Antes y después de las PASO, Aníbal Fernández recibió una lluvia de pedidos de informes, de interpelación y de juicio político por el escándalo de la efedrina y por las inundaciones, entre otros temas. Sin embargo, ninguno de los legisladores opositores que le hicieron esos requerimientos por casos concretos se acordaron de recriminarle en plena campaña el incumplimiento más claro que muestra la foja de servicios: la inasistencia al Congreso desde que asumió, en febrero pasado.

La Constitución obliga al jefe de Gabinete a concurrir “al menos una vez por mes, alternativamente a cada una de sus Cámaras, para informar de la marcha del Gobierno”. Por lo tanto, desde la apertura de sesiones, en marzo, Aníbal F. debió ir seis veces al Parlamento. Es cierto que este año los diputados y senadores trabajaron a media máquina con la excusa electoral, pero el funcionario tuvo tiempo suficiente para abrir el trámite con el pedido de preguntas que los legisladores envían a la Jefatura de Gabinete en la previa de cada presentación.

Temas sensibles a abordar había de sobra. Desde los casos Nisman, Hotesur y el pacto con Irán hasta el cepo al dólar y la inseguridad, pasando por las denuncias de narcotráfico contra el propio Aníbal. Sin embargo, el jefe de Gabinete no dio explicaciones y pudo eludir eventuales embestidas opositoras que hubieran salpicado más su complicada campaña a gobernador bonaerense.

El funcionario tampoco se hubiera sentido cómodo compartiendo cartel con el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, en medio de las fricciones de la interna que finalmente le ganó. Ni con un vice procesado como Amado Boudou, una foto a la que le escapó todo candidato K para las primarias.

Por su incumplimiento, podría ser merecedor de una moción de censura, aunque la oposición no reuniría la mayoría especial que se requiere. Hasta ahora la sacó barata: sólo el diputado del GEN Omar Duclós se acordó, en mayo, de reclamar su presencia. Mientras tanto, el jefe de Gabinete redobla esfuerzos para salir airoso en octubre. Y si mantiene este ritmo, al fin de su gestión empataría el récord de presentismo cero que conserva Chrystian Colombo, el último jefe de Gabinete de la Alianza. 

Dato curioso: su antecesor, Jorge Capitanich, va al tope de los cumplidores. Sólo faltó un mes.