Carlos Alberto Moróz, Francisco Benítez y Andrea Natalia Aguirre forman parte del grupo Obesidad Misiones y contaron su experiencia, el trabajo mancomunado que realizan con las personas que padecen la enfermedad y están en tratamiento para mejorar su calidad de vida.
Misiones fue la primera provincia en el país en el año 2007 en aprobar la ley para el tratamiento de la obesidad cuando en el Senado, ese logro se dio dos años después. Pese a la inventiva, a seis años, aún no está reglamentada.
Pero este contratiempo no es impedimento para que la ayuda a las personas que padecen esta enfermedad llegue. Así desde el Grupo Obesidad Misiones se trabaja en forma gratuita asistiendo con un grupo de profesionales médicos liderado por el doctor José Marelli todos los martes a las 14 en el Hospital Escuela Dr. Ramón Madariaga de posadas. También se organizan encuentros en el SUM del IPS y en el Hospital de Villa Cabello. Si bien tanto en el Hospital Escuela como para los afiliados del IPS hay cobertura para el tratamiento el hecho de que aún no se reglamente la ley complica la