De los cruces de llamadas hechas por Ciro James y Palacios aparecen más celulares que no se sabe a quién corresponden que aquellos identificados. Hombres clave que ni fueron citados a declarar.
También figuran decenas de números que, por algún motivo, la Justicia aún no pudo determinar a quiénes pertenecen. Estos datos saltan a la luz tras un análisis que realizó PERFIL sobre la base del entrecruzamiento de las comunicaciones telefónicas de James que realizó la Justicia y que se encuentran en el voluminoso expediente.
El procesado ex comisario de la Policía Federal y fugaz jefe de la Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios, no fue el único que se comunicó con James durante todo el proceso (entre el 5 de agosto y el 29 de septiembre de 2009) en que se intervino ilegalmente la línea telefónica de Sergio Burstein, dirigente de la agrupación Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la AMIA.
Durante ese mismo período, a excepción del 4 de agosto, 10 y 17 de septiembre, James mantuvo comunicaciones de ida y vuelta (vía Nextel) con Salvador Oppedisano, un funcionario de la Comisión Nacional de Comunicaciones al que el juez de la causa no investigó ni citó.
La misma intensidad de comunicación mantuvo James con Mario Alberto Hazaff, en aquel momento personal de la Policía Federal e integrante de la empresa Centro Ingeniería de Seguridad SRL. Con esa persona el espía mantuvo contacto todos los días, menos el 14 de septiembre. Llamativamente en los horarios anteriores y posteriores a las visitas de James a la Dirección de Observaciones Judiciales de la SIDE. A ninguno de los investigadores se les ocurrió pedir el listado de los clientes de la empresa de Hazaff.
Otro caso llamativo es el de la fluida dialéctica que mantenía James con Patricia Mare, socia de la empresa de “investigación y seguridad” Lynx Eyes SRL. Más allá de un infructuoso allanamiento, jamás se investigaron los vínculos entre la firma y el espía.
Ciro también tenía largas charlas con el ex subcomisario Gabriel Pitaluga. Según declaró Palacios, fue Pitaluga quien recomendó a James para que ingresara a la Policía Metropolitana. Ese intercambio de llamadas no sólo se da en los días clave de la intervención a Burstein, sino que además son de extensa duración.
Entre sus ex compañeros de la fuerza, Ciro se comunicó en tres oportunidades con Fernando Abregu, en aquel momento uno de los jefes de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal. También hubo otros llamados con uniformados que no fueron investigados.
Elvio Ochoa es otra de las personas que jamás pasó por lo de Oyarbide para dar explicaciones de por qué habló con James los días claves para la investigación sobre la pinchadura a Burstein. Se trata del presidente de Longport Argentina, firma dedicada a la seguridad, cuyo socio es William Daniell un británico que vive en Colombia y que está ligado al servicio secreto de la Corona Inglesa MI-5.
Tal vez lo más llamativo es que James se comunicaba todos los días con un conjunto de anónimos, y lo hacía –como todo espía– de parte de nadie. Oyarbide todavía no sabe a quiénes pertenecen más de una veintena de números telefónicos.
El cuadro de entrecruzamiento de llamadas de James da para todo. Hasta se puede ver el vertiginoso intercambio de bip y palabras que tenía el espía con el dueño de una pizzería que tiene abultadas cuentas en media docena de bancos de primera línea. “Ma qué pizza, ese vendía ravioles. Salame”, dijo una fuente judicial mientras se descostillaba de risa.
Palacios es el más castigado
Pone cara de póquer cada vez que alguien lo visita en la penitenciaría de Marcos Paz. El ex comisario de la Policía Federal y ex jefe de la Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios, comparte el pabellón con ex represores del Ejército y la Armada. Tiene cara de demacrado y no hace más que recitar la causa por la que se encuentra preso.
El ex espía de la Policía Federal, ex empresario de la seguridad, ex empleado del Gobierno porteño, y prospero ex aspirante a la Metropoloitana, Ciro Gerardo James, está más gordo y intercambia aventuras con los del otro pabellón, en donde están policías y algún que otro gendarme acusado de contrabando.
Ahora tiene un chiche nuevo, el juez Federal Norberto Oyarbide lo autorizó a tener una notebook. “La usa para ver su causa, no para navegar por Internet. Lo que pasa que él es abogado”, aclaró una fuente que cada tanto toma mate con el espía que está preso por integrar, según la Justicia, junto a Palacios y el jefe de Gobierno Mauricio Macri, una asociación ilícita dedicada a realizar tareas de inteligencia al margen de la ley.
James en persona se encarga de monitorear su defensa, más desde echó a su abogado y ex socio Emilio Rosso. Ahora está patrocinado por Valeria Corbacho, una abogada de extensa trayectoria en la defensa de ex hombres de la fuerza y ex integrante del staff del área jurídica de la Policía Federal.
La celda de Palacios es requizada cada tanto, y a quienes lo van a ver se los revisa especialmente.
James y Palacios sólo cruzaron sus miradas un par de veces, fue en el patio de visitas. Pero aún no se dijeron ni una palabra.
En su última resolución, la Cámara Federal porteña, integrada por Jorge Ballestero, Eduardo Freiler, y Eduardo Farah, que las comunicnaciones entre James y Palacios, “parece ser un elemento más a tener en cuenta, pero la clave de la sospecha no está ahí, sino en la vinculación directa y de subordinación de James respecto de Palacios”.
James tenía vinculación con varias empresas de seguridad en las que anidaban desde ex policías hasta ex militares del temible Batallón de Inteligencia 601. De hecho, uno de sus socios fue el ex coronel de inteligencia Jorge Zenarruza, con quien se comunicó todos los días claves del proceso de pinchadura al teléfono de Burstein. Aún no está claro a quién era realmente subordinado del espía.
Comentá la nota