Felipe prepara un plan de shock para la monarquía

Busca modernizar la casa real, darle un perfil profesional y mejorar su imagen
El príncipe Felipe no espera disfrutar de la "luna de miel" que gozan los gobernantes cuando llegan al poder. Apenas sea proclamado rey, dentro de 10 días, empezará a aplicar un "plan de shock " que se cocina en el Palacio de la Zarzuela para detener el desprestigio de la corona.

Al heredero le toca atender varios frentes urgentes. El primero: modernizar la monarquía, teñirla de un perfil profesional, menos pomposo y con dosis creíbles de transparencia. El segundo: legitimar su función en medio del creciente ruido callejero a favor de la república.

Los escándalos de corrupción que minaron la confianza en Juan Carlos I ya habían forzado una apertura en las cuentas secretas de la corona. Felipe aspira a sistematizar la publicación del detalle de cómo gasta el presupuesto que le asigna el Parlamento, además de promover (y promocionar) una paulatina reducción de esas partidas.

La sombra del fraude Nóos, que puede llevar a juicio por graves delitos financieros a su hermana Cristina y a su cuñado Iñaki Urdangarin, lo pondrá a prueba en su compromiso de cambio.

Aunque de entrada el príncipe se distanció de la pareja, en el entorno del Palacio anticipan gestos claros del futuro rey para mostrar que "primero está la responsabilidad de Estado y después la familia".

Es casi seguro que la infanta Cristina no participará del acto de proclamación, el próximo jueves 19. Fuentes que conocen a Felipe deslizan que será inflexible si el juez José Castro decide procesar a su hermana.

¿Qué armas tiene? Una de alto impacto podría ser forzarla a renunciar a sus derechos dinásticos (desde el recambio la infanta será sexta en la línea de sucesión).

Consciente del enorme desapego de los jóvenes con la monarquía, el príncipe pretende abrazar causas hasta ahora ajenas para su padre: se presenta como un ecologista convencido, promotor de los emprendedores y con un discurso sensible a las penurias laborales que sufren las nuevas generaciones de españoles.

"Lo urgente para él es salir indemne de la crisis. Lo hará acercándose al pueblo, para no parecer una monarquía lejana y extraterrestre. Para eso será decisivo el papel de Letizia", señala el biógrafo del príncipe, Jorge Apezarena.

En ese plan, cuando se conviertan en reyes mantendrán su rutina de ir a funciones de cine en el centro de Madrid o a comer con amigos y sin custodia en los restaurantes de moda.

Las encuestas posteriores al anuncio de la abdicación revelan que el príncipe tiene una altísima imagen positiva, aunque la sociedad lo mira con escepticismo.

Según Metroscopia, tiene una calificación promedio de 7,3 sobre 10, superior a la de cualquier otro dirigente español y en los niveles récord que logró su padre en los años 80. El 78% apoya la sucesión en este momento y hay una fuerte expectativa por su ascenso.

Pero al mismo tiempo el 68% considera que "tiene que ganarse" el trono, carente de la oportunidad que tuvo Juan Carlos de convertirse en el valedor de la democracia tras el franquismo. Además, las opiniones se dividen casi en mitades cuando se pregunta en abstracto por las preferencias entre monarquía y república.

Como ya adelantó en su primer discurso desde la abdicación, Felipe planea embanderarse con la causa de la "unidad de España", en riesgo por el proyecto independentista catalán.

En la casa real, señalan que el futuro monarca arrancará el reinado con una gira intensiva por todo el territorio español, con especial énfasis en Cataluña, tierra hostil a la monarquía a la que este año ya viajó siete veces. Allí se vio con el presidente de la Generalitat e impulsor del proceso separatista, Artur Mas. Y en privado visitó a más de 60 grandes empresarios para sondear el clima político.

No sería raro verlo presentarse como rey en la región díscola con un discurso en catalán, como ya hizo su padre en su primera visita a Barcelona como rey, en 1976.

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