de Suecia y te diré qué clase de economista eres”.
Para Rua no hay dudas de que, en lo que respecta al coronavirus, el país nórdico es un mal ejemplo: “Las estadísticas muestran que los resultados no son buenos. Todas las proyecciones del Banco Central de Suecia son muy sombrías”, afirma. Y detalla que “el mejor escenario es que su PBI va a caer un 6,9% y el peor que tendrá una caída del 9,7%. Mientras que se pronostica que sus vecinos que sí aplicaron el aislamiento obligatorio tendrán una caída menor: Finlandia de un 6% y Dinamarca de un 6,5%”.
Para Carrino, sin embargo, cifras como estas son relativas: “No se sabe cuánto van a caer. Los datos que hay son estimaciones del FMI”, advierte. Además, contrasta estos números con los de desempleo, que “en Noruega pasó del 4% al 14% y en Suecia pasó del 7% al 8%”.
También señala que los números de caída deben verse en perspectiva, ya que, por ejemplo, “Argentina caerá muchísimo, pero al caer de un piso bajo cae menos que otro país como Brasil”.
Levy Yeyati considera que “es curiosa la comparación entre Suecia y Noruega, ya que la primera reconoce que debió haber sido más estricta y la segunda que pudo haberlo sido menos”.
Además, aduce que el costo económico de la cuarentena debería ser puesto en perspectiva respecto “del crecimiento esperado antes y después”. Como ejemplo, afirma que “la revisión a la baja del crecimiento en Uruguay será menor que en Argentina, pero que esta comparación “pasa por alto las diferencias en la composición del producto y la respuesta de política pública” de ambos países.
Chialva, por su parte, cree todavía es temprano para argumentar sobre el modo en que Suecia combatió al virus: “Para criticar el modelo sueco o hablar a su favor va a haber que esperar mucho. Hoy no se puede científicamente sacar conclusiones”, expresa. Para él, “su sistema de salud no se desbordó, con lo cual lo que sí han tenido es todo el impacto aglutinado en un determinado momento”. En cambio, dice, “Argentina tuvo que imponer una cuarentena estricta porque tiene un sistema de salud muy endeble”.
En ese sentido, sugiere que “tal vez el año que viene los números indiquen que la tasa de mortalidad en Suecia es muchísimo más baja que en cualquier otro país del mundo”.
“Yo diría que no podemos contar solo las muertes”, agrega Carrino. “Hay riesgos y elementos para prevenirse. La gente debería decir si quiere tomar esos riesgos o no. Hay una cuestión de libertad y responsabilidad individual”, explica.
También se pregunta “qué pasará cuando Noruega o Dinamarca vuelvan a tratar de tener una normalidad, porque al haber tenido una cuarentena estricta no hay tantos habitantes con anticuerpos y por eso tal vez tengan más muertos”.
“No es que tal país tuvo más muertos porque tuvo menos cuarentena. Hay que hacer un estudio más amplio con más variables como edad, densidad de población, comorbilidades, etc.”, concluye Carrino.
De cualquier manera, el principal ideólogo de la estrategia de sueca frente a la pandemia, el epidemiólogo y asesor del gobierno Anders Tegnell, reconoció el miércoles pasado que su plan no fue el más adecuado.
“Claramente existe un potencial de mejora en lo que hemos hecho”, admitió Tegnell a una radio de su país. El médico dijo que, de contar con la información actual, seguramente hubiera tomado un camino intermedio entre lo llevado a cabo en Suecia y lo hecho en el resto del mundo.
“Sí, absolutamente”, contestó, según la BBC, cuando se le preguntó si había habido demasiados muertos en muy poco tiempo.
No todo es tan lineal, sin embargo. Un día antes, la primera ministra de Noruega había admitido que “tal vez no” era necesario cerrar las escuelas y que había tomado varias de las medidas de confinamiento por “miedo” a que suceda lo mismo que en Italia.
Buen recordatorio de que los líderes políticos no son iluminados. Cada quien, de todos modos, elige qué defecto señalar.
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