Córdoba en pandemia: la tragedia de los que no arrancaron o apenas pueden trabajar

Córdoba en pandemia: la tragedia de los que no arrancaron o apenas pueden trabajar

La segunda ola de Covid, que volvió a impulsar restricciones, fue letal en términos de actividad. La inflación también hizo su parte.

Sitúese el lector en enero pasado. Las vacunas ya eran un hecho, el turismo y buena parte de las actividades vedadas empezaban a arrancar y parecía que lo peor quedaba atrás. Si bien se sabía que venía una segunda ola, la posibilidad de que las vacunas llegaran antes alimentaba las expectativas: era posible de que no fuera tan gravosa en términos sanitarios y económicos.

Pasó el verano, el otoño fue letal y el invierno pinta para el olvido. La curva de casos positivos fue 120% más alta de lo que fue la primera ola de octubre y si bien la vacuna ayudó a proteger a la población más vulnerable, fueron tantos los contagios que los muertos se duplicaron. Eso llegó a que se aplicaran otra vez restricciones duras que tuvieron impacto directo en la actividad económica.

Acá hay que mirar dos carriles. En uno están los que directamente nunca arrancaron o que lo hicieron algunas pocas semanas del verano.

Las cantinas escolares, por caso, jamás abrieron. Los boliches, algunos, se reconvirtieron en restaurantes y en mayo de noche tuvieron que cerrar. Los salones de fiesta y de eventos hicieron algo, casi de modo simbólico. La industria del entretenimiento masivo no arrancó y los cines, teatros y museos hicieron poco y nada.

El Instituto de Investigaciones Económicas (Ieral) de Fundación Mediterránea calcula que el 35% del PBI todavía está muy condicionado a la crisis sanitaria.

“Eso surge de mirar sector por sector y su ponderación en el PBI usando como referencia el período precovid”, dice el economista Jorge Vasconcelos, vicepresidente del Ieral. El sector más relevante es el de hoteles y restaurantes.

En el otro carril está el resto de la actividad que si bien no es inmune al Covid –se aplican protocolos y aforos máximos– sí depende de las variables macroeconómicas, esto es, el comportamiento fiscal y monetario que define el Gobierno.

En la calle, lo que más resuena es que no hay plata. Y efectivamente, es así. En 2020, la emisión monetaria para financiar al Tesoro equivalió al 7,4 % del PIB y se achicó a 1,2 % del PIB en el primer semestre de 2021, según calcula el Ieral.

Así, de un promedio mensual de 167 mil millones de pesos pasó a un ritmo de 41,5 mil millones al mes en este primer semestre.

El ministro Martín Guzmán pisó jubilaciones y gasto corriente y la súper soja hizo su parte. Así, el exceso de pesos que había el año pasado se revirtió: a base monetaria se achicó 20% en términos reales y buena parte fue absorbido por el Banco Central, que captó pesos y recuperó 3.000 millones de dólares de reservas.

Pero ese giro en la política económica, que en teoría debería haber frenado la tasa de inflación, le pegó más al nivel de actividad.

“Por cada decimal de recorte en la tasa de inflación se sacrificó proporcionalmente más en términos de recuperación de producción y ventas”, dice Vasconcelos.

Y si bien no hay datos todavía de junio, muchos presagian que la actividad volvió a frenarse. La recaudación de impuestos asociados al consumo interno cayó 4,7 % en términos reales en el bimestre mayo-junio en relación a marzo-abril; el patentamiento de autos 0 km se contrajo 17,6% en ambos bimestres y los despachos de cemento cayeron 9,1% en los mismos períodos, según el indicador desestacionalizado del Ieral.

REBOTE

“El rebote se abortó”, dice sin vueltas Marcelo Uribarren, titular de la Unión Industrial de Córdoba. Y muestra un ejemplo: la maquinaria agrícola. Si bien está en un nivel alto, dejó de crecer.

“Lo que más influyó fue la aceleración inflacionaria, que tuvo su pico en marzo-abril y en eso está la semilla de la desaceleración del nivel de actividad porque la demanda no le puede seguir el ritmo”, explica Vasconcelos.

