Casi 11.000 personas exigen soluciones al gobierno tras las pérdidas sufridas en el devastador incendio; la presidenta prometió un bono de US$ 2000 para cada familia
La presidenta chilena, que ayer llegó con su comitiva al cerro La Cruz, en medio de un tenso clima de quejas de los pobladores, se comprometió a canalizar la ayuda de mejor forma, hasta que se logren reconstruir completamente las viviendas afectadas.
Ello se suma al bono ya anunciado de 400 dólares para artículos básicos y a los futuros subsidios de reconstrucción y vivienda, aún no detallados por las autoridades.
Ayer, según constató LA NACION, el escenario de vecinos y voluntarios trabajando en el retiro de escombros se repetía en cada uno de los siete cerros doblegados por el fuego.
Marchando desde el camino La Pólvora, en la parte alta de la ciudad, en dirección al mar, se encuentra la quebrada que separa los cerros La Cruz y Las Cañas, lo más cercano a la zona cero del incendio.
Allí no hay nada que recuerde sonrisas ni civilización, salvo por la abismal montaña de escombros que comienzan a apilarse, una tras otra, gracias al trabajo de los propios pobladores y los cientos de jóvenes voluntarios que cada día suben a pie desde el borde costero.
Pese al ánimo a toda prueba que los caracteriza, los porteños, acaso el único gentilicio que aceptan los habitantes de Valparaíso, tienen rabia. Les enoja darse cuenta de que la postergación a la cual siempre han estado sometidos vuelve a prolongarse en estas horas de angustia.
"Los únicos que nos han ayudado son los universitarios y la gente del pueblo, así como nosotros. Las empresas también han colaborado. Pero de los señores políticos ni me hables", dice Verónica, una pobladora, cuya dignidad no fue vapuleada por el fuego.
"El Cornejo [Aldo, ex alcalde de la ciudad, diputado democristiano por la zona y actual presidente de la Cámara baja] venía a buscar sus votos acá y hoy ni siquiera ha venido a preguntarnos cómo estamos", completa Hugo Mardones, quien junto a su hermano destroza con un mazo los restos de cimientos que quedaron de su casa.
"A mí los que me han decepcionado son la [presidenta] Bachelet y «el Negro» [Jorge Castro, actual alcalde de Valparaíso]. Ni siquiera se han atrevido a venir para acá", puntualiza, con furia, Leonardo Briceño.
El fuego ya no es visible, pero eso no quiere decir que haya sido controlado totalmente. Desde Las Cañas aún pueden verse pequeñas columnas de humo provenientes de pequeños sectores de tierra y prado, que los funcionarios de la Corporación Nacional Forestal en helicópteros se preocupan de volver a mojar para que no existan rebrotes.
La presidenta Bachelet tiene muy claro que los intentos de ayuda terminan ahorcados en el trayecto a los inaccesibles cerros, en los cuales "hay casas donde no debería haberlas", como ella misma dijo anteayer en una entrevista.
El dolor es cíclico, dicen los porteños. Primero son los sismos, tras éstos, los incendios. Ya vendrán las lluvias, las "matapajaritos", como las apodan por la fuerza y violencia de sus gotas. Para ello, ruegan al cielo porque el invierno postergue su llegada por lo menos hasta que hayan conseguido levantar cobertizos que los guarezcan del agua.
Las tragedias son tantas, que muchos ya perdieron la cuenta y ya ni recuerdan qué año fue el penúltimo incendio que acabó con sus casas o las botó el sismo, o las pasó a llevar un aluvión.
Entre la tierra, los latones de zinc y las estructuras de lavadoras o de lo que alguna vez fue un colchón, resaltan a simple vista decenas de banderas chilenas y lienzos de Santiago Wanderers, el centenario club de fútbol de la ciudad.
DEMASIADOS VOLUNTARIOS
El alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, pidió ayer a los miles de voluntarios que participan en las tareas de ayuda -y que duplican al número de afectados- que no vayan a los cerros para evitar la congestión de las calles. La multitud obstaculiza el trabajo de camiones y maquinaria pesada en la remoción de escombros..
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