Se llama Abel Ayala, pero por estos días muchos lo conocen como "Guachín", tal el nombre que le debe a su personaje de Sos mi hombre (22:30 hs. por El Trece).
Es que este chico de 25 años que acaba de ser padre de una hermosa bebé, logró sobrepasar las adversidades de una infancia difícil que lo encontró viviendo entre los trenes de la estación Constitución y se atrevió a recorrer el camino del actor. A los 9 años dejó su La Plata natal, abandonó esa casa familiar en la que no la pasaba nada bien y emigró hacia Buenos Aires. Pasó hambre y frío hasta que encontró cobijo bajo el techo del hogar El Arca, lugar que lo vio dar sus primeros pasos en la actuación y del que tiene los mejores recuerdos.
–¿Ahí nació el Abel Ayala actor?
–Puede ser. Desde los 9 a los 17 años estuve viviendo en un hogar para chicos en situación de calle. A los trece, llega un director de cine llamado Juan Carlos Desanzo junto con su asistente, y nos hace un casting a todos los chicos. Yo levanté la mano. Era algo distinto. Me entusiasmaba. Me tomó un casting, quedé seleccionado y a los dos meses volvió diciendo que quería que yo sea el protagonista de la película El Polaquito. No fue una experiencia como actor: yo copiaba lo que el director me decía. Ensayábamos en su casa y yo memorizaba lo que él que me mostraba. Ahí empecé a entender que podía ser un trabajo y no sólo una oportunidad.
–¿Estudiaste actuación después?
–No. No pude, ni tampoco me atrajo. Yo lo aprendí porque otros lo hacían. Tuve la suerte de trabajar con personas muy importantes, que sí hacían todas las cosas que un actor tiene que hacer. Los veía y me copiaba. Así aprendí a desenvolverme.
–¿Te choca un poco "revolver" en tu historia?
–No, para nada. Pasa que si analizás los personajes desde un criterio artístico, hay un montón de cosas que entran en juego. Siempre se piensa que uno busca en lo que le pasó para componer, pero no es mi caso. Soy un chico que vivió en la calle, que se cagó de hambre, que vivió una situación de mierda pero que ahora está trabajando en la tele. Seguramente que mi historia es muy parecida a la del Guachín, pero creo que el desafío es poner algo más que lo que uno tiene adentro.
–¿Pero considerás que esa historia de vida repercutió un poco en este personaje?
–Creo que crecí mucho. Si bien todo eso es parte de mi vida, no me quedé atado a eso. Mi vida fue cambiando al igual que mi personalidad y los pensamientos. Antes vivía en la pobreza, y seguramente era de una forma porque era lo que me rodeaba. Mientras te hablo se me vienen un montón de historias a la cabeza, pero cuando llega el Guachín a mi vida yo no estoy pensando en esas cosas, porque ya me olvidé. Fue una forma de evolucionar no seguir arrastrándolo como si fuera para siempre. Igual entiendo que no todos conocen mi historia y llame la atención.
–Te cambió la vida, entonces, ese director que te ofreció el primer papel en cine…
–La vida me fue cambiando paulatinamente, a medida que yo fui siendo más consciente también. Cuando uno va creciendo le cae la ficha de la magnitud de las cosas. Antes no sé si me veía tanto como un actor.
–¿Y cómo llegaste a Suar?
–No sé bien. Él estuvo en la avant premiere de una película en la que yo actué con Darín. Nos saludamos y nada más. Seguro vio que tenía aptitudes (risas).
–¿Es la primera vez que hacés una tira diaria?
–Sí, por eso estoy feliz. Es lo primero que hago y es una experiencia hermosa. La paso súper bien y es un ámbito de felicidad constante para mí, que en tu trabajo el terreno siempre esté listo para jugar es impagable.
–Entonces podemos decir que es el comienzo de una larga carrera…
–Ojalá. Una cosa siempre te lleva a la otra. Al actor, siempre que tiene notoriedad, le surgen otras cosas. Estoy lúcido y hasta que sea viejo y me muera quiero seguir laburando. Es una evolución constante esta profesión, donde crecés y crecés. «
la oportunidad que da la ficción
FASCINACIÓN. Si bien el nombre Abel Ayala cobró vida tras su paso por Sos mi hombre, él comenzó a actuar en la película El Polaquito junto a Fernando Roa. En 2009 protagonizó con Ricardo Darín la película El baile de la Victoria y hasta le tocó ponerse en la piel de Diego Maradona para la pantalla grande.
"Al principio miraba todo lo que hacía porque estaba re emocionado. Me encanta corregir cosas sobre lo que veo, miraba mi actitud ante cámara, hasta que llegó a afectarme. Como retroalimentaba mi imagen por mirar la novela a la noche, por ejemplo, empezaba a repetirme. Ahora ya no tanto. Cuando tenés la suerte de sumergirte en personajes que te hacen bien, experimentás sensaciones de otra personalidad que se vuelven interesantes", reflexiona el actor y agrega: "Estoy pendiente de todos los detalles pero porque quiero entender cómo funciona la conciencia comercial. No quiero quedarme afuera del mercado, me gusta entender cómo funciona el lugar en el que trabajo y me encanta que haya mucha ficción y que todos los actores trabajen."
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