De compras: al Mercado Central, en grupo y en la 4x4

De compras: al Mercado Central, en grupo y en la 4x4

Cada vez más familias y amigos de clase media alta se organizan y viajan hasta Tapiales en busca de mejores precios

 

Miércoles, a las 9. Los chicos están en el colegio, la casa quedó organizada y se augura un día movido. Lorena, Paula, Karina, Ana y Sandra se suben a la camioneta y dejan atrás Martínez para tomar la avenida General Paz, rumbo a Tapiales, en La Matanza. El destino: el Mercado Central, a metros de la autopista Ricchieri y Boulogne Sur Mer. El objetivo: proveerse de frutas, verduras, carnes y lácteos para las próximas dos semanas.

Estas cinco profesionales se organizan y, cada 15 días, parten felices hacia un punto de la ciudad al que, hasta no hace mucho, sólo veían de refilón camino a Ezeiza. Pero las costumbres -y los precios- cambiaron y lo que hasta hace un tiempo parecía irrisorio se volvió una práctica que disfrutan.

"Si años atrás me decían que iba a venir a comprar acá, me hubiese reído lindo...", confiesa Ana, mientras de reojo vigila que no se le pase el lugar en la fila para comprar bananas, que ese día tiene una oferta: $ 30 los dos kilos. "Las cinco somos profesionales, trabajamos y llevamos adelante una familia, pero nos organizamos. La diferencia de precios con el supermercado urbano o el chino es abismal", agrega esta contadora.

La búsqueda de mayor oferta, variedad y calidad fue quizás el disparador de una práctica cada vez más común entre un público de clase media alta, antes reservada a sectores sociales menos pudientes. Como el caso de Andrea Viquero, que cambió el supermercado de Caballito por el mercado minorista del Central, adonde cada sábado va junto con su marido, Jorge. "Me cansé de que me robaran con los precios, amén de que la fruta no tenía gusto a nada. Acá tiene otro aroma, podés comprar tranquila", dice Andrea, mientras Jorge se encarga de elegir la carne para el asado del domingo, que también consiguió a un valor insuperable: $ 70 el kilo.

La venta minorista del mercado funciona toda la semana, de 8 a 18, y ocupa tres grandes pabellones, que en días de feria -miércoles, sábados y domingos- están repletos de puestos de varios rubros. El sector frutihortícola y los locales de venta de cereales permanecen abiertos, al igual que el paseo de compras, que expende lácteos, carnes, productos de granja y almacén, fiambres y panadería.

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Enrique está al frente de uno de los tantos puestos en el centro de la feria, pegado al dinosaurio que hace de punto de referencia para los visitantes y, a ojo de buen conocedor, calcula que más de 100.000 personas pasan por allí cada semana.

"Un dato llamativo es que este año el volumen de gente no bajó en enero y febrero, cuando tradicionalmente esa época del año era de menor demanda", cuenta Víctor Pérez, gerente de la feria minorista del mercado. "Se nota también que viene más gente desde la Capital, cosa que antes no sucedía", agrega. Enrique calcula que una compra promedio, en su rubro, ronda los $ 50.

Desde el barrio porteño de Villa Urquiza llega cada sábado Mabel Milberg, acompañada de su hermana, su cuñada y su sobrina. Las cuatro mujeres se levantan bien temprano para evitar el caos de tránsito y vuelven con sus carros rebosantes. "Los precios son imbatibles y la calidad, inmejorable; jamás me dieron nada vencido. Por menos de $ 100 compro fruta y verdura para la semana", se entusiasma Mabel, que fue la última en sumarse al tour. Manzanas y peras a $ 10 el kilo, bondiola de cerdo a $ 80 el kilo y mozzarella $ 45 el kilo son ofertas que cualquier persona no podrá discutir.

"Al comentar que veníamos, nos enteramos de que se arman varios grupos de madres y no lo decían por vergüenza, como si estuviera mal visto", relata Lourdes, que tiene una beba para la que también compró pañales a menor costo. El estacionamiento exhibe una gama de automóviles que no corresponde precisamente a sectores de bajos recursos: camionetas 4x4 y modelos nuevos descansan bajo el sol de la mañana.

El lugar, a pesar de la enorme cantidad de puestos en actividad, se mantiene ordenado y limpio. El despacho de mercadería por parte de los puesteros es ágil y servicial. Al mediodía, la feria está en su esplendor. Los puestos de ropa no acaparan tanta atención, la mayoría exhibe prendas deportivas y de niños, alternando con jeans a $ 300 y zapatos de temporada a $ 200. Pero las "naves" centrales, abarrotadas de puestos de alimentos, son la principal atracción.

Mabel y compañía coinciden en que llegó el momento de emprender el regreso. "Algo bueno de venir es que, al menos un día en la semana, me esperan con la comida", dice una de ellas, mientras acomoda los alimentos en el ya abarrotado baúl de su 4x4. Será hasta el próximo fin de semana.

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