Aunque no está aun el dato de inflación de junio (se conocerá el jueves), las consultoras presagian 4%, o quizá algo menos.

Aun con 4%, se pasará de un promedio del 4,4% de marzo-abril al 3,6% en mayo-junio.

El circuito sería: hay menos emisión de pesos, suben los precios, la demanda corre de atrás y no compra, cae el nivel de actividad.

¿Cómo podría subsanarse eso? Para Uribarren, el problema está en la falta de inversiones.

“Si a un sector en desarrollo, que tiene todo para crecer y está dispuesta a poner toda la carne en el asador, lo restringís... no habrá inversiones y se erosiona la confianza”, dice.

El ejemplo evidente es Renault, que pensaba tomar 500 operarios en su planta de Santa Isabel: 150 para Kangoo y el resto para fabricar más pick-up Alaskan.

El Gobierno, que se había comprometido a cumplir con un cupo de dólares mensuales para importar piezas, no se los garantizó.

Al final, incrementará su producción medio turno y tomará sólo los 150 de la Kangoo. El crecimiento del sector industrial está condicionado por la falta de divisas.

En otros casos, por las restricciones a exportar, como les pasa a los frigoríficos y a una enorme mayoría, por la falta de financiamiento.

“Financiarse con los bancos es caro, las empresas más chicas no consiguen financiamiento de calidad, así que no están dadas las condiciones para que se mantenga arriba el rebote”, dice el titular de la UIC.

¿Y EL SEGUNDO SEMESTRE?

La pregunta siguiente es cómo continúa esto. ¿Habrá veranito económico en primavera?

“Mi impresión es que la actividad va a empezar a levantar”, dice el economista Andrés Borenstein, de la consultora Econviews.

“En la medida en que no nos impacte la delta le tenemos que sumar un bono para jubilados, las paritarias van a recuperar algo. El Gobierno va a tirar plata sobre la calle, las paritarias van a recuperar algo, hay que sumar el bono para los jubilados y una menor inflación en julio, agosto y septiembre”, dice.

“Siempre y cuando no nos afecte la Delta”, aclara, en referencia a la nueva variante del Covid.

“Así como la expansión monetaria del 2020 se sintió con rezago, el buen comportamiento que tuviste en el primer semestre le dará aire a la economía, habrá que ver cómo se comporta el Central, pero a eso lo sabremos hacia noviembre-diciembre”, agrega Borenstein.

El problema del segundo semestre es que nada de lo que en términos económicos pasó en la primera parte del año puede extrapolarse ahora.

Lo más evidente es que hay dos turnos de elecciones y que el Gobierno ya ha dicho que habrá más pesos en la calle, con lo cual, el buen comportamiento fiscal de Guzmán ya no será tal.

Lo otro que hay que mirar es la balanza comercial. En el primer semestre el campo liquidó casi todo y hubo abundancia de dólares, con una soja que promedió los 530 en Chicago frente a los 349 del año pasado, 52% más.

El Central logró captar el 47% del superávit comercial e incrementar en tres mil millones sus reservas.

Eso derivó en una brecha muy contenida, en el orden del 57% promedio en el semestre. Pero los dólares alternativos comenzaron a recalentarse, con un blue que se despertó hace 10 días.

“Esa brecha, que incluso estuvo por debajo del 50%, ayudó mucho a la distensión y a que el gobierno recuperara reservas; el tema ahora es qué van a hacer los chacareros”, dice Vasconcelos. Estima que en julio seguirá el ritmo de liquidación. “Agosto va a ser un buen test para la brecha cambiaria”, sostiene Vasconcelos.

Si esa variable no se dispara, parecería que la economía podría anotar cierta recuperación, siempre y cuando no haya otra vez confinamientos de la mano de una tercera ola de Covid, esta vez de cepas más agresivas.

“Muchos en el propio Gobierno le echan la culpa a Guzmán de que la economía no arranca lo suficiente, pero no están viendo el desastre sanitario que hicieron”, dice Vasconcelos.

“La negociación por las vacunas fue desastrosa y si hoy tuvieras el porcentaje de población con doble dosis de vacuna que podrías haber tenido, ese 35% del PBI que todavía está afectado por el Covid no sería tal”, dice el economista.

Comentá la nota