Messi, el artista que pintó fútbol en Berlín

Messi, el artista que pintó fútbol en Berlín

El mejor futbolista del mundo se llevó su cuarta Champions League en diez años de carrera con el 3 a 1 de Barcelona a Juventus.

En el Olympiastadion, ahí donde Jesse Owens se llevó cuatro medallas doradas en los Juegos de Berlín 36, Lionel Messi abraza su cuarta Champions League, como para que los mitos y las leyendas de este estadio –remodelado para el Mundial 2006- tenga más historias y tesoros que contar. Sonríe, el astro del fútbol mundial, con esa pureza de un niño al que al fin le dan el chupetín prometido, porque vaya si se portó bien para que Europa quede rendida a sus pies. Sin goles, por esta vez, pero con activa participación en las tres definiciones de su equipo –Rakitic, Suárez y Neymar- y con las seguridades de un quinto balón de oro que le será entregado en enero del año que viene para que Thiago y ese bebé que está por venir puedan patear penales en el living de casa. Barcelona 3 – Juventus 1, pero Messi. Capaz de dar un pase con un joystick  para ese gol inolvidable a los 4 minutos, de una aceleración y remate en tiempos de vaivenes para el rebote y la entrada del uruguayo y de entregar la posta como un atleta –tomá, corré y hacelo- para que el brasileño también se lleve alguna foto.

En la capital del arte contemporáneo era inevitable el triunfo de Messi, ese artista que juega bien con pincel o pelota y que, a esta altura, necesita todo el tiempo reinventarse porque queda en el aire la sensación de una carrera a la que le sobran diez años. Tiene 27, ganó 26 títulos, anotó 457 goles, jugó tres mundiales y todavía, para el placer de todos los mundos posibles, se activa sin contemplar el empacho que a un fulano le puede generar tanto dulce. En Berlín, ahí donde se juega una final a la altura de las sospechas, hay tres Operas, alrededor de 150 teatros, poco más de 175 museos, galerías, 130 salas de cine y un Messi que acaba de pasar con ese brazo tatuado y colorido para ser parte del arte callejero. Volvió, después de nueve años, volvió a ese estadio que tanto le dolió viendo desde el banco de los suplentes cómo Argentina se iba del Mundial en los penales contra Alemania. Volvió, para llevarse la Copa de Europa y la triple corona en seis meses.

Los 15 pases en 55 segundos de posesión y la resolución de la escena del primer gol de Barcelona son una pintura que alguien debe reflejar en algún graffiti entre tantos en esta ciudad, que es un pedazo de historia grande. Eso es Barcelona, el equipo que supo disputar un lugar en los libros de oro y que ahora, en un análisis más profundo, tal vez ya no tenga objeciones de liderazgo. En este equipo, que gana todo lo que juega y que juega como se sueña de chico, participa ese hombre que llegó al mundo para ser comparado con Diego Maradona, nada menos. Su misión en la vida está guionada y lo único que se espera –quién puede imaginar que no llegará esa hora- es el momento donde tal vez con un corte de pelo nuevo, quizás con algo de barba, y con algunos tatuajes más, levante la Copa del mundo con la camiseta Argentina.

Messi es el goleador histórico de esta competencia –tiene 77, al igual que Cristiano Ronaldo- y el pichichi –también con el portugués y en el podio junto con Neymar- con diez anotaciones en esta competencia. No pudo, y aunque se trate de un detalle, meter ese gol que lo deje en soledad en todos los registros y que también le permita acceder a un nuevo récord siendo el único futbolista en anotar en tres finales de Champions (había marcado en 2009 y 2011 ante Manchester United). Pero Messi sabe, bien sabe, que es un veterano joven y que está siempre en el mejor de los momentos como para escribir un par de páginas más a una novela que apenas lleva una década de fútbol. Dentro de un par de semanas –el 24 de junio y, como suele suceder, vestido de celeste y blanco- cumplirá los 28 años, el mismo tiempo que duró el muro de Berlín, ese que también podría haber gambeteado con un quiebre de cintura para que la poesía y su arte sea una pintura inolvidable en el Olympiastadion, ahí donde Owens y ahora Messi.

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