Qué hacer con la inflación en alimentos

Qué hacer con la inflación en alimentos

Los acuerdos con las grandes corporaciones siguen viendo frustrado el objetivo de parar la inflación, en un mercado cada vez más concentrado. El camino oficial no muestra resultados y sus críticos internos no ofrecen alternativas. ¿Podrán ser las cooperativas agroalimentarias una respuesta?

 

Por Raúl Dellatorre

Con el tema de la inflación, y en particular la de los alimentos, el gobierno nacional parece atrapado en una encerrona de la cual no logra salir y en la cual, a cada paso, le surgen nuevas dificultades. Se insiste en buscar la contención de precios por vía de las "canastas de productos" a precios regulados, pero la respuesta es parcial y en repetidas oportunidades se detectó incluso la ejecución de "prácticas engañosas" de parte de grandes empresas que participan "voluntariamente" del programa. En los grandes centros urbanos, las ventas en diversos rubros se concentraron en las empresas y puntos de venta en los que Precios Cuidados funciona, favoreciendo en consecuencia la absorción del mercado a favor de estas corporaciones, pero sin resolver el problema de la escalada inflacionaria. 

La paradoja es que son esas mismas corporaciones las que impiden que los precios regulados actúen como "ancla" para el resto de los precios, porque elevan los precios de sus productos cuando lo ofrecen fuera de las góndolas que llevan el rótulo de Precios Cuidados, o directamente sustituyen el producto incluido en el programa, por otro de similares características pero de mayor precio. 

Tampoco las críticas del sector de la alianza gobernante que ha decidido tomar distancia de las políticas económicas oficiales aportaron demasiado a combatir la inflación, con respuestas parciales y las más de las veces insuficientes. Como subir las retenciones a determinadas exportaciones esperando que, sólo por ello, las empresas dominantes en el mercado local vayan a bajar el precio de sus productos. 

El Gobierno, y sus críticos, con poco que mostrar

El viernes 29 de abril, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, citó en su despacho a siete firmas líderes del rubro alimentación, tras señalar que se habían detectado irregularidades, tanto en el abastecimiento como en los precios, en los productos de sus marcas incluidos en el programa Precios Cuidados. Las empresas citadas fueron: Molinos Río de la Plata, Arcor, Unilever, Mondelez, Danone, Mastellone y Nestlé.

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¿Qué pasó en esa reunión, sobre la cual se habían generado obvias expectativas? El comunicado del Ministerio de Desarrollo Productivo que dio cuenta de la misma dejó gusto a poco, por no decir directamente un sabor amargo, para honrar las metáforas alimenticias. 

Ya de entrada, presenta el encuentro con Feletti como "la primera de una serie de reuniones que se van a implementar de forma regular con las compañías que participan de Precios Cuidados", lo cual le quitó absolutamente el tono de "denuncia" o "advertencia" que se leía en la convocatoria.

No se eludió, en el comunicado, mencionar que la Secretaría de Comercio Interior presentó en la reunión su propio relevamiento, según el cual el nivel de cumplimiento del abastecimiento de productos en Precios Cuidados en AMBA estaban en el 65%. 

Las empresas, en particular Arcor y Molinos, respondieron que, por el contrario, están aumentando la producción y entrega a los supermercados. Pero como "Precios Cuidados tiene elevados niveles de demanda al presentar un promedio de precios muy inferior al de los productos que están por afuera", es probable que se produzcan instancias de falta de productos en góndola por agotamiento de stock.

Listo. Las empresas se pusieron a cubierto y la Secretaría de Comercio seguirá con los monitoreos. Mientras tanto, la inflación ofrecerá el jueves próximo otro salto en el índice mensual que estará entre 5 y 7 por ciento, esta vez el correspondiente a abril. Con los alimentos como uno de sus principales impulsores. 

Alta concentración

Un análisis más exhaustivo de la formación de los precios de los alimentos en la Argentina, sobre todo ante un avance tan agresivo de la inflación, muestra que un problema clave se encuentra en la estructura cada vez más concentrada no sólo de la industrialización de alimentos y la comercialización, sino también de la producción. 

Dicho de otro modo: el modelo de producción primaria en Argentina ha sufrido una transformación brutal, que hace que a la vez se eleven los volúmenes de producción pero se reduzca la cantidad de productores agropecuarios. La tecnología hace crecer los rendimientos, pero si se aplica en escala (sobre grandes superficies) rinde mucho más.

