Ojo, mucho cuidado, se despertó Macri

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. El discurso de ayer del Presidente ante la Asamblea Legislativa trajo extraordinarias novedades. La primera: hay un presidente. Quiero decir: salió de su encierro, de su letargo.

"Se despertó Macri ", dijo alguien. O lo despertaron. ¿Habrán sido las encuestas? Mientras hablaba, la TV mostró a un diplomático extranjero durmiendo a sus anchas. No sabe lo que se perdió. De haber escuchado, podría informar a su gobierno que el presidente argentino está en ejercicio y que no le comieron la lengua los ratones.

Segunda novedad. Macri usó los 54 minutos del mensaje para diferenciarse de Cristina , su principal rival en octubre. ¡Y nunca fueron tan parecidos! Que no se me escandalicen los macristas. Déjenme que argumente. Si estamos en el horno, como estamos, como ningún funcionario sensato del Gobierno lo niega, es necesario que el cocinero mayor te consuele, te convenza de que la alternativa al horno es el infierno, te contenga, te dé fuerzas y esperanzas, te diga que si sentimos calor es porque estamos vivos. Eso de estar al espiedo y que nadie diga nada, nadie te muestre una salida, no va. Es cierto que Cristina hablaba mucho más de lo que hacía -"se habla encima", la caracterizó alguna vez Pagni-, pero si sus sistemáticos fracasos y contradicciones requerían de un relato para fraguar la historia, este ajuste feroz clama al cielo por una explicación, una palmada, un horizonte. Si se quedan callados mientras nos vamos poniendo oscuritos y crocantes es como que no hay ni explicación ni horizonte. Dios y Christine Lagarde no lo quieran.

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Tercera novedad. Macri grita. Sí, grita. Wow. Tremenda novedad. Grita, se entusiasma, entusiasma a los suyos (contabilicé 59 aplausos y ovaciones, algunos hasta sinceros), se energiza frente al micrófono, enfrenta las barras, las torea. Esa frase de respuesta a las rechiflas y ataques durante el discurso -"los gritos y los insultos no hablan de mí, hablan de ustedes"- es un hallazgo, una genialidad. Marche un bonus extra para el que se la arrimó. Macri fue, ¡por fin!, más político que ingeniero. Más presidente de Boca que CEO. Si no te sale ser Riquelme, sé Pernía. El "¡Ar-gen-tina, Ar-gen-tina!" con el que cerró de viva voz el mensaje tuvo esa tonalidad inequívocamente futbolera. Felipe Solá dijo que el recinto se había convertido en la Bombonera, con los macristas gritando goles. El Felipe sarcástico siempre es más agudo que el serio.

Cuarta novedad, que en realidad no es una gran novedad. El Presidente se lanzó abiertamente a la campaña. Por momentos parecía que estaba hablándole a una multitud exaltada desde un palco en el Obelisco. Yo incluso tenía miedo de que confundiera la frase final y dijera que estaba dejando inaugurada la carrera electoral y no las sesiones ordinarias. Toda la puesta en escena de ayer fue obra de Durán Barba y Marcos Peña, que de eso saben una bocha. "Las campañas es lo único que hacemos bien", me dijo esta semana un importante, importantísimo legislador del oficialismo. Lo vi tan angustiado que intenté darle ánimo. Le dije que para endeudarse también habían sido buenos.

Quinta novedad. El déficit cero quedó consagrado en el discurso como la nueva bandera política, la plataforma de campaña. Todos los cañones apuntan ahí. Desde el punto de vista del marketing, una jugada audaz: a simple vista no parece ser una fórmula de tonalidades épicas. Sobre todo en términos relativos: "Liberación o dependencia", "con la democracia se come, se cura...", "revolución productiva", "sí, se puede", "déficit cero". Cero feeling. Angeloz probó con el "lápiz rojo" y no funcionó. A los argentinos ajustanos, pero no nos digas que nos vas a ajustar. Además, esto obliga a reciclar de apuro elmerchandising: donde decía #pobrezacero ahora hay que poner #deficitcero, sin duda menos hechizante. En la ecuación que dio ayer el Presidente, con déficit cero se baja la inflación, y cuando baje la inflación bajará el número de pobres. Buenísimo. Por ahora no estaría funcionando, pero no hay que perder las esperanzas. Si Macri aprendió a gritar, que les pegue un par de gritos a sus ministros. ¡Pruebe con Pernía, maestro!

También Cristina eligió un discurso encendido en el Congreso para lanzar su campaña. Fue el miércoles, en el Senado. Está en la web, no se lo pierdan. Me encantó verla tan... tan Cristina. Enojada. Irónica. Furibunda. Nada que ver con la de los últimos meses, amable, sonriente, beatífica. Reapareció la que pedían los barrabravas de La Cámpora. Reapareció para explicar bien el affaire D'Alessio, ese abogado trucho que extorsionó a un chacarero impostado, chacarero que se confabuló con un juez con pecado original, juez que cargó contra el Gobierno y el fiscal Stornelli, fiscal que deberá contarnos a qué se debían sus dicharacheras tertulias con D'Alessio. Hasta que habló Cristina no conocíamos la verdad sobre este tenebroso episodio: detrás de todo está la embajada norteamericana. Siempre sospechamos que vienen solo para impulsar altas operaciones de inteligencia. Trump interrumpió anteayer abruptamente su cumbre con el líder de Corea del Norte en Vietnam porque quería ponerse al tanto de las novedades que llegaban desde Buenos Aires.

Con estos duelos discursivos, va a ser una campaña entretenida. ¡Ar-gen-tina, Ar-gen-tina!

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