La intendenta de Salta Capital no ve la hora de que termine el año

La intendenta de Salta Capital no ve la hora de que termine el año

La intendenta de Salta Capital, Bettina Inés Romero, no logró dar puntada con hilo: bajó en las encuestas, se peleó con los gremios, con el Gobernador y el Concejo Deliberante; las pocas obras realizadas fueron desastrosas, renunciaron muchos funcionarios, cambió su estructura, se desapareció durante la pandemia, se olvidó de los barrios y ahora llega la temporada de lluvias e inundaciones.

Sin dudas un año para el olvido es el que está por finalizar para millones de personas, y los políticos y funcionarios de Gobierno no fueron la excepción. Pero, nos centraremos en Salta, precisamente en la ciudad Capital. Hace poco más de un año, tras una gestión que mucha gente aprobó y que terminó depositando al entonces intendente, Gustavo Sáenz, al mando de la provincia; la hija del ex gobernador Romero, Bettina, asumió siendo muy votada, teniendo acompañamiento durante campaña, y por ser nada menos que la primer mujer en ocupar ese cargo.

Pero lejos de cumplir con las promesas realizadas y que causaron gran expectativa en los salteños, el año de Bettina fue de mayor a menor en menos de lo que se pensaba. Actualmente, incluso, la gente habla del posible regreso de un ex intendente que se fue siendo abucheado prácticamente, pero que al menos “hizo cosas”.

Mientras la provincia afronta las críticas por la muerte de niños wichí por desnutrición y deshidratación, la jefa comunal empezaba a transitar su amor-odio con los gremios y sindicatos que representan a los empleados municipales. A poco más de un mes de asumir, Romero advirtió que varias personas que estaban comprendidas en los denominados Agrupamientos Políticos (AP) serían echados. Esta situación, lamentablemente, no es nueva en ninguna gestión. El AP llega y se va con los políticos, aunque algunos se las ingenian para mantenerse con este tipo de contrato que es el más precario que existe dentro de la municipalidad.

Durante los primeros meses de la pandemia la situación con los gremios se calmó tras decretarse que las oficinas permanezcan cerradas con atención remota. Pero tomaron protagonismo los autoconvocados. En Tránsito, una de las áreas más conflictivas de la municipalidad, los ánimos estaban que ardían tras la intención de quitarle facultades a los agentes de calle y pasarle todo a la Policía de Seguridad Vial, reavivando así una vieja “bronca” que parecía haber quedado en el pasado en los últimos dos o tres años.

Aunque anunciaron un COE municipal, éste pasó totalmente desapercibido tras quedar opacado por su par provincial. Lo mismo pasó con las acciones de la intendenta durante el pico de la pandemia. Mientras los hospitales estaban abarrotados de gente, con salteños muriendo en sus domicilios por falta de camas y el desinterés del estado provincial, desde la Municipalidad no hicieron mucho por colaborar con espacio físico o insumos como otros intendentes del interior, por ejemplo.

En materia de obras no hay mucho para destacar. El arreglo de algunos puentes como el viejo del barrio Santa Lucía, Asunción o San José que, lamentablemente para Bettina, pasaron sin pena ni gloria por la retina de los salteños quienes siguen reclamando por la desastrosa obra con el viejo puente de Avenida San Martín, cerca del Mercado Artesanal; y las controversiales bicisendas que sufrieron graves fallas tras la primer gran tormenta.

Todo fue acumulándose, los gremios volvieron a arremeter con paros generales e individuales, los municipales reclamaban la falta de cumplimiento con los salarios, la falta de acompañamiento de un Concejo Deliberante saencista que legisló y que criticó durante 9 meses el trabajo de la intendenta, y la pelea con los medios de comunicación por la pauta oficial; solamente le trajo pálidas a la jefa comunal que debió aceptar todas las críticas y, lejos de dar el brazo a torcer, empezó a buscar culpables.

Entre esos culpables hay funcionarios que siguen a su lado: Agustina Gallo y Daniel Nallar, por ejemplo. La primera relacionada a la comunicación institucional que parecía más de campaña; el segundo el culpable de la mala relación interna. Pero ellos, como dijimos, siguen en el cargo, quienes se fueron, fueron otros que, hartos de los malos tratos y de tratar de defender lo indefendible, dieron un paso al costado.

Bettina Romero despidió el año con un balance extraño, solo percibido por ella y algunos funcionarios. Lo que nadie se animó a preguntarle es cómo vive estos últimos días del 2020 en el que su imagen positiva cayó a un 18 por ciento y que ya tiene sobre sus espaldas a Miguel Isa. El ex intendente y “culpable” de los baches en Salta, ya anunció sus ganas de retornar a la política y, aparentemente con el apoyo del empresario de medios Mario Peña, tendría la mira apuntando hacia el CCM. Seguramente el brindis de año nuevo traerá el deseo de levantar esa imagen actual de cara, sobre todo, a las elecciones de este 2021.

 

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