La "austeridad light", la nueva receta de Europa ante la recesión

La "austeridad light", la nueva receta de Europa ante la recesión
Atentos a la agitación social, los gobiernos comienzan a relajar los ajustes

En la Europa de hoy, la recesión, la agitación social , el desempleo récord y el aumento de populismos se han vuelto una constante. Con ese telón de fondo, ahora el bloque busca una nueva receta para detener la debacle.

Ya no hay un solo gobierno europeo que defienda una política de "austeridad a ultranza". La mayoría de ellos piensa, incluso, que es hora de que cada uno module el ritmo de los recortes en función de su propia situación.

En otras palabras, la Unión Europea (UE) parece alejarse de las soluciones de ahorro y recorte para encaminarse hacia una suerte de "austeridad light".

Esta especie de rebelión contra las recetas respaldadas y promovidas por Bruselas y Berlín comenzó hace algún tiempo, pero fue actualizada y gráficamente ilustrada por un duelo que escapó a muy pocos el jueves pasado en Francia. En visita a París, un día después de que, en un relajamiento de su política de austeridad, la Comisión Europea (CE) extendió el plazo para que varios países reduzcan sus déficits, la canciller alemana, Angela Merkel, volvió, con poco éxito, a mostrarse inflexible sobre la disciplina presupuestaria.

"Hemos convenido que la CE daría a Francia dos años más. Pero ese plazo y la realización de reformas estructurales van juntas", declaró en una conferencia con su homólogo francés, François Hollande.

Visiblemente irritado, Hollande replicó dirigiéndose a los "periodistas" alemanes. "Dejen de pensar que Francia quiere escapar a la disciplina presupuestaria", que "no queremos preocuparnos por el mercado de trabajo" o que "no comprendemos la exigencia de la competitividad". El mensaje fue contundente: "Basta de lecciones".

Al comentar la decisión de la Comisión, el ministro de Economía francés, Pierre Moscovici, declaró: "Estamos ante un giro decisivo en la historia de la construcción europea. Hemos asistido al fin de una cierta forma de ortodoxia financiera y al fin del dogma de la austeridad".

Sin embargo, entre las declaraciones políticas y la realidad suele haber distancias. Si bien la decisión de la Comisión significa una ruptura con el autismo económico rigorista que reinó hasta ahora en la Unión Europea (UE), nada indica que la era de la austeridad sea cosa del pasado.

Muchos piensan que el cambio de actitud de Bruselas es más retórico que concreto, porque los marcos legales y los centros de poder económicos -como Berlín- no permitirán una alternativa. "No obstante, las declaraciones de la comisión -e incluso de Berlín- sobre la necesidad de incentivar el crecimiento hubieran sido impensables en 2010 y en 2011", afirma Vivien Pertusot, director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) en Bruselas.

"Con toda seguridad no habrá un cambio radical. Pero fue tan difícil que esto sucediera, que se puede decir que vivimos un nuevo capítulo de la historia", concluye.

El cambio de actitud de Bruselas es resultado, antes que nada, de la modificación de la relación de fuerzas registrado en Europa en los últimos tiempos.

Las políticas de austeridad aplicadas a partir de 2010 concluyeron en un fracaso absoluto, con una eurozona que volvió a la recesión desde fines de 2012 y una explosión del desempleo que alcanza niveles sin precedente (12,2%). Una situación dramática que, además, impide el desendeudamiento de los actores económicos.

En esas condiciones, la tolerancia a esas políticas terminó derrumbándose como un castillo de naipes. De hecho ayer, miles de manifestantes marcharon en más de 80 ciudades de Europa contra las políticas de ajuste dictadas por la troika integrada por la CE , el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.

En febrero pasado, el entonces premier Mario Monti, que defendía en Italia esa rigurosa política presupuestaria, fue duramente derrotado en las elecciones legislativas.

En Francia, después de 12 meses en el poder aplicando políticas de austeridad que no dieron ningún resultado, Hollande es el presidente más impopular de los últimos 50 años. Y mientras en Alemania, el sociólogo Ulrich Beck publicaba un libro en el que denuncia los riesgos de "una Europa alemana", el gran filósofo Jürgen Habermas consideró que la forma en que su país conduce la crisis de la eurozona llevaría al desastre. Por su parte, Joschka Fischer, ex ministro de Relaciones Exteriores alemán, acusó a Berlín de ser "una vez más el origen del proceso de descomposición de Europa".

Todas esas críticas quedaron justificadas con el descubrimiento de las inexactitudes que contenía un estudio de dos célebres economistas estadounidenses, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que había servido para justificar "científicamente" la aplicación de la austeridad.

Pero la verdadera gota que desbordó el vaso fue la negativa del gobierno de Holanda a tomar medidas de austeridad suplementarias, aun cuando su déficit público excede el 3% del PBI autorizado por la UE. Un gesto mucho más simbólico cuando se piensa que Jeroen Dijsselbloem, ministro de Economía de ese país, considerado hasta ahora un modelo en materia de rigor, es quien preside el Eurogrupo, organismo que reúne a los responsables de Finanzas de la zona euro.

Con ese mar de fondo, la Comisión no tuvo más remedio que decidirse a dar una inflexión a la política contraproductiva que defendía hasta ahora. Pero ese cambio también es, paradójicamente, resultado del sensible endurecimiento de las reglas de juego europeo introducidas en 2009: entre ellas, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza (TSCG). En función de esas nuevas reglas, un Estado que no respeta las recomendaciones de la Comisión se expone a sanciones casi automáticamente.

Imponiendo a Francia o a España objetivos imposibles de alcanzar, la Comisión hubiera activado una bomba de tiempo que habría conducido probablemente a una gravísima crisis política. Una responsabilidad que Barroso no quiso asumir un año antes de concluir su mandato.

La buena noticia es que, ahora, cada vez que se la evoca, la palabra "rigor" llega invariablemente acompañada de "crecimiento". Una tendencia que se instaló incluso en el discurso de los más ortodoxos. Refiriéndose la semana pasada al retorno de la calma en la eurozona, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, reconoció que "la success story no sería completa sin crecimiento".

Es verdad, la austeridad no desaparecerá de Europa en los próximos tres años. Como escribió el periódico Financial Times parafraseando a Winston Churchill: "Es posible que no estemos ante su fin, incluso ante el principio de su fin. Pero éste es el fin del principio" y seguramente su ritmo será ahora mucho más "light" que el anterior.

LAS RECETAS DE AJUSTE DE MERKEL

23%

De los europeos aboga por la austeridad como solución a la crisis de la eurozona, según una encuesta de Eurobarómetro de la semana pasadaLa canciller alemana Angela Merkel es la más férrea defensora de la austeridad. Es apoyada por Austria, Finlandia, Holanda y Suecia

EL ESTÍMULO, EL EJE DE HOLLANDE

25%

De los europeos encuestados cree que la solución a la crisis es el estímulo económico. Más del 50%, en tanto, prefiere una mezcla de austeridad y estímulos Con su discurso a favor de los planes de estímulo, François Hollande confrontó las políticas de austeridad de Merkel. Es apoyado por los países más golpeados: Italia, Portugal, Irlanda, España y Grecia

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