Corrientes, ariete del voto desdoblado

Corrientes, ariete del voto desdoblado

En Corrientes ganaron Scioli, Taiana, Espínola, Aragón y Karlen. En Capital, la elección fue para Ast. Punto verde en un mar azul que se despintó a la madrugada cuando se conocieron los primeros guarismos después de una vergonzosa espera. Sorpresiva recuperación de Macri.

 

Una vez más, como desde el retorno mismo de la democracia en 1983, Corrientes enhebró su voto como el resto del país: eligió a Daniel Scioli, aunque el aporte no haya alcanzado para para un triunfo efectivo;  y a los candidatos a legisladores del Frente para la Victoria, coadyuvando de ese modo al triunfo local del ex motonauta y a la construcción de una posibilidad de cambio en la provincia después de tantos años de mando radical.

Esto último resulta central. El triunfo de los candidatos a legisladores del oficialismo nacional, convierte a “Camau” Espínola en senador (y en senadora a Ana Claudia Almirón, una ignota militante a la que pocos le conocen la voz y que apenas cumple la edad para acceder al recinto de sesiones más importante del país) y en potencial candidato a disputar la sucesión provincial en 2017, si es que logra sortear su propia interna y es capaz de construir el poder que necesita el PJ para organizarse en torno a un objetivo que esté más allá de los hombres y que responda al movimiento y a la Patria, como pedía el general Perón.

Ganó también “Pitín” Aragón, un camporista sin pergaminos que tuvo el mérito de estar en la boleta de Scioli, y la gracia de competir contra candidatos menos empáticos que él, como el ministro de Salud, Julián Dindart, que ahora irá al Congreso para evitarle a Ricardo Colombi la acción de un despido y darle, asimismo, la posibilidad de potenciar una cartera importante como la de Salud Pública. La lista de Diputados se completa con otros hombres y mujeres beneficiarios de la vigencia de la sábana prehistórica del régimen electoral argentino.

Alejandro Karlen, otro descastado, perseverante pero sin blasones, ahora pasará a ser la voz mejor paga de la provincia en un parlamento surcontinental. Una elección, por su novedad, con carácter histórica.

Capital, lo de siempre. La niña bonita del mapa electoral ratificó su pertenencia política a todo lo ajeno al peronismo. Ganó ECO, producto de una estrategia nuevamente acertada de colectoras múltiples invertidas. Un voto despedazado, síntesis de lo sucedido el 5 de julio cuando arrasó la coalición gobernante y lo acaecido el 9 de agosto, en las Paso, cuando la provincia entera se pintó del mismo azul que la boleta kirchnerista.

El voto conservador

Se hace difícil analizar, en medio de un escrutinio que aún no termina, el perfil sociológico del voto correntino o argentino registrado en las elecciones de ayer. Además de ser pretencioso, quien lo intenta podría incurrir en el error fácil de la falta de reposo y de datos suficientes para bosquejar el análisis. No obstante, hay una línea que se traza casi siempre con lápices conservadores. De otro modo no se explica cómo ganó Scioli y cómo Colombi logró sobreponerse a su estruendosa caída dos meses y medio atrás.

Hace años que el peronismo K padece su “fin de ciclo”. Eso es lo que dicen, al menos, los sectores opositores al Gobierno de la Nación, pero recien ahora, puestos los números de anoche, la cosa parece traducirse en la realidad electoral del país, más allá de que nadie garantice resultado alentador en la segunda vuelta del 22 de noviembre a nivel general.

Aquí el kirchnerismo pudo reinventarse más allá de que debió depositar su pellejo en torno a la figura “indigesta” de Scioli, que igualmente hizo sacrificios. Por caso, tuvo que revestirse en asbesto para soportar todo: la lista interminable de hechos de corrupción de gobierno de Cristina; el desplante de los ajenos y el desprecio de los propios, como el titular de la Biblioteca Nacional, Horacio González, que adelantó un “voto desgarrado” y con “cara larga” a candidatos que “no están al nivel de las fuerzas que representan”.

Scioli aguantó su propio karma y los ataques y convirtió en votos todo lo que le tiraron. Le pasó como a Colombi en Corrientes.

