Mosul espera la batalla que puede derrumbar el califato de EI

Inminente campaña para reconquistar la segunda ciudad de Irak; su caída puede dejar al grupo sin control territorial.

ientras las tropas del ejército iraquí se esfuerzan en derrotar las últimas bolsas de resistencia del autodenominado Estado Islámico(EI) en Shirqat, última gran ciudad en sus manos en la región de Mosul, los líderes políticos iraquíes y la coalición internacional ultiman los preparativos para el asalto a la segunda ciudad de Irak.

La conquista de Mosul por parte del grupo jihadista en 2014, hasta entonces desconocido para la opinión pública internacional, impulsó la declaración de un "califato" por parte de su líder, Abu Bakr al-Baghdadi. Su caída, confían analistas y políticos, provocará el hundimiento del Estado jihadista.

Aunque sucede a miles de kilómetros de distancia, Occidente puede llegar a sentir la campaña para reconquistar Mosul en carne propia. Hasta ahora, EI ha reaccionado a la pérdida de territorios con un cambio de estrategia y llamados a sus seguidores a aumentar los atentados en suelo europeo y norteamericano.

La batalla de Mosul fue el principal tema que abordaron el presidente norteamericano, Barack Obama , y el primer ministro iraquí, Haide al-Adaby, el lunes pasado en una entrevista bilateral en Nueva York. "Estamos seguros de que estaremos en una posición de pasar a la acción bastante pronto", declaró Obama a la salida del encuentro. El Pentágono apunta al mes de octubre como probable época de inicio de las hostilidades, que se podrían prolongar durante meses, vistas las dificultades experimentadas en Sirte, el bastión libio de EI, por la alianza que forman la fuerza aérea norteamericana y las milicias libias.

Según un desertor de EI entrevistado por la BBC, el grupo jihadista se ha preparado a conciencia para una batalla anunciada ya hace meses. Los milicianos islamistas construyeron una red de túneles para evitar su desventaja aérea y están preparando un combate no "sólo calle por calle", sino "casa por casa".

Para ello, como ya han hecho en Sirte, cuentan con voluntarios suicidas y con artefactos explosivos escondidos por toda la ciudad, preparados para ser detonados al paso de las tropas enemigas. Además, se teme que puedan usar a la población civil atrapada en la ciudad (se calcula que ascienden a 1,5 millones de personas) como escudos humanos. El costo en vidas humanas se presagia elevadísimo.

La campaña presenta enormes desafíos para las tropas que combatirán contra EI, y no sólo en el ámbito militar. En primer lugar, debido a su composición heterogénea y la existencia de diversas cadenas de mando. Además del ejército iraquí, participarán en la lucha los aguerridos peshmerga kurdos, la policía local, milicias sunnitas y cristianas, así como las Unidades de Movilización Popular, un cuerpo chiita tutelado por Irán. Además, claro, de las fuerzas militares norteamericanas y de otros países occidentales, que conducirán las operaciones aéreas y, en principio, asumirán sólo un rol de asesoramiento y de apoyo sobre el terreno.

Las organizaciones humanitarias, y sobre todo la Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, también se hallan en fase de preparación de un posible éxodo de centenares de miles de personas. "Puede ser el mayor desastre humanitario provocado por el hombre en muchos años", sostiene Bruno Geddo, uno de los responsables de la Acnur en Irak. "Ya proporcionamos asistencia a 3,4 millones de desplazados iraquíes y, además de las actividades para mantener estos cuidados, debemos apresurarnos a preparar lo que viene", añade.

Más allá de las discrepancias sobre la duración y el costo en vidas humanas de la batalla, pocos analistas dudan de que se saldará con la derrota de EI. Durante los últimos meses, la milicia jihadista ha perdido terreno en el campo de batalla en Siria y sobre todo en Irak.

Tan sólo en 2016, el "califato" se encogió cerca de un 20% y perdió a algunos de sus más influyentes líderes, como su máximo responsable de comunicación, Abu Mohamed al-Adnani, a causa de los bombardeos norteamericanos. El cierre de la frontera con Turquía frenó la llegada de nuevos voluntarios, mientras que la coalición internacional estranguló sus fuentes de financiación y el Ejército iraquí se ha reforzado.

Ahora bien, algunos expertos alertan que gobernar Mosul después de su recuperación puede ser un reto más formidable que expugnarla de sus actuales amos. Por el momento, el sistema político iraquí se ha mostrado disfuncional, incapaz de integrar a la minoría sunnita y lastrado por una corrupción rampante.

La caída de Mosul podría acentuar la descarnada lucha de poder en la que participan los partidos políticos, tribus y milicias de un país que ofrece un suculento botín para el ganador: una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Ante este escenario, no se puede descartar que las luchas intestinas se inicien antes incluso de haber derrotado completamente a EI en Irak, lo que a su vez posibilita su retorno en el futuro. Eso es lo que sucedió con la rama iraquí de Al-Qaeda en 2010, el embrión del grupo jihadista de Al-Baghdadi.

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