Cristina le interviene a Echegaray el control del comercio exterior

Cristina le interviene a Echegaray el control del comercio exterior

Creó una unidad para recortarle poder. Una feroz interna saldada a favor de Kicillof y Capitanich. El antecedente P&G.

Cristina Kirchner le intervino a Ricardo Echegaray el control del comercio exterior y creó un nuevo ente controlador que en los hechos estará manejado por Axel Kicillof y Jorge Capitanich, que mantienen una feroz interna con el titular de la AFIP.

La Presidenta creó mediante el decreto 2103 la “Unidad de Seguimiento y Trazabilidad de las Operaciones de Comercio Exterior”, que tendrá el objetivo de "verificar el precio y la cantidad de los bienes y servicios exportados e importados por el país conjuntamente con el ingreso y el egreso de divisas".

 

Se trata de un organismo que tendrá las mismas funciones que la AFIP solo que no será controlado por Echegaray. De acuerdo a la letra del decreto, la unidad estará presidida por el jefe de Gabinete y la integrarán representantes del Ministerio de Economía, la AFIP, el Banco Central, la Superintendencia de Seguros, la Comisión Nacional de Valores y la Unidad de Información Financiera (UIF). Excepto AFIP, todos esos organismos están controlados por funcionarios que responden a Kicillof.

 

En efecto, la creación de esta unidad de pomposo nombre es un golpe directo de Cristina a Echegaray, y es resultado de un cortocircuito con Kicillof y Capitanich que salió a la luz a principio de mes con las sanciones a Procter & Gamble y la denuncia de que otras empresas estarían en la misma situación.

 

AFIP denunció al gigante multinacional Procter & Gamble por una fenomenal maniobra para fugar al menos 138 millones de dólares a través de sobrefacturación de importaciones. En ese momento, este medio adelantó que otras empresas estaban en la mira, incluso alguna vinculada al kirchnerismo y La Cámpora.

 

Lo que sorprendió fue que a los pocos días Capitanich aprovechó una visita al Congreso para adelantar que otras empresas como General Electric, Monteverde y Maltería Pampa (dueña de la cervecería Quilmes) también serían sancionadas por este tipo de maniobras. Enseguida, Echegaray sacó un comunicado bajándole el tono a las palabras del jefe de Gabinete y admitiendo sólo que había algunos casos en investigación.

 

En realidad, la reacción de Capitanich se debió a un malestar que había en la Casa Rosada con Echegaray por haber ventilado el caso de P&G por la suya. Además, en el Gobierno sabían de las otras investigaciones y sospechaban que el recaudador iba a cajonearlas.

 

El malestar y la desconfianza con Echegaray no son nuevos. Kicillof y La Cámpora quieren deshacerse de él desde hace largo tiempo, y la propia Cristina ya no lo tolera.

 

Sin embargo, cada vez que se ve en peligro, Echegaray juega fuerte y sale en público con alguna sugerente declaración, jugando al límite con la información sensible que maneja. Es por eso que la Presidenta no se anima a echarlo, temerosa de que esa información sensible sea usada en su contra.

 

La última jugada del recaudador fue el mes pasado, cuando en una conferencia de prensa lanzó sin que nadie le pregunte que “Cristina Kirchner no es socia de Lázaro Báez”, en ese momento señalado por las facturas truchas. Un día después, Echegaray siguió con ese doble juego yadmitió “los vínculos comerciales” de la Presidenta y el empresario santacruceño. Así, logró resistir otra embestida de Kicillof y los suyos.

 

En septiembre, lanzó otro mensaje envenenado cuando avisó que tiene la lista de los "tres mil argentinos que tienen cuentas en Suiza" y que serán "analizadas profesionalmente" por la AFIP. No es novedad que parte de la oposición ha denunciado reiteradas veces que la familia Kirchner de tener cuentas en ese país, donde los controles fiscales no existen. Es por eso que los acuerdos de intercambio de información que firma la AFIP con estos paraísos no son muy bien recibidos en la Rosada.

 

En definitiva, en el seno del Gobierno y en el entorno más cercano de Cristina están hartos de que Echegaray maneje la información más sensible del Estado según su conveniencia. Pero echarlo o forzarlo a renunciar sería una jugada muy riesgosa.

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