Con la esperanza de que el arrastre de dirigentes del interior no se traduzca en arrastre de votos y algunas encuestas que apuntalarían esa convicción, el Centro Cívico parece haber recalibrado su estrategia. El blindaje sobre los intendentes no se desatenderá, pero el foco estará puesto en la capital.

Allí el oficialismo trabaja manteniendo un puntilloso deslinde de competencias por el cual las estructuras territoriales, dominadas por el viguismo, se aplican a garantizar el voto duro, mientras que el llaryorismo, a cargo de la gestión municipal, multiplica sus esfuerzos para conquistar el voto del vecinalismo y traccionar la boleta del peronismo de córdoba en la clase media, a fuerza de aprobación de su gestión.

Ese juego coordinado, pero sin superposiciones, explican algunos avezados exegetas de cada movimiento de la gestión municipal, apuntaría a minimizar las fricciones que pudieren existir entre las partes y que resultarían harto más inoportunas si se dieran en medio de una campaña electoral importante para el oficialismo no sólo por las bancas en juego, sino también por las implicancias que el resultado pueda tener puertas adentros del partido, siendo el último test electoral previo al turno de la renovación.

Para abordar esa búsqueda del voto vecinalista no típicamente PJ la gestión municipal cuenta con múltiples herramientas.

Desde la Secretaría de Participación Ciudadana comandada por Juan Domingo Viola se despliegan distintos programas que interpelan al vecinalismo. La profundización de la descentralización municipal que impulsa el llaryorismo como continuador del proceso iniciado por Rubén Martí ofrece distintas aristas desde las cuales articular con el vecinalismo, desde las Juntas de Participación Vecinal y el Presupuesto Participativo hasta ayudas económicas puntuales a los Centros Vecinales que les permitieran seguir funcionando durante la pandemia, desde el Régimen de Autogestión hasta les “Mesas Operativas” -aún en fase de prueba- que ayudarían a direccionar el trabajo de los Centros Operativos implantados en las cercanías de los Centro de Participación Comunal.

Esos programas ofrecen a la gestión la posibilidad de trabajar, en la cotidianeidad, con el vecinalismo y ensayar, a partir de esa convivencia, un acercamiento político. Pero además hay otros gestos. A fines de la semana pasada el intendente promulgó la ordenanza que lo facultará a ceder en comodato por 99 años los inmuebles de propiedad municipal en los que cientos de Centros Vecinales tienen su cede, poniendo fin a un reclamo histórico del vecinalismo.

Como abanderados de ese operativo de seducción, además de Viola y el propio Llaryora, también aparecen Juan Manuel Rufeil, subsecretario de Participación Ciudadana, Adrián Brito, a cargo de la Dirección de Centros Vecinales, y Matías Pérez, a cargo de la Subdirección.

Se trata de un trabajo articulado también con la Tamse, presidida por Marcelo Rodio, que a partir de la ampliación de su objeto social ha empezado a participar de operativos de instalación de luminarias led, y la Secretaría de Gestión Ambiental, a cargo de Jorge Folloni, a cargo de la erradicación de micro basurales.

La apuesta del oficialismo para lograr un buen desempeño electoral en la capital descansa, en buena medida, en estos dirigentes, encomendados por el llaryorismo a salir a la caza del voto que el peronismo buscará por fuera del voto estructural al que se aplicará el viguismo.

Las expectativas del Centro Cívico de lograr un triunfo nominal en las PASO pone la vara alta, pero la promesa de conseguir un buen posicionamiento hacia el 2023 no deja de ser un gran incentivo para los cuadros municipales.

 

Por Felipe Osman