Después del 31

Después del 31

Por: Jorge Fontevecchia. En la Argentina comenzó el otoño y los 180 días que nos separan de la próxima primavera van a resultan más extensos que nunca.

El 95% de los casos de coronavirus se produjeron en el hemisferio norte, donde vive el 88% de la población mundial. Allí ayer comenzó la primavera. En la Argentina comenzó el otoño y los 180 días que nos separan de la próxima primavera van a resultan más extensos que nunca.

En el pasado, habitar el despoblado hemisferio sur y nuestra especial lejanía (el Papa se autotituló “del fin del mundo”) nos ponía a reparo de guerras mundiales, amenazas nucleares y hasta catástrofes naturales. Recién en los 90, con los atentados a la embajada de Israel y la Amia los argentinos sentimos que los conflictos en otras partes del mundo podían afectarnos negativamente, pero lo atribuimos a nuestro propio involucramiento al enviar tropas argentinas a la Guerra del Golfo. “Yo, argentino” resistió prácticamente todo el siglo XX como expresión de neutralidad en los conflictos internacionales.

Nuestro distanciamiento del resto del mundo marcó también las categorías políticas argentinas que desde su independencia hasta hoy se dividieron entre nacionalistas y cosmopolitas estos últimos citados como cipayos, extranjerizantes y liberales, porque esa era la doctrina más común en el resto del mundo.

Incluso durante la crisis financiera de 2008 y 2009 la visión más nacionalista encontraba en el parcial default, que impedía la plena integración financiera al mundo, la ventaja de que lo malo nos pegue menos. Macri hizo “del regreso al mundo” su eslogan de acceso al poder, desgraciadamente con tantos desaciertos que inspiró a muchos argentinos a pensar más aún que debemos encerrarnos para pasarla mejor.

Pero el coronavirus, entre los múltiples cambios que nos generará aún mucho después de su eventual erradicación, está el de pasar a un cajón de objetos obsoletos la idea de “vivir con lo nuestro”, como símbolo de que podemos protegernos aislados del mundo.

Otoño. “Es importante que estemos preparados y vayamos pensando que el cambio de conducta no es hasta el 31 de marzo, sino que es a mediano y largo plazo” informó ayer Carla Vizzotti, la segunda de Ginés González García en el Ministerio de la Salud.

Y allí comienza el problema más difícil: parar prolongadamente la economía. A modo de ejemplo, en Nueva York, la ciudad más rica del planeta, el equivalente nuestro Teatro Colón, el Metropolitan Opera House, despidió a todo su personal a partir del 31 de marzo invocando la cláusula de fuerza mayor, a pesar de los 700 mil millones de dólares de ayuda económica en programas de estímulo y la tasa de interés cero.

En Italia hubo suspensión del pago de impuestos e hipotecas para las pymes y los hogares. En Francia el estado se hará cargo hasta de los alquileres. En Inglaterra el gobierno anunció que pagará el 80% del sueldo en aquellos sectores que la crisis afectó (casi todos menos comercio electrónico y laboratorios).

Mientras que en Brasil, una economía mucho más sana que la nuestra, pero menos desarrollada que la de los países europeos o Estados Unidos, el gobierno envió al Congreso una ley que permite a las empresas –mientras dure la crisis– suspender la mitad de los días a sus empleados y pagarles la mitad del salario, siempre que lo finalmente cobrado no resulte inferior a un salario mínimo (que en Brasil siempre fue muy inferior al argentino, pero por efecto de las devaluaciones ahora es el doble: 200 dólares contra 100 en nuestro caso). También pueden optar por adelantar las vacaciones y los feriados del resto del año, mientras dure la crisis.

En la Argentina es probable que hasta se extienda la doble indemnización, pero salvo que el estado pague los sueldos como en Inglaterra, habrá grandes problemas pudiéndose general una bola de nieve donde los menores ingresos de un sector afecten al siguiente y así se genere un crack masivo.

Aún cuando acabara la cuarentena, no es improbable que la gente tarde en volver a restaurantes y teatros como ejemplo de decenas de servicios que podrá tardar en volver a consumir. Pero siendo realista, es difícil suponer que tras el 31 de marzo no se aplique alguna forma de inmovilización social obligatoria, no porque no haya funcionado la cuarentena de estas dos semanas en la que coinciden sobre su utilidad todos los expertos del mundo, sino porque una vez que se libere a otros institutos de biología los test de Covid-19, que hasta ahora realiza solamente el Instituto Malbrán, se presume que los casos se multiplicarán por diez. Y aunque el vertiginoso aumento de casos no será porque hubo un brote de la pandemia sino porque no existían los registros, generará en la opinión pública un aumento de la sensación de pánico que obligará a los políticos a responder manteniendo medidas duras.

El 31 de marzo era también el Día D en el que se aspiraba a tener resuelta la renegociación de la deuda. Más allá de la buena predisposición del Fondo Monetario Internacional, la caída generalizada de los bonos es una señal del aumento de la posibilidad de un default transitorio. Comenzó un largo invierno económico en la Argentina, que incluso puede extenderse hasta después de la llegada de la primavera y el control de la pandemia por efecto de inercia.

Un desafío económico para Alberto Fernández que a ningún otro presidente le ha tocado enfrentar.

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