El futbol manchado con sangre

El futbol manchado con sangre
La presidenta Cristina Fernández volvió a poner de manifiesto que vive dentro de una cápsula que no le permite ver lo que realmente ocurre en el país o directamente opta por mentirle descaradamente a la sociedad cada vez que agarra un micrófono.
Sólo así puede entenderse sus declaraciones de ayer donde, además de apretar groseramente a la Corte Suprema, intentó descargar toda la responsabilidad de la inseguridad en los “jueces”, como si la crisis económica y social que vive el país, generada por las nefastas políticas que implementa el kir­chnerismo desde hace una década, no tuviesen nada que ver.

Horas después, los violentos hechos registrados en el Estadio Ciudad de La Plata, que terminaron con la vida de un hincha de Lanús, desmintieron tajantemente a la primera mandataria.

Hemos llegado a la locura de que, por un partido de fútbol, se tengan que destinar cientos de policías para prevenir incidentes, dejando indefensos a ciudades enteras. Concretamente, según pudo saber Hoy, 80 policías de nuestra ciudad, fueron asignados a Avellaneda para repeler posibles desmanes como consecuencias de posible descenso de Independiente. Se ha tomado como un hecho hasta casi natural que un evento deportivo pueda dar lugar a que un grupo de inadaptados destruya instalaciones públicas y hasta protagonicen saqueos de comercios.

Responsables

La realidad es que violencia dentro el fútbol no nació de un repollo. Es un flagelo que tienen responsables, con nombres y apellidos. Entre ellos se encuentran la mayoría de los dirigentes del futbol, que en no pocos casos son socios del gobierno nacional y hasta comparten el mismo espacio político.

Asimismo, los tristes episodios de ayer, con un hincha muerto por un balazo de goma que salió de la escopeta de un policía, pusieron de manifiesto nuevamente que el profesionalismo de las fuerzas de seguridad no parece estar a la altura de las circunstancias.

Los problemas estructurales que arrastra desde hace años la Bonaerense se repite a lo largo y ancho del país, y también afectan a las fuerzas federales. Por una decisión absolutamente política e ideológica, el gobierno K optó por destruir las fuerzas de seguridad, las desfinanció, alteró la cadena de mandos y les quitó recursos para que los agentes puedan entrenarse adecuadamente. Por eso nos encontramos con gran cantidad de policías que no se encuentran en condiciones físicas ni psicológicas de poder prevenir hechos de violencia en la vía pública o en espectáculos, ni de enfrentar a organizaciones delictivas.

En la mayoría de los casos, a los agentes que deben garantizar el orden público se les entrega un arma luego de apenas un semestre de deficiente entrenamiento y a cambio reciben un salario irrisorio. Por eso, para poder llevar a fin de mes, tienen que hacer numerosas horas extras, lo que lleva a estar varias jornadas sin el debido descanso, lo que se torna realmente peligroso si a ello se le suma la falta de preparación.

En los últimos 15 años, hemos asistidos en territorio bonaerense a varias reformas y contrarreformas, que pasaron del garantismo a la mano dura en un abrir y cerrar de ojos, y que siempre terminaron en fracaso al no existir una política de Estado a nivel nacional, como si existe por ejemplo en Brasil. En el vecino país, tanto Lula como Dilma Rousseff tomaron la decisión política de combatir las bandas de criminales con fuerzas militarizadas y profesionalizadas, que cumplen a rajatabla las ordenes políticas emanadas de las autoridades electas democráticamente

A contramano

Los K, en cambio, siguieron una política inversa. Por eso, desde que el kirchnerismo llegó a la Casa Rosada, alrededor de 60 personas murieron en estadios o en hechos relacionados con la violencia del fútbol en distintos puntos del país. Esto marca que el gobierno nunca ha tenido la decisión política de atacar las raíces de este flagelo. Peor aún, se alió políticamente con el eterno titular de la AFA, Julio Grondona, una suerte de capo mafia que se encuentra al frente de la entidad madre del fútbol argentino desde la dictadura militar, significa el “Fútbol para Todos”. Se trata de un infame negociado que insumió, desde que se empezó a instrumentar, más de 5.000 millones de pesos, que salieron de las arcas del Estado, de los impuestos que pagamos los ciudadanos. Los recursos que escasean a la hora de equipar hospitales, hacer rutas, generar trabajo genuino y brindar créditos para que acceder a una vivienda dig­na, es el dinero que está despilfarrando CFK, Gron­dona y compañía.

La relación del gobierno y la mafia del fútbol es tan estrecha que intendentes y funcionarios K, como el inefable Guillermo Moreno, mantienen estrechas relaciones con barras bravas que, como se sabe, muchas veces son utilizadas por el poder político como fuerza de choque.

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