Es que cuesta encontrar banca ciega para el gobierno de Ricardo Colombi. Irrita su indiferencia y su trato osco con los socios; sus gestiones pobres y sus culpas compartidas; su falta de generación de trabajo y de infraestructura. Pero a la hora de los bifes, el abogado del Paiubre convierte en favor electoral el pago de sueldos, su más sostenido y publicitado logro. Además, blande con éxito aquel discurso de “lo mejor está por venir”, sin que nadie repare en el tiempo que ya se perdió esperando eso mismo, desde 2001 a la fecha.

No obstante, siempre que jugó ganó, aun dando de ventaja el tiempo suficiente como para que el electorado pueda darse cuenta de que con los sueldos no es suficiente. Para que puedan comprender, entre otras cosas, que las inversiones que tanto reclama el propio mandatario, vendrían cuando haya suficiente energía y caminos en condiciones, por ejemplo, y cuando se asuma la cuota parte de responsabilidad de la situación complicada de los correntinos, que no siempre es culpa ajena.

La razón política

Un triunfo electoral da derechos y obligaciones. Se impone una idea por la fuerza del voto y es obligación de quien la sostiene, no cambiar ese ideario hasta hacerlo realidad. En Argentina, pero también en Corrientes, hace años que se habla de modelo. Se trata de modos de ver el mundo.

Expresado el electorado, resta saber ahora quién se quedó con la razón política. ¿Es el kirchnerismo el que ha sido ratificado en Corrientes y por lo tanto, captor del beneplácito de la gente que dista de aquella amonestación constante de la que habla la oposición? ¿O es que ganó Scioli en su rol de componedor, de paloma entre tantos halcones; en su rol de moderado ante tanta soberbia y bronca acumulada? ¿Ganó Scioli o perdió Macri y su aparato aquí en Corrientes? ¿O todo está por verse, como pasó en las Paso y ayer?

¿Cuál sería el resultado según el gobierno de Corrientes? ¿Perdió Macri (que anoche sorprendía al país dando poco menos que un batacazo) o hay que ver también causas de derrota puertas adentro de una administración que lleva años navegando en superficie culpando a los demás de los propios yerros y que no obstante, ahora que el ocaso empieza a vislumbrarse, activa mecanismos de supervivencia trabadas por la Constitución? Es decir, ¿tuvo Macri aquí el contrapeso de sus socios? 

¿La razón política de las urnas, nunca lineal, está hoy del lado del kirchnerismo o del colombismo, en el entrecasa correntino? ¿Potencia candidatos para 2017, en el caso de la puja entre fabianistas y camaucistas, o no es más que un dato como lo que siempre capeó Colombi echando mano a su pragmatismo aceitado dentro y fuera de sus límites políticos, para sobreponerse luego, y gobernar como gobierna desde hace tres lustros?

Ricardo Colombi hizo saber en sus últimas declaraciones públicas que el adversario a vencer es Camau Espínola. Contra él apunta sus dardos envenenados y él lo cela cuando en ristra los funcionarios del Gobierno Nacional pasan por Corrientes sin pegarse una vuelta por la cuadra del poder. “Yo mando acá y me ningunean”, le dijo el otro día a un periodista radial. “Es como que yo venga acá y arregle la pauta con un empleado”, graficó.

Pero él manda y todavía mandará, hasta 2017, o hasta que la prudencia política indique, porque ya echó a rodar la posibilidad de una reforma que, si bien jura y perjura que será sin re-relección, no hace falta ello para poner sobre el tapete otro tipo de discusiones que en las usinas oficialistas ya se ponderan, y que tienen que ver con la consecución de un albacea que “cuide” el gobierno dos años más hasta que Corrientes reacomode su esquema electoral con el resto de las provincias del país. Inquietante.

El PJ y sus vertientes tienen por delante, por esto mismo, un doble desafío. Constituirse como opción de poder, y construir liderazgos que amalgamen la fuerza, no que potencien las internas que lo alejan de la posibilidad de gobernar una provincia como Corrientes. Y no es que el peronismo sea una tabla de salvación. Puede decirse que tal vez sea el esquema político que está más cerca de lograr una sucesión que aún defectuosa, le hará mejor a Corrientes que la pretensión trasnochada de algunos de conseguir para el Taragüí una versión mejorada del gildismo formoseño. Ni más ni menos.

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