¿Por que no aprendemos a cuidar el ambiente?

Estamos destruyendo el planeta, el cambio climático es una realidad, nuestro Estado cada día padece mayor escasez de agua y aún así, el tema ambiental no es prioridad. Con estas prioridades ¿Cómo se puede esperar que el Gobierno invierta en este tema?

Por: Cristián Frers (*)

El cuidado y protección del medio ambiente, se ha dicho en todos los tonos posibles, representa una de las preocupaciones que todos debemos compartir, pues nuestra propia supervivencia está vinculada a la salud del entorno del cual dependemos.

En general, para cuidar el medio ambiente se necesita valorarlo, amarlo  y ser consciente de lo que significa contaminar de manera inmediata, a corto, mediano y largo plazo. Esto se traduce en una conducta: no tirar la basura, cuidar el agua, cuidar el aire, los animales, las plantas, entre otras cosas. Estamos frente a una actitud, que tiene tres componentes: afectivo, cognitivo y conductual.

Las actitudes se aprenden. Se transmiten de los adultos a los niños, de los padres, profesores y personas significativas. Por tanto, las personas que no cuidan el medio ambiente no han aprendido la importancia de hacerlo y no han tenido los modelos indicados para llevar a cabo una conducta constructiva.

Tampoco han internalizado otra gama de características humanas que son los valores, como el respeto hacia los otros, la solidaridad con las futuras generaciones, el amor a la vida y la empatía.

Son personas egoístas, que privilegian sus derechos por sobre sus deberes y por sobre los derechos de los demás, que no se preocupan de perjudicar porque pueden sentirse perjudicados ellos mismos; personas cómodas y arrogantes, que creen que otros deben limpiar por ellos.

En muchas intendencias, provincias o inclusive en el Estado Nacional Argentino se enarbola con orgullo que el medio ambiente es política de Estado, pero los indicadores dicen lo contrario.

Durante años he querido impulsar en Carmen de Areco – Provincia de Buenos Aires la protección del medio ambiente, en defensa de la contaminación del río Areco por fosfatos (detergentes), por la eliminación de los basureros a cielo abierto, por fomentar la educación ambiental, por el cuidado de la biodiversidad, por establecer una política ambiental y… A nadie le intereso, especialmente, a políticos y funcionarios públicos del Municipio.

¿Quién puede preocuparse por un río envenenado, la progresiva perdida de los suelos y de la masa vegetal o la perdida de biodiversidad?

La respuesta a tal interrogante deberían darla quienes tienen a su cargo las actividades de protección del medio ambiente, pero nosotros podemos adelantar una hipótesis: porque, tal como ocurre con muchas otras áreas del servicio público en Argentina, quienes tienen a su cargo de vigilar el cumplimiento de las normas ambientales carecen de la convicción para cumplir con sus responsabilidades.

El problema es que a este paso, pronto podría no importar realmente que se haga algo o no, porque nos habrá condenado nuestra propia negligencia.

Nos ha tocado vivir un tiempo de aprendices de brujo. Hemos puesto en marcha una civilización que ha logrado incesantemente mejorar la vida de muchísima gente, pero tal vez apresuradamente. No podíamos medir las consecuencias de tantas cosas que estábamos haciendo en el planeta. Esta nave con la cual andamos por el universo tiene sus propias complejidades y ahora estamos aprendiendo, con dolor, que tenemos que modificar muchos aspectos de nuestro comportamiento para que la Tierra se mantenga sustentable.

Esto es indispensable para el sostenimiento de todas las formas de vida, y con ello, la nuestra. No somos tan poderosos ni tan sapientes como a veces lo creemos.

En verdad, los juegos profundos de interrelación de la naturaleza y de las actividades humanas entrañan una hondura de misterios. En este sentido tenemos que agradecer a los científicos que han dedicado su vida a indagar los secretos de la naturaleza. 

(*) Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).

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