Rajoy, fortalecido con la estrategia del miedo

El Partido Popular fue el único que aumentó el número de diputados y los socialistas se mantuvieron segundos, contra los pronósticos del sorpasso de Unidos Podemos. Ciudadanos cayó con respecto a diciembre.

La fiesta anoche estuvo en la calle Génova, en la sede del Partido Popular (PP) de Madrid. Fue ahí donde sonaron los petardos y cientos de banderas españolas ondearon para homenajear al único partido que consiguió en estas segundas elecciones aumentar el número de diputados. La estrategia del miedo le funcionó a Mariano Rajoy y el inmovilismo convenció al 32,93 por ciento de los españoles que este domingo depositó su voto en las urnas. Con 137 escaños, los conservadores obtienen 14 parlamentarios más que en las elecciones del 20 de diciembre y refuerzan su posición ante las negociaciones que, de todos modos, se reinician al nadie haber sacado mayoría absoluta.

La calle Ferraz también festejó. La sede del Partido Socialista (PSOE) en la capital recibió con alivio la noticia de que el tan anunciado sorpasso de Unidos Podemos por la izquierda no se produjo y que el segundo lugar en el podio sigue siendo suyo. Pese a haber perdido cinco diputados con respecto a los comicios de diciembre y no haber ganado a nivel provincial en ninguna región, Pedro Sánchez sorteó a su mayor amenaza, el avance de los de Pablo Iglesias, y con 85 escaños su posición en el mapa político es todavía la clave para que España defina su Ejecutivo.

Donde no hubo globos ni alegría fue en la sede de Unidos Podemos, los grandes decepcionados de esta segunda vuelta electoral. Contra todos los pronósticos que colocaban a la coalición de izquierda por delante del PSOE en un movimiento que se auguraba histórico, la unión entre Podemos e Izquierda Unida (IU) no funcionó y los dejó peor parados que cuando iban por separado ya que juntos obtuvieron el mismo número de escaños- 71 diputados- que entonces y Podemos perdió un millón de votantes.

Tampoco Ciudadanos tuvo mucho que festejar. La formación de Albert Rivera fue la única que cayó en relación a las votaciones de diciembre y, con 8 escaños menos, ya no dispone de “la llave” para formar gobierno de la que se enorgullecía hace seis meses. Sus 32 diputados no son suficientes ahora para determinar quién será el nuevo presidente y Mariano Rajoy puede seguir tranquilo como candidato del PP sin ningún temor a las amenazas de Rivera de no apoyar a su partido si él estaba al frente.

El “voto útil” en contra del “extremismo” de izquierda lo consiguió el Partido Popular y es lo que movilizó al 69,84 por ciento de la población en las elecciones con menor participación de la historia de España. El fracaso de las negociaciones durante los últimos seis meses, el enquistamiento del prometido cambio en estériles discusiones volvió a alejar a la ciudadanía de la política y muchos de los españoles que en diciembre votaron ilusionados este domingo soleado prefirieron quedarse en casa o ir a la playa. No así, sin embargo, los partidarios del PP que, fieles más allá de la corrupción y del escándalo de conspiración que salpicó a su ministro del Interior al final de la campaña, reforzaron su apoyo a Rajoy con incluso más ímpetu que en las elecciones previas, ante el miedo de que la izquierda pudiera patear el tablero político.

Miles de ellos estuvieron anoche bajo el balcón al que Rajoy salió a pronunciar su discurso de victoria junto a su esposa, el jefe de campaña- a quien se le atribuye buena parte del triunfo en estas segundas votaciones- Jorge Moragas, la vicepresidenta y las dos máximas dirigentes de su partido, Cristina Cifuentes y María Dolores de Cospedal. “Voy a dar el discurso más difícil de mi vida y eso que algunos he echado”, anunció al salir al balcón, emocionado, el candidato del PP. “Reclamamos el derecho a gobernar precisamente porque hemos ganado. Ahora de lo que se trata es de ser útil al 100 por ciento del pueblo español, a los que nos han votado y a los que no, a disposición de todos estamos”, declaró Rajoy, anunciando que “a partir de este lunes empezará a hablar con todo el mundo”.

Sánchez no esperó al día siguiente para felicitar a Rajoy por su innegable victoria pero, sobre todo, no dejó pasar ni un segundo tras conocerse el escrutinio para desquitarse con quien, realmente, fue su gran adversario en estas elecciones, Pablo Iglesias. “Espero que el señor Iglesias reflexione sobre estos resultados: tuvo la oportunidad de votar a un gobierno progresista y de poner fin al gobierno de Rajoy, pero su intransigencia ha provocado la mejora de los resultados de la derecha”, profirió Sánchez ni bien subir al estrado. “Este es el gran PSOE, de referencia para la izquierda y millones de españoles (...) Los ciudadanos han derrotado al cansancio y a las previsiones formuladas las últimas semanas. Son dueños de su propio destino”, remarcó el líder de los socialistas en referencia a todos los sondeos que vaticinaban el sorpasso de Unidos Podemos. “A pesar de las dificultades extraordinarias y augurios que pronosticaban un fuerte descenso y la pérdida de pujanza, el PSOE ha vuelto a reafirmar su condición de partido hegemónico en la izquierda española”, culminó Sánchez y las cientos de personas que lo escuchaban en la calle Ferraz de Madrid lo ovacionaron eufóricas.

Exactamente por los mismos motivos que en la sede del PSOE había fiesta, en la de Unidos Podemos había caras largas y una tristeza que nadie intentó disimular. Los líderes de la alianza de izquierda no escondieron su frustración por no haber logrado los objetivos que se marcaron ante la repetición electoral. “Teníamos unas expectativas diferentes”, aseguró Pablo Iglesias en una comparecencia a las once de la noche rodeado de todo su equipo. “Lo que hemos hecho en los dos años es histórico pero esperábamos resultados diferentes. Esto nos ha sorprendido a todos”, confesó el líder de Podemos, visiblemente afectado. Iglesias, eso sí, no dejó pasar minuto y aseguró que ya le había mandado un mensaje a su homólogo del PSOE, Sánchez: “Sería sensato que lo primero fuera dialogar y trabajar a partir de lo que nos une”, declaró, a la vez que se reconoció preocupado “porque el PP y el bloque conservar haya aumentado sus apoyos y que la repetición electoral deje más cerca un gobierno conservador”.

El eje Partido Popular- Ciudadanos, en efecto, salió reforzado en estas elecciones. Si bien Rivera perdió peso con respecto a los resultados de diciembre y, con 8 diputados menos, ya no está en condiciones de forzar un pacto bilateral, sí que sigue gozando de una posición estratégica gracias a la subida en esta segunda vuelta del PP. Desgastado por la unión de Podemos e IU y por los mensajes del PP llamando a concentrar el voto moderado, la formación de Rivera perdió nueve décimas y casi 400.000 electores pero, de todos modos, si en diciembre PP y Ciudadanos sumaban 163 escaños, ahora su combinación da 169 y se queda a tan solo siete de la mayoría absoluta.

“Si no hay cambios, estaremos en la oposición”, manifestó Rivera tras conocerse los resultados, en alusión a su rotunda negativa a darle el apoyo al PP si Rajoy continua al frente. “Les digo al PP y al PSOE que si están dispuestos a sentarse desde mañana [por hoy] en una mesa para formar Gobierno, Ciudadanos estará en esa mesa”, anadió. “Hay más de tres millones de españoles que han dicho que el centro existe y viene a quedarse”, terminó el candidato ante sus seguidores en Madrid.

Ahora la pelota vuelve a estar en terreno del PSOE. A Pedro Sánchez le tocará decidir, como ya le ocurrió tras los comicios de diciembre, si gira a la derecha y posibilita un nuevo gobierno de Rajoy, gira a la izquierda e intenta un pacto con Unidos Podemos- para lo que vuelve a necesitar el apoyo de los independentistas- o reedita su acuerdo con Ciudadanos y se aboca, nuevamente, en la misión -casi imposible- de un gobierno transversal que aglutine a Rivera y a Iglesias.

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