Vientos de ira

Vientos de ira

por José Luis Jacobo

Nada puede ser sostenido en esta era del Coronavirus por demasiado tiempo. El presidente afirmaba, en junio de este año, que de no haber cerrado el país, tendríamos una cifra de diez mil muertos. En el momento que escribo estas líneas, son once mil cuatrocientos cuarenta y ocho las víctimas fatales atribuidas al padecer Covid-19.

Hay una carga ideológica y de oportunidad política para sostener el criterio de control social que ceba una bomba que trae miseria, destrucción patrimonial, y una purga ideológica fenomenal.

Esta semana en Mar del Plata, sectores de la construcción se alzaron contra el parate impuesto a la actividad por la provincia aduciendo la necesidad de aplanar la curva de contagios. La medida gubernamental, fue avalada con una fuerte operación en los medios que se inició en el grupo de Ladrey Iglesias, publicando los dichos de un profesional en actividad que reparte sus tareas entre el HIGA y una clínica privada. En tono de confesión —término que encanta en los medios—, el internista bajo línea: “el virus nos está poniendo de rodillas”, dijo, para luego agregar: “no sabemos cómo vamos a seguir”.

El profesional dijo que sus expresiones no tenían intencionalidad política… veamos. Los autodenominados integrantes de los Comités Barriales de Emergencia —una estructura castro chavista que se arroga actuar en los barrios en donde la política no llega—, se expresaron exactamente en los mismos términos que el profesional médico, pedidiendo que la ciudad vuelva a la fase cero. Horas después, se divulgó a través de las redes —en particular Facebook—, un video de profesionales médicos que recitaban lo mismo.

Lo que nadie parece poder —o querer— decir, es que, durante los días de cuarentena inicial, en los que se debía preparar a la ciudad para afrontar esta situación, sólo se perpetró un acting sostenido por parte de los dirigentes, mientras que —bajo el silencio de las autoridades médicas—, no se llevó adelante el trabajo que se tenía que hacer.

Según reveló en la 99.9 Leonardo Tamburini, el presidente del Centro de Constructores, el hospital modular, que debería tener 78 camas UTI, tiene 19, y el Houssay, que debía tener 30, no tiene ninguna. El parte del HIGA revela a diario que jamás se llegó a la situación de que el área Covid-UTI estuviera ni saturada, ni al borde del colapso.

A diferencia de Tandil, en donde el médico Miguel Lunghi, intendente de la ciudad serrana, tomó decisiones a favor de su comunidad, por estas playas, el intendente Montenegro reafirma su rol de veraneante, cuya suerte está desprendida de la suerte general de la población para la cual debería gobernar.

Tuvieron tiempo sobrado para garantizar el equipamiento, pero no lo hicieron. De cortar el pluriempleo en el sector salud, el auténtico foco de trasmisión del virus. De generar campañas de alerta apuntadas a los grupos de riesgo. De formar a los jóvenes egresados de nuestras universidades para, cuando menos, estar capacitados en asistir a los escasos profesionales internistas. No se hizo nada. Sólo un acting vergonzoso, de una empatía mentirosa que está devastando económicamente la comunidad, hasta extremos nunca vistos.

Una clara política de miseria para la dominación.

 

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