Macri, jugado por Santos y sin desesperar por Llaryora

Macri, jugado por Santos y sin desesperar por Llaryora

La postulación de Santos es una novedad inquietante puertas adentro de JXC, mas no por ello menos realista. Desde hace mucho tiempo los cambiemitas mediterráneos tienen serios inconvenientes para presentar una oferta ganadora. La visión de Maci es simple: la actual dirigencia ya ha dado todo lo que podía dar. Por ello su jugada dista de ser descabellada, aunque para ejecutarla deba comportarse como un paracaidista comando, que se arroja en soledad sobre el distrito con el interesado firmemente sujeto a su espalda.

Mauricio Macri tiene tiempo. Y recursos. Y sabe que la provincia de Córdoba le es afecta, bastante más que la ciudad de Buenos Aires que supo darle su mayoría de edad política. Por tal razón, considera que este es el territorio que merece su atención personal. Se ha resignado, hasta cierto punto, a que Horacio Rodriguez Larreta lo reemplace en su viejo bastión electoral y que María Eugenia Vidal talle fuerte en la provincia de Buenos Aires, un distrito que le es adverso en la misma proporción que Cristina Fernández lo considera su baluarte.

No es casual, por lo tanto, que haya estado particularmente activo en la política mediterránea en los últimos tiempos ni que, a diferencia de anteriores oportunidades, haya optado por brindar definiciones precisas antes que caer en lugares comunes. La más importante de ellas, qué duda cabe, es el blanqueo de su preferencia electoral por Gustavo Santos, exministro de Turismo de la Nación.

Para Macri, Santos es el hombre indicado para encabezar la lista de senadores en el próximo turno electoral. “Tiene un perfil ejecutivo”, sostiene ante sus allegados. La justificación parece un tanto contradictoria -las próximas son elecciones eminentemente legislativas- pero, a poco de analizarse, no lo es en absoluto. En realidad, está postulando un candidato a gobernador para 2023.

Podría suponerse que se trata de una empresa prematura y que entraña graves riesgos. No es un secreto para nadie que el primer puesto para el Senado es ambicionado por muchos dentro de Juntos por el Cambio, entre otros, por Mario Negri, una espada importante de la oposición nacional. Todos los interesados interpretan, en consonancia con Macri, que se trata de la antesala para una gobernación hasta ahora esquiva. Y nadie quiere perder la chance de suceder a Schiaretti en el próximo turno, aunque esto suponga desafiar a quien sea.

Pero estas amenazas no parecen conmover la convicción de impulsar a Santos contra viento y marea. La visión macrista es simple: la actual dirigencia de JXC en Córdoba ya ha dado todo lo que podía dar. Y, toda vez que se descarta el triunfo en noviembre venidero, la oportunidad es inmejorable para posicionar a un referente que, se supone, tiene mucho margen para crecer allí donde sus competidores internos han fracasado.

Es una mirada inquietante puertas adentro de la coalición, mas no por ello menos realista. En rigor, desde 2015 JXC viene fracasando en sus desafíos al peronismo. Primero con Aguad, luego con Negri (y con Mestre compitiéndole al mismo tiempo), los cambiemitas mediterráneos tienen serios inconvenientes para presentar una oferta ganadora. Y, aunque todavía falten más de dos años, el panorama no se antoja muy diferente cuando los cordobeses sean llamados a elegir un nuevo gobernador. Si se considera este hecho la jugada de Macri dista de ser descabellada, aunque para ejecutarla deba comportarse como un paracaidista comando, que se arroja en soledad sobre el distrito con el postulante sujeto a su espalda.

Claro que Santos todavía debe demostrar que está a la altura de las expectativas de su jefe. Sus nominales correligionarios lo consideran una suerte de traidor (hasta 2015 fue un eficiente funcionario de las administraciones de Unión por Córdoba) y los del PRO distan de aceptarlo como el primus inter pares que el expresidente espera que acaten. Sin embargo, y seguramente a su pesar, tanto radicales como macristas coinciden por lo bajo en que el hombre es de temer. Tal vez Santos no sea demasiado conocido y ni tenga muchos incondicionales que lo acompañen, pero a lo largo de su trayectoria pública ha demostrado ductilidad y vocación de poder. Al respecto, nadie se llama a engaño: el hombre no viene a complementar a las actuales vacas sagradas, sino a reemplazarlas. No es un Baldassi; el suyo es un proyecto estratégico y de largo plazo.

No obstante, y como alguna vez dijo John Maynard Keynes, al largo plazo estamos todos muertos. Macri debe convencer a su propia tropa, incluyendo a la UCR local, de que el exministro es el adecuado para conducirlos a la victoria en el preciso momento en que el gobernador estará más débil, esto es, cuando la responsabilidad del triunfo le corresponda a un candidato que no será él, impedido como lo está de otra reelección. La chance se imagina como la más propicia de los últimos diez años.

Pero el oficialismo dista de estar dormido. De todos sus potenciales candidatos, comienza a sobresalir, evidentemente con la anuencia del gobernador, la figura de Martín Llaryora. El intendente se encuentra llevando adelante una gestión razonable, dado el contexto. A diferencia de sus antecesores, aparenta haber doblegado al poderoso SUOEM y a la temible UTA, utilizando a la pandemia a modo de piedra esmeril para desgastarlos. Las cuentas municipales, el eterno talón de Aquiles desde Germán Kammerath en adelante, no ofrecen por ahora un flanco que merezca una atención obsesiva. Es un hecho que Llaryora luce cómodo al comando del Palacio 6 de Julio. El probable que, vacunación mediante, los próximos dos años sean todavía mejores para sus aspiraciones.

Esto significa que, ceteris paribus, sería complicado para JXC disputar la gobernación a alguien que, en teoría, vendría a renovar el dispositivo de poder montado por José Manuel de la Sota en 1998. Y esto, contrariamente a lo que a priori podría suponerse, tampoco disgustaría a Macri pese a sus actuales afanes por el futuro político de su preferido.

La explicación es simple: el expresidente se siente cómodo con el justicialismo cordobés en tanto este continúe siendo refractario al kirchnerismo. Santos, de hecho, es un radical peronizado, un ensamble político diseñado para alternar entre posiciones ambiguas. Si JXC regresara a la Casa Rosada en dos años -imagina Macri- tener a Llaryora como interlocutor contribuiría a desgastar a lo que quedase del Frente de Todos. En un escenario semejante tampoco debería preocuparse por el humor de sus socios locales: habría cargos para todos y todas, una abundancia que restañaría las hipotéticas heridas infringidas en la coyuntura provincial.

 

Por Pablo Esteban Dávila

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