 ¿Eso significa que, inevitablemente, el avance tecnológico va a derivar en una mayor concentración de las explotaciones agrícolas y la desaparición de los más chicos? No necesariamente, porque los productores chicos y medianos pueden asociarse para aprovechar en conjunto los paquetes tecnológicos (y no solamente este recurso) mejorando así sus propios rendimientos. Ese modelo se llama cooperativismo, como casi todos lo saben. 

¿Y por qué no se desarrolló más esa alternativa? Porque no se la ha atendido como corresponde desde los organismos públicos. Es más, incluso hasta políticas que se cree que defienden a las unidades productivas más pequeñas, han operado en contra del cooperativismo, quizás sin saberlo. Y, lo que es peor, lo siguen haciendo. 

La comparación entre los últimos tres censos nacionales agropecuarios (1988, 2002 y 2018) muestra que la cantidad de establecimientos agropecuarios productivos pasó de 421 mil unidades a 333.500 catorce años después, al inicio de este siglo, y siguió cayendo hasta menos de 250 mil en 2018. En treinta años, dejó la actividad el 41% de las unidades productivas (171 mil establecimientos). 

En el mismo período, la superficie en explotación creció el 24%. Más tierra en menos manos. Pero la reducción de establecimientos se dio solo entre los que explotan menos de mil hectáreas. Los que explotan superficies mayores a 1000 hectáreas son más que antes. 

"El modelo del productor con 50 hectáreas propias, que alquilaba un campo de otras 50 para tener una explotación de 100 hectáreas, no existe más, está desapareciendo", comentó a Página/12 el secretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional de la Nación, Luis Contigiani. Ese pequeño productor, actuando aislado, queda marginado en el actual modelo de producción agropecuaria. 

"Sin escala, no hay posibilidad de incorporar el paquete tecnológico. Y el pequeño productor, la única chance que tiene es la de asociarse con otros productores para poder acceder", agrega. Y no sólo como mecanismo de sobrevivencia, sino como una forma distinta de organizar la economía de mercado, en productos agrícolas en general y en alimentos en particular.

"Si queremos hacer las cosas bien, defender la agricultura con productores, detener el desarraigo rural, hay que revertir la concentración agraria generando un plan de desarrollo agrario más inclusivo y competitivo, y no hay otra forma que no sea a través del cooperativismo", afirma el funcionario.

"Son pymes, no multinacionales"

Algunas cooperativas agroindustriales en el país han logrado un desarrollo interesante, incluso hasta alcanzar un perfil exportador. "Tenemos 62 cooperativas exportadoras, que participan en veinte de las 30 cadenas de valor que existen en la actividad agropecuaria. Y representan a más de 200 cooperativas integradas". 

Según Contigiani, están dadas todas las condiciones para que pasen a ser grandes jugadores en los mercados agroalimentarios, inclusive sumando muchas más cooperativas a esa escala de producción, con perspectivas de industrialización y comercialización local y hacia el exterior. 

"Pero tienen dificultades para desarrollarse, y a otras se les complica llegar a ese nivel, porque le exigen como si fueran una multinacional, sin tener ningún beneficio de los que gozan las multinacionales", reclamó. La barrera más inmediata es que, llegando a cierto nivel de facturación o de empleo de personal, las normas que se aplican para el otorgamiento de un certificado Sepyme, con beneficios fiscales y crediticios, se pierden. 

"Una gran cooperativa de la alimentación no es una corporación, es un conjunto de cientos de cooperativas asociadas que representan a miles de productores pymes, que no son accionistas, son productores asociados en una cadena de transformación", explica. "Estamos trabajando para cambiar este modo de certificación, y que a las cooperativas no se las mida por el monto de facturación sino por el tamaño del productor que está detrás, que en su gran mayoría son pequeños". 

El funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería asegura que entre 15 o 20 grandes cooperativas han perdido el certificado Sepyme y otras tantas corren el mismo riesgo. "Cuando pierden el certificado, quedan afuera del mercado crediticio. Incluso hay casos de cooperativas con proyectos de industrialización calculando que si aumentan la facturación podrían perder la certificación Pyme, con un perjuicio mucho mayor que el beneficio por aumentar un grado más en la integración", comentó. 

La alianza entre cooperativas productoras de alimentos podría ser el inicio de un camino diferente para resolver la oferta de productos de consumo básico, al menos a escala local en una primera etapa.  Una respuesta que no dependa de empresas que especulan con la falta de productos, las presiones al gobierno, los desvíos de recursos al exterior o la excusa de una guerra en Europa del Este para subir los precios. 

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