«Recuperar el acceso al río ayudaría a combatir el calor y a generar comunidad»

«Recuperar el acceso al río ayudaría a combatir el calor y a generar comunidad»

La ola de calor que asoló a Buenos Aires volvió a poner en discusión el vínculo de la Ciudad con el Río. La bióloga Patricia Himschoot es una de las voces principales que desde el ambientalismo insiste con recuperarlo. "Sería todo ganancia en calidad de vida, pero hace falta voluntad política", le dijo a El Grito del Sur.

La temperatura en Buenos Aires trepó el viernes pasado a los 41,5 grados, la segunda máxima de calor histórica, sólo superada por los 43,3 registrados el 29 de enero de 1957. La Ciudad sufrió desde aquél récord muchas transformaciones, entre ellas la privatización de su zona costera. “¡Qué bello es cambiar el horno de la Ciudad por esa brisa fresca!”, reza un noticiero de Sucesos Argentinos de 1953 que retrata la visita de cientos de familias al balneario de la Costanera Sur, por entonces de acceso libre y público. Ese pedazo de tierra privilegiado de cara al Río de La Plata, que formaba parte de las estrategias posibles para enfrentar y mitigar las temperaturas agobiantes, volvió a estar en discusión durante las audiencias públicas en las que se debatieron su venta para la construcción de torres para el sector de mayores ingresos. El agobio de estos días otorgó un nuevo argumento para quienes, desde distintos ámbitos, discuten cómo recuperar el entorno ribereño.

“Recuperar la balneabilidad en el Río de La Plata, que es único en el mundo, sin dudas es una estrategia para mitigar las olas de calor que sufrimos en la Ciudad. También para recuperar un espacio de sociabilidad que perdimos durante la dictadura y que hoy además se ve más amenazado aún con las privatizaciones. Forma parte de nuestra historia como porteños y porteñas: tuvimos un acceso real a una playa frente al río para el disfrute de todos y todas. Si se hacen las inversiones necesarias, es posible lograrlo. Tenemos al alcance de la mano el ejemplo de Montevideo que recuperó su zona costera a partir de los años 80. Sólo hace falta voluntad política”, dijo en diálogo con El Grito del Sur la doctora en ciencias biológicas y especialista en balneabilidad Patricia Himschoot, directora de asuntos científicos de la Fundación R21.

Himschoot viene haciendo hincapié desde hace años en la importancia de la Costanera no sólo como espacio natural necesario para mitigar el calor (algo que además recomendó en plena pandemia el grupo de Expertos en cambio Climático de la ONU para las principales ciudades del mundo) sino como espacio de socialización. “Las ventajas de recuperar el acceso al Río son múltiples. Sería todo ganancia en términos de calidad de vida. Por supuesto que se está más fresco que en una casa cuando hay ola de calor, pero la gente también es más feliz cuando está con otra, por lo que la costanera es un espacio que permite lograr comunidad, que la gente se junte. Eso me pasaba a mí de chica, y le pasaba a muchas familias, sobre todo a aquellas que quizás no tenían los recursos para irse de la Ciudad”, señaló. 

Para la especialista, además, recuperar la Costanera aportaría “varios servicios ecosistémicos” en el contexto del cambio climático, pero debería hacerse dentro de un plan integral de diseño urbano. “Las olas de calor intempestivas e intensas llegaron para quedarse”, explicó. “Lo mismo las lluvias que caen de golpe, en poco tiempo, lo que favorece las inundaciones”. “Todo lo que se logre avanzar a contramano de rellenar de cemento toda la Ciudad va a permitir amortiguar todos esos efectos indeseados y peligrosos”, agregó. Y puso de ejemplo lo que se logró en Seúl, que en la década pasada tiró abajo una autopista central para desentubar un arroyo.

En Buenos Aires, durante la dictadura, sucedió todo lo contrario. Bajo la administración de facto de Osvaldo Cacciatore, se levantó la Autopista 25 de Mayo y se proyectó la Autopista 3. El diseño de ambas trazas implicó demoler casas y edificios, cuyos escombros fueron a parar, precisamente, al río. “En 1978, comenzaron a volcarse escombros en la zona de la costa rioplatense, lo que provocó un gran deterioro ambiental”, dice el propio Gobierno porteño en su página web dedicada a la historia de la Costanera Sur. Ese mismo año se colocó el primer cartel de “prohibido bañarse”, aunque el proceso de “darle la espalda al río” ya había comenzado mucho antes, en la propia década de los 50. 

“Un día nos dijeron que ya no se podía bañarse y, de pronto, empezamos realmente a darle la espalda al Río. La Ciudad se desvinculó de su costa hasta prácticamente el día de hoy, donde a lo sumo alguien piensa una vez por año irse de paseo, en el mejor de los casos”, puntualizó Himschoot. 

“No es casualidad que el proceso de pérdida de la costa se completara en plena dictadura. Lo último que querían los milicos era que tengamos comunidad”, explicó. 

 

En aquel entonces, la decisión de cerrar el balneario tiró por la borda más de 50 años de una concepción distinta de la costanera porteña. La Avenida Costanera Sur, según distintos registros históricos, se inauguró en 1925. Todo el diseño arquitectónico de lo que hoy es el paseo de la reserva ecológica también fue cuidadosamente diseñado en esa época, con el obejtivo de que las familias se acercaran. “El paseo ofrecía un panorama magnífico: en torno al espigón, con escalinatas que bajaban hasta el río, se ubicaron jardines en forma de canteros con plantas y flores como los de los principales palacios europeos. Las tipas y acacias plantadas brindaban reparadora sombra a los paseantes a lo largo de la rambla y la ribera; farolas y maceteros de bronce con flores que brindaban un singular colorido al lugar. En el Balneario, para comodidad de los bañistas, se dispusieron duchas y casilleros individuales”, dice un texto de la Dirección General de Museos porteña sobre lo que alguna vez fue aquél recorrido. 

Himschoot buscó, junto a un grupo de especialistas, los estudios ambientales sobre el grado de contaminación del río que motivaron en su momento la prohibición de bañarse, sancionada a mediados de los 70s por el viejo Consejo Deliberante. Pero nunca existieron. “Claramente el agua estaba contaminada. Pero nos llamó la atención que no hubiese un estudio real, lo que hubiera permitido tomar otro camino quizás: en vez de cerrar el balneario y prohibir el ingreso de la gente, sanearlo, como lo hizo Montevideo”, argumentó. 

Precisamente, a la otra orilla del río, las cosas son muy distintas. “En los 80, Montevideo inició un proceso de saneamiento del río muy impactante, que les permite a sus habitantes poder bañarse”, puntualizó.

¿Cómo replicarlo en Buenos Aires? “Habría que empezar por el saneamiento del Río. En Montevideo se realiza un monitoreo constante para medir los niveles de escherichia coli, una bacteria conocida por todos que está en la materia fecal que debe bajarse a niveles mínimos para permitir meterse en el agua. Eso puede lograrse con un caño que tire los desechos cloacales más lejos de la costa. Y a partir de ahí pensar en cómo realizar un diseño urbano público para volver a generar un balneario. No es imposible. Hace falta invertir, y sobre todo voluntad política”. 

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