Roberto Iglesias, el radical que quiere volver a ser gobernador, se define como “ordenado” en los gastos, racional y para nada vanidoso. Disfruta estar con sus hijos y sus amigos y dice que la terquedad no es un defecto.
No es que el candidato radical sea un tipo mal gestado, aburrido, serio, ni siquiera apocado. Iglesias es accesible y toca todos los temas; pero impone una distancia que nace desde el carácter. Desde su mirada.
“Tengo la figura de un tipo duro, serio. Y sin embargo soy cariñoso, afectuoso y divertido. Ojo, eso es lo que me plantean mis amigos. Nunca fui el gracioso del grupo, pero hago chistes y hago bromas incluso entre los amigos de mis hijos, por ejemplo”, se defenderá.
Camina espigado. Luce flaco. Tiene un andar ligero. Clava la mirada en el interlocutor y se toma siempre un segundo antes de cada respuesta. No escapa por la tangente. Uno tiene la sensación de que es sincero, durante el reportaje, hasta cuando no le conviene.
-¿Quién le puso Mula?
-No recuerdo.
-¿Pero fue un amigo o un enemigo?
-Un militante, un amigo. Empezaron a decirme Mula por mis posturas.
-¿Nunca le molestó?
-Seguro que no. No es agraviante.
-¿Se siente reflejado en la imagen de ese animal que va siempre para adelante?
-La mula es terca, pero en el sentido del tesón y del empeño de llegar a donde uno sueña.
-¿Su mayor defecto es la terquedad?
-Yo a la terquedad no lo tomo como un defecto, va con el tesón, con la idea de imponerse una meta y llegar. Pero me resulta difícil analizarme en defectos y virtudes. Los entrevistados, ante este tipo de preguntas, terminan diciendo un defecto como una virtud: 'Soy demasiado sincero', por ejemplo. Yo prefiero no decir nada.
Aquí aparece la primera risa de la entrevista. El tipo que representará al radicalismo en la contienda electoral del próximo domingo ríe ruidoso, con una carcajada corta pero trepidante. Pasado el momento, vuelve a la postura inicial. El rostro duro. Y a esperar la otra pregunta.
Fe en la razón
En el ’82 comenzó a seguir a Raúl Ricardo Alfonsín, allí supo que la política era lo suyo. “Entre aquel tipo de 30 que comenzaba a militar y el de hoy, hay muchas diferencias: las experiencias pasadas. Pero ojo, las ilusiones y los sueños están”.
Tiene cuatro hijos: de 24, 23, 22 y 19. Ellos, junto a su esposa, trabajan activamente en la campaña. Como en ninguna de las anteriores, analiza el propio Iglesias.
“Hay diferencias generacionales con los chicos, las de siempre. Pero yo estoy mucho con ellos y con los amigos de mis hijos. Me gusta mucho el culto de la amistad que han conseguido”.
Salir a bailar con Iglesias
Como el resto de los candidatos, también cursó en el Liceo Militar. Más que el rigor, el hombre que fue intendente y gobernador dice que lo que lo afectó, en todo caso, fue el encierro. “¿Las contras? Estar sin salir durante una semana seguro que duele y molesta. Pero tenía otras cosas el Liceo: el compañerismo y la amistad, valores que yo rescato”.
-¿Iglesias, usted salía a a bailar?
-Sí, por supuesto, cómo no voy a salir bailar (su respuesta suena a reto).
-¿Dónde?
-Íbamos a Scandal, Al Diablo, Los Pájaros. Era una época distinta: pasábamos a buscar a las chicas a las 10 y las dejábamos a las 2 de la mañana en su casa, como muy tarde. Y salíamos en pareja. Ahora salen separados, aún estando de novios.
Cuando se conocieron con su mujer, ambos ya eran “adultos jóvenes”. Él era secretario de Obras Públicas en la Municipalidad de Capital. Vivieron un noviazgo de ocho meses y se casaron. ¿Qué fue lo que Iglesias aprendió de su esposa? Hay un silencio, el candidato toma un sorbo de café, y dice sin dudar: “Su fe. Su fe religiosa y en la vida”.
-¿Usted no es un hombre de fe?
-Soy ingeniero, soy muy racional. Y la fe, a veces, deja lo racional de lado.
Iglesias no es de ir a misa, pero -confiesa- ha hecho un culto del trabajo. Es su deber ser. Lo fue incluso en la peor etapa del país, cuando algunos se iban en helicópteros y otros decidían quedarse a pelear el naufragio.
“Fueron cuatro años muy duros. Y ella me aguantó. Los chicos lo aguantaron. Fue la etapa del ‘que se vayan todos’, y fue mi familia la que más lo sufrió, te lo puedo asegurar, porque uno está curtido. Mirá, ésas son las cosas que me afectan de la política: el tiempo que te saca de la familia. Cómo hace sufrir a la familia”.
Tacaño no, ordenado sí
En el estéreo del auto de Iglesias no hay compacts ni pen-drive. Escucha radio. “No tengo una predilección por una música específica. Serrat, folclore, tango. Pero no soy seguidor de artistas a ultranza, por ejemplo”.
-¿Y qué libros hay en su mesa de luz?
-Tengo que releer “Conversaciones en la catedral”, lo tengo ahí en la mesa de luz esperando.
Dice que la plata, le gusta gastarla en viajes. “No soy tacaño, pero sí ordenado en los gastos. Pero me gusta gastar, claro”.
-¿Y el cine? ¿Qué películas prefiere?
-Me gusta ir al cine, pero hace mucho que no voy.
-¿Alguna que lo haya hecho llorar?
-No soy de llorar, pero me conmovió “Cinema paradiso”. Y me impactó mucho “La caída”; me imaginaba que fue así el fin del régimen nazi, pero otra cosa es verlo con esas grandes actuaciones.
-¿Alguna vez tuvo miedo de que el poder lo cambiase?
-Nunca. No me cambió el poder ni lo hará. Eso va con tener la fortaleza de saber ganar y saber perder. De saber que uno está en un momento dado y debe saber aprovechar la oportunidad para ser de una determinada manera. Si hay algo que no soy, es vanidoso.
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