Murió hace cinco meses y era el dueño del campo donde creció Ignacio Hurban. Una denuncia radicada en Abuelas de Plaza de Mayo lo ubica como la persona que entregó el bebé a Juana y Clemente Hurban, peones que aún trabajan para la familia del ganadero. Pero es apenas la punta del ovillo que revela numerosos vínculos y complicidades institucionales y civiles con la dictadura.
La recuperación del nieto de Estela de Carlotto se convirtió en uno de los hechos más importantes y conmovedores de la Argentina en el último tiempo y en uno de los más significativos para la ciudad de Olavarría en toda su historia.
El querido pianista y profesor de música Ignacio “Pacho” Hurban, tras despejar sus dudas de identidad con un análisis de ADN, comenzó a descubrir su verdadero origen, a interactuar con su nueva familia y convivir con la repercusión mediática y social de ser el nieto emblema de la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo.
Sin embargo la feliz historia tiene su otro costado, oscuro, siniestro y en el que de ahora en más se centrará la investigación que encabeza el juzgado de la Dra. Servini de Cubría: ¿Cómo llegó el hijo de Laura Carlotto a manos del matrimonio que lo crió en un campo de Olavarría?, es la pregunta clave que comienza a tener algunas respuestas y que pone en el centro de la escena el rol de la dictadura cívico- militar en nuestra ciudad.
Una denuncia radicada en Abuelas de Plaza de Mayo señala al conocido productor local Carlos Francisco “Pancho” Aguilar, fallecido hace apenas cinco meses, como el presunto apropiador de Guido Carlotto.
Incluso Remo Carlotto, tío de Ignacio, dijo en declaraciones al diario Tiempo Argentino: “Tenemos la información, que es inicial, de que esta persona (Aguilar) fue quien se llevó a Guido de La Plata y lo entregó en Olavarría. Corresponde que la Justicia investigue todo lo sucedido: quién le entregó el bebé, quién firmó la partida de nacimiento; en fin, todo el proceso de investigación posterior”.
En la misma línea se muestra un ex juez penal de Olavarría, quien analiza si Aguilar fue quien entregó el bebé pero que parte de una certeza: quien lo hizo debió tener un contacto militar directo.
El dato inicial es que Clemente y Juana Hurban eran empleados de Aguilar. Un matrimonio que aún trabaja en el campo de la familia ubicado en Colonia San Miguel y que no podía tener hijos.
Aguilar no era un estanciero ni un terrateniente, era un productor agropecuario que tenía una amplia actividad social: no solo ocupó cargos en el Club Estudiantes, la Sociedad Rural de Olavarría, y el Inta entre otros, sino que pertenecía a una larga lista de apellidos “ilustres” de la ciudad que se codeaban con el poder de la época. Era un hombre que compartía con los militares una pasión: los caballos de salto.
Los investigadores deberán probar si Carlos Francisco “Pancho” Aguilar fue quien entregó a Guido a los Hurban y si además les hizo prometer que no podían revelarle al pequeño que era adoptado, hasta después de su muerte. Al menos las fechas parecen coincidir en ese camino: el ganadero murió el 26 de marzo de este año y el 2 de junio Ignacio se entera que no es hijo biológico de los Hurban.
Si esta presunción logra ser corroborada por la Justicia con la declaración del matrimonio Hurban, indudablemente será uno de los elementos más importantes para determinar que Aguilar sabía la procedencia de Guido.
Lo cierto es que el bebé recorrió más de 300 kilómetros desde La Plata a Olavarría. Existe una partida de nacimiento que firmó un médico y en el Registro Civil figura como fecha de nacimiento el 2 de junio de 1978, siendo que Laura Carlotto dio a luz el 26 de junio de ese año, es decir 24 días después.
Pero además el caso permite reconstruir una compleja trama política y social que deja entrever que el poder en épocas de la dictadura no estaba en el actual Palacio San Martín, sino en la jefatura del Regimiento local.
Desde los tiempos del Coronel Verdura se recibía con lujosas cenas y pomposas fiestas a algunos olavarrienses que ocupaban un lugar destacado en la escena social. Integraban la lista médicos, abogados, periodistas, dueños de medios de comunicación, dirigentes de instituciones y representantes de las denominadas “fuerzas vivas” de la ciudad. Ellos eran el círculo de confianza del militar y disfrutaban de esos privilegios al tiempo que en el centro clandestino de detención Monte Pelloni se ejecutaban sus órdenes de torturar, matar y hacer desaparecer olavarrienses secuestrados por las fuerzas armadas.
Incluso en el despertar democrático, una famosa solicitada pedía al Senado del gobierno de Alfonsín por la reivindicación del Coronel Verdura debido a “la amistad y respeto ganado en el ámbito local por su caballerosidad e integración a la comunidad olavarriense”. La nota repudiaba enérgicamente la denuncia por “asesino y torturador” contra el Jefe del Regimiento que habían efectuado los organismos de Derechos Humanos de Olavarría el 14 de febrero de 1984.
La Solicitada
“Respecto del coronel Aníbal Verdura”
“Afirmaciones periodísticas, dan cuenta que un grupo de ciudadanos Olavarrienses, cinco en total, integrantes de la filial local de la APDH se ha dirigido a la comisión calificadora de ascensos ,militares del senado de la Nación, oponiéndose al ascenso a general del Coronel Aníbal Verdura, a quien acusan de “Asesinato, secuestro, torturas y desaparición de personas”
Mas adelante sigue la solicitada: “La presentación realizada ante el senado carece de seriedad, y solo pretende obstruir la carrera militar que, mientras no se prueben cargos delictivos como los mencionados no puede ser interferida, mientras tanto es una calumnia irresponsable”.
La firmaron:
Juan Becker, Octavio F. Oliva, Pedro Ressia, Enrique González, Mario Rodríguez, Salvador Aitala, Héctor Eyheramendi, Mariano Girgenti, Antonio Alem, Ángel Volante, Miguel Etcheverria, Branco Zuljevich, Rodolfo Becker, Pedro Cura, Ángel Hiebaum, Edgardo England, Mario Elbey, José Arena, Torcuato Emiliozzi, Aníbal Baldini, José Antonio, Salvador Girgenti, Alfredo Catanzaro, Antonio Bálsamo, Raúl Mujica, Eusebio Bouciguez, Carlos Blando, Osvaldo Vidali, José Buglione, Rogelio Scipioni, Antonio Lovecchio, Lorenzo Gallina, Alfredo Ballesteros, Fermín Cajen, Gregorio Albin, Roque Modarelli, Mario Giaquinta, Vicente Tessone.
Dentro de los silencios que la ciudad tuvo en épocas de la dictadura, estaban sin dudas los medios de comunicación de la época: diarios de capitales privados y la Radio del Estado, manejada por militares.
La cobertura mediática nacional incluso muestra con asombro como hace apenas unos meses se comunicó en Olavarría el fallecimiento de Aguilar. La semblanza mantiene cierta continuidad en su estilo, redacción y contenido con los mensajes de las personas que integraban aquel círculo de confianza de Verdura.
Este año, en septiembre de 2014, se realizará el juicio de lesa humanidad por la causa Monte Pelloni. Allí, quizás, muchos de los nombres que se mencionan sean moneda corriente en las audiencias, aunque la mayoría, solo tendrá sobre su alma el peso de la justicia divina.
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