La batalla más esperada

Por Gabriela Baigorrí

Tras años de amagues, el alperovichismo y el amayismo parecen haber terminado con el histeriqueo político. Públicamente, dirigentes protagonizan por estos días la confrontación más directa y “sangrienta” de la década.

La que esperaban -y alimentaban- con ansias en los pasillos de la Casa de Gobierno y de la Intendencia. A 16 meses de las elecciones, el chisporroteo promete dejar, cuanto menos, algunas cicatrices. José Alperovich y Domingo Amaya se responden ya con la mínima cordialidad. Sus allegados, sin embargo, se cruzan sin anestesia. Sergio Mansilla y Germán Alfaro han marcado los picos de virulencia. Sucede que en el Ejecutivo están convencidos de que el amayismo es “desagradecido”. En el municipio interpretan que el alperovichismo ha convertido la disidencia política en un asunto personal.

Las diferencias estallaron, precisamente, por el motivo por el que la gestión de la Ciudad trataba de mantener la paz: el dinero. Mientras continúe en el Pacto Social, Amaya dependerá de Alperovich y, si el clima sigue encendido, las arcas de 9 de Julio y Lavalle podrían volverse un desierto. Por ello, este punto puede ser también el único capaz de hacer flamear una bandera blanca.

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