En los últimos meses, el costo de la canasta familiar estuvo aumentando a razón de $ 270 por mes.

Ahora, tras la fuerte suba de los precios de los alimentos pegó un nuevo salto, y en diciembre trepó a $ 360 mensuales. Esto significa que para que los salarios no pierdan poder adquisitivo, los trabajadores deberían recibir mes a mes, al menos, aumentos de esa misma magnitud.

El cálculo surge del valor de la canasta familiar que manejan buena parte de los sindicatos y que lo ubicaban hasta noviembre entre $ 8.500 y $ 9.000 mensuales. Con una inflación para diciembre del 4%, la canasta aumentaría otros $ 360. Y nuevamente pegaría otro salto en enero agravado por el aumento de las tarifas del transporte automotor.

El mayor ritmo inflacionario perjudica con más fuerza a los trabajadores. Es que muchos convenios se firman con ajustes anuales o semestrales.

Eso hace que entre cada ajuste salarial, los salarios queden desfasados 12 o 6 meses, según los casos. Al renovarse el convenio, aunque el porcentaje iguale la inflación pasada, el aumento salarial no repone los ingresos perdidos durante los meses previos. Al ritmo inflacionario del 3% mensual, para 6 meses, implica un piso de pérdida de ingresos de $ 6.000 por trabajador. Lo mismo pasa con los jubilados y pensionados que tienen ajustes 2 veces por año.

Mientras el Gobierno quiere que las paritarias se firmen con plazos mayores a un año, en realidad la mayor inflación obligaría a firmar convenios por plazos más cortos, inferiores a 6 meses. Por eso, algunos gremios insisten no solo en que se aumenten los básicos sino que se ajusten automáticamente según el costo de la canasta familiar.

Otros gremios, como los de la alimentación, plantean que se convoque al Consejo del Salario para analizar la situación laboral y social y adoptar medidas de emergencia y de largo plazo.

También habría que actualizar desde enero el mínimo no imponible y demás deducciones del impuesto a las Ganancias porque las disposiciones adoptadas durante el año volvieron a quedar desfasadas.