Los precandidatos a Jefe Comunal y algunas estrategias que pueden estar equivocadas

En Colón vaya paradoja que se darán en las PASO, los dos principales candidatos deberán rever sus estrategias para proyectarse con éxito a las generales que nos dará al hombre que conducirá en los próximos cuatro años los destinos del municipio.

 

Según los primeros muestreos, el oficialismo "casista" y la primera minoría el "portillismo" tendrán que cambiar sus lineamientos electorales si quieren seguir en el gobierno unos y cambiar la historia otros. En este sentido, Ricardo Casi tendrá que llevar adelante algunas fuertes movidas para ser el "cambio" que reclama en la actualidad la sociedad en el orden municipal. Uno de sus principales estigmas, es el GUM, (Guardia Urbana Municipal) sin una estrategia cierta (entre otras cosas) y donde los vecinos por su acotado servicio, deben "pagar" obligatoriamente cuatro millones de pesos al año para mantener "telefonistas de lujo" como es la frase que se extendió por la ciudad. Un dato no menor para que se determine el sufragio. 

Por otro lado, el "portillismo" deja a su principal candidato en una situación demasiado expuestas en algunas actitudes. Si el hombre elegido para que los represente como posible Jefe Comunal rehúye el debate en el Concejo Deliberante al no asumir su banca por "temor" a los ataques de sus opositores ¿Qué pasará cuando se siente en el sillón de Eduardo Morgan y deba lidiar con una fuerte oposición?. Un mensaje que el grueso de la sociedad no pasa por alto.

El tercer dilema a descifrar será Gerardo Soria como precandidato a concejal. En un Concejo Deliberante con falta de "chispa" y "pimienta" que pasará con un hombre que puede mover las más profundas convicciones de muchos votantes. Todo un dilema que comienza a visualizarse porque existe dispersión de votos en el orden municipal en por lo menos seis candidatos, ubicados en una fila de a dos en la cantidad de sufragios.

 

En la Provincia

 

Andrés Lavaselli especialista político de DIB señala "Luego de un cierre de listas desprolijo como pocos (aun para un trámite que nunca se caracteriza por su corrección formal), las principales fuerzas políticas se vieron obligadas a optar por sus planes "B" para competir por el poder político en el principal distrito electoral del país: la provincia de Buenos Aires.

La interna del FpV, que por estas horas se convirtió en la principal animadora del arranque de la campaña con el duelo Fernández-Domínguez, es en ese sentido un caso paradigmático, porque surge de una imposibilidad: la de alcanzar una unidad acorde a la que esa fuerza logró para el nivel presidencial.

En efecto, el ministro y el diputado llegaron a encabezar fórmulas primero porque Florencio Randazzo se negó a candidato (decisión discutible pero que indudablemente genera un daño importante al oficialismo). En Cambiemos, María Eugenia Vidal vio cómo una negociación entre Mauricio Macri y Ernesto Sanz la transformaba en cabeza de una lista "mixta", donde el radical Daniel Salvador terminó por diluir algo un amarillo puro que predomina en casi todo el resto de las categorías del armado entre PRO, UCR y la CC. 

También el FR, donde la fórmula es Felipe Solá-Daniel Arroyo, también se construyó sobre un vacío. El que dejó Francisco De Narváez, cuya última respuesta a un postrer ofrecimiento de Sergio Massa para volver a subirse a las listas es significativa: lo aceptaba pero sin poner un peso más. Ahora, se tomó tres meses para decidir si sigue en la política o no.

Aunque parezca solo una colección de imposibilidades, ese armado también muestra la lógica de toda elección presidencial: en boletas con siete cuerpos, manda quien encabeza y, acaso, el candidato a intendente. Nunca hay cortes de boleta significativos por la mitad de una tira. 

Aunque no parece que, en ese esquema, las fórmulas bonaerenses estén en condiciones de agregar votos a sus respectivos candidatos presidenciales, se trata de la oferta de la que seguramente saldrá el binomio que gobernará el distrito más importante del país, clave para la marcha de cualquier gobierno nacional. 

La lectura de las listas legislativas, nacionales y provinciales, torna más sencillo, relativamente, adivinar qué sectores retendrán porciones importante de poder vía su presencia en el Congreso y en la Legislatura, casi independientemente de quién gane a nivel presidencial y de gobernador.

En el oficialismo, La Cámpora prima sobre los intendentes del Conurbano y en general sobre los sectores más "territoriales" del peronismo; en Cambiemos, el PRO se impuso de modo notable sobre el radicalismo, mientras que entre los renovadores, algunos intendentes y gremialistas quedaron como los beneficiarios principales de esos armados. Con ese dibujo, ahora cada cual arranca un camino diverso: el oficialismo se verá beneficiado por el "ruido" que causa una interna a gobernador que no hace más que amentar la visibilidad de sus candidatos, aunque en muchos casos saca "trapitos al sol" inconvenientes para sus intereses, como quedó en evidencia con la discusión sobre el ocultamiento de listas.

Para Cambiemos, tras un año de recorridas de Vidal, el desafío aún es, en parte, acrecentar su nivel de conocimiento (a lo que contribuirá el propio Mauricio Macri con una presencia continua en territorio bonaerense). Casi tan difícil como eso será asegurar la fiscalización en el Conurbano, algo que ese sector encara sin apoyos pero-nistas ni sindicales relevantes y para lo que el voluntariado luce insuficiente.

El massismo luchará contra la idea de que todo ya está más o menos definido en su contra, y también con el hecho de que si bien Solá es un candidato que indudablemente conoce como pocos la provincia, no puede reclamar novedad en este punto. También, porque corre con la desventaja de un esquema territorial que llegó bastante más "desvencijado" de lo que se preveía"

 

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