La salud de Alberto

La salud de Alberto

Por: Nelson Castro. Un antecedente de hace una década llevó a versiones equivocadas. Dolor, pulmones y el poder que enferma.

Alberto Fernández se venía sintiendo mal desde hacía algunos días.Lo aquejaban una persistente tos seca y un fuerte dolor de espalda. Según reconoció, fue un dolor que nunca en su vida había sentido. Ante eso tomó la decisión de consultar a su médico, Federico Saavedra. El doctor –un destacado médico clínico conocido en las redes sociales por su definido antikirchnerismo– ordenó los análisis de rutina más los estudios por imágenes del tórax que le permitieron arribar al diagnóstico que se conoció horas después: una inflamación pleural. Ante esto –y con muy buen criterio por los antecedentes del paciente– le indicó su internación para realizar un chequeo más complejo.

La pleura es una membrana que recubre los pulmones, el mediastino, la cara superior del diafragma y la cara interna del tórax, que consta de dos capas: una externa o parietal, que está en contacto con la cara interna del tórax, el mediastino y la cara superior del diafragma, y una interna o visceral, que está en contacto con los pulmones. El espacio entre la pleura parietal y la pleura visceral se llama cavidad pleural. Esta cavidad contiene normalmente unos 15 mililitros de líquido que actúa como lubricante entre ambas superficies de la pleura, lo que es clave para que cumpla su función de permitir que durante los movimientos respiratorios los pulmones se puedan desplazar dentro de la cavidad torácica.

Cuando la pleura se inflama se produce lo que se denomina pleuresía o pleuritis, como consecuencia de lo cual las dos capas de la pleura se frotan entre sí como si fueran papel de lija, situación que origina un dolor intenso cada vez que el paciente inhala y exhala.

Síntomas. La pleuresía se manifiesta con dolor en el pecho y en la espalda, que se acentúa al respirar, toser o estornudar. A causa de ese dolor, el paciente busca minimizar los movimientos respiratorios, lo que lo lleva a padecer una dificultad respiratoria que le produce falta de aire. A veces el cuadro se acompaña de tos intensa y, dependiendo de la causa, fiebre.

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Como Alberto Fernández narró en una entrevista que le realicé por Radio Continental en la mañana del miércoles pasado, la única sintomatología que presentó fue tos seca e intensa y el fuerte dolor de espalda. No tuvo fiebre y, tras los estudios, el diagnóstico surgió en forma certera. Sin embargo, la versión de un posible tromboembolismo pulmonar estuvo circulando durante varias horas, así como otra versión que hablaba sobre un supuesto estado de gravedad del precandidato presidencial. Ninguna de las dos informaciones fueron ciertas: no estuvo en ningún momento en estado de gravedad. De haberlo estado, y de haber sido la causa de esa eventual situación un tromboembolismo pulmonar, habría sido internado de inmediato en la Unidad de Cuidados Intensivos del Otamendi y su permanencia en el sanatorio habría sido más prolongada.

En realidad, lo que el precandidato presidencial del kirchnerismo sí tiene es un antecedente de un episodio de tromboembolismo pulmonar en 2008, que sucedió luego de renunciar al cargo de jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner tras el conflicto con el campo por la Resolución 125.

El tromboembolismo pulmonar es una afección potencialmente mortal producida por la migración de un coágulo –que se denomina trombo– al desprenderse de alguna parte del sistema venoso. Cuando ello ocurre, el coágulo –ahora llamado émbolo– migra y se enclava en las arterias pulmonares, a las que ocluye. En la mayoría de los casos, el trombo se origina en las venas profundas de los miembros inferiores. Entre las distintas patologías que pueden causar un tromboembolismo pulmonar están las enfermedades que alteran la coagulación de la sangre. Una de ellas es la trombofilia. En verdad, la trombofilia no es considerada una enfermedad sino una condición o predisposición a formar coágulos. La trombofilia puede ser hereditaria o adquirida.

En el caso de Fernández, hay dos antecedentes de importancia: su madre –ya fallecida– padeció trombofilia, condición que también padece su hermana.

El episodio de tromboembolismo pulmonar que sufrió el actual precandidato del kirchnerismo –que le dejó una cicatriz en uno de los pulmones– obligó a tratarlo con anticoagulantes. Según reconoció, en los días previos a su internación olvidó tomar el medicamento que tiene prescripto con fines profilácticos para evitar una repetición del cuadro que presentó en 2008.

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La respuesta al tratamiento del paciente a base de antiinflamatorios fue buena y, completadas las 48 horas para el chequeo médico –que incluyó el estudio de las arterias carótidas y de la función cardíaca, que no arrojaron resultados patológicos–, se le dio el alta.

El caso de Alberto Fernández volvió a plantear el siempre espinoso tema de la salud de los presidentes y de los candidatos a serlo. A diferencia de lo que ocurrió tanto en el caso de Néstor Kirchner como de CFK, además de la mencionada entrevista en la que habló en detalle sobre su salud, el precandidato presidencial realizó otra el jueves con Luis Novaresio por Radio La Red y, al ser dado de alta, habló en la puerta del Otamendi con los movileros de radio y televisión. Eso fue clave para terminar con los rumores que hablaban sobre un cuadro clínico de gravedad, que claramente no tuvo. Sin embargo, tal como se lo señalé al precandidato en la entrevista radial, faltó una comunicación médica orgánica y sistematizada. A esos efectos, hubiera sido importante que hablara su médico, el doctor Saavedra, en conferencia de prensa no solo para explicar en detalle el padecimiento del paciente, sino también para contestar las preguntas que inevitablemente surgen en casos como este.

Destiempo. El parte médico que se difundió tardíamente el miércoles por la noche fue escueto y obligó a los medios a consultar a diferentes médicos para explicar lo que es una “inflamación pleural que podría corresponder a una obstrucción arterial subsegmentaria”. A los efectos de aclarar este último punto –el de la posible obstrucción arterial subsegmentaria–, hay que decir que finalmente esa patología no se comprobó.

Dato final, de los presidentes argentinos desde 1983 hasta aquí. Carlos Menem sufrió la suboclusión de la arteria carótida derecha; Fernando de la Rúa padeció un neumotórax antes de asumir y debió someterse a una angioplastia coronaria ya en el cargo; Néstor Kirchner presentó una úlcera duodenal erosiva, y falleció el 27 de octubre de 2010 a causa de un infarto agudo de miocardio cuando había hecho saber que sería candidato presidencial; Cristina Fernández de Kirchner sufrió un hematoma subdural, numerosos episodios de laringofaringitis, lipotimias, un cuadro de diverticulitis aguda y fue operada de un cáncer de tiroides que nunca tuvo; y Mauricio Macri presentó un cuadro de arritmia cardíaca y fue operado por un nódulo en las cuerdas vocales y por lesiones en una de las rodillas. El poder enferma.

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