El mito

El mito
El folklore local tiene un capítulo denominado “Tandil es una ciudad peronista”. Lo han repetido hasta el cansancio y lo han tratado de justificar igual cantidad de veces sumando y restando votos.
Quienes sostienen esta hipótesis suelen sumar los votos de los partidos que llevan el sello del peronismo pero también de aquellos que presentan en su composición dirigentes del inabarcable arco peronista y contrastar el resultado con el obtenido por el ganador, sea este Julio José Zanatelli o Miguel Lunghi.

La premisa de difícil o imposible comprobación lleva otro mito asociado o derivado: siendo Tandil una ciudad peronista, el triunfo no es posible por la “falta de unidad” de las distintas agrupaciones que lo componen. Y, a su vez, a una tercera conclusión: si no hay unidad es porque no hay un dirigente capaz de lograrla.

Y así van pasando los candidatos. La unidad, el anillo del Nibelungo, siempre esquiva, se convierte en la gran prueba de iniciación que no supera ningún dirigente peronista y se convierte en una imbatible y rentable máquina de “picar” dirigentes y pasarlos a retiro sin darle tiempo siquiera a despedirse.

A esta altura, tal vez sea prudente -hasta incluso inteligente- empezar a cuestionar la hipótesis. Tal vez Tandil haya sido peronista (como alguna vez fue industrialista) y ya no lo es; tal vez nunca fue peronista salvo por circunstancias. Tal vez Tandil no es la misma ciudad de hace 50 años y no es, siquiera, la misma ciudad de hace 10 años.

Los resultados de ayer, empujan a algunos a desempolvar el mito: suman los votos del FpV, los del denarvaísmo y los del massismo y les “da” que el peronismo obtuvo casi el 55 por ciento de los votos contra el 40 por ciento de Lunghi. Y algún trasnochado hasta se atreverá a decir que el desafío será buscar el dirigente que aglutine esa voluntad latente.

Lo cierto es que la dialéctica “peronismo -radicalismo” ha quedado un poco estrecha para explicar el fenómeno local porque en el fondo lo que empieza a cristalizarse es una polarización distinta que excede los sellos partidarios. Y lo que emerge más claramente es un arco que va desde el conservadurismo más rancio a un progresismo sui generis; un electorado de formas conservadoras que se acomoda como puede a las ofertas que se asocian más a los candidatos que a las estructuras partidarias.

Los abultados votos Massa-Magnasco deben ser analizados a la luz de un escenario de fuertes características locales. Ayer, la ciudad, entre el apoyo a Lunghi y a Ersinger, se volcó en más de un 60 por ciento a una opción de centro derecha o conservadora.

La hipótesis que “Tandil es una ciudad conservadora” parece ser más adecuada que la que la asocia al peronismo. Ganó Bussi, ganó Zanatelli, hizo su mejor elección López Murphy, una de sus mejores Cavallo, Indalecio Oroquieta tuvo una alta imagen positiva de gestión y Lunghi ganó tres elecciones ejecutivas “alambrando” la ciudad para que la dinámica nacional no contamine su propuesta local.

El calificativo de “conservador” tampoco es sencillo de definir cuando se aplica al electorado local porque nada tendría que ver con la definición de “libro”. El conservadurismo local parecería más de forma que de fondo. Más fácil de definir a partir de un fuerte culto al “personalismo” que como ejemplo de un apego a una “ideología” conservadora tradicional.

El escenario es más fácil de interpretar para algunos sectores que para otros. El radicalismo perdiendo su dimensión de partido nacional se acomoda sin problemas al esquema de personalismo vecinal que cae bien en el electorado. El massismo emergente pero que debe demostrar todavía si tiene sustento o es apenas otro experimento de probeta como el de De Narváez no tendrá problemas en adaptarse desde su nacimiento. El papel más difícil lo tendrá el peronismo kirchnerista que no está dispuesto a cortar amarras con un modelo nacional ya consolidado y deberá generar la confianza local sin perder identidad nacional.

Casi sin dar respiro comenzó la carrera hacia 2015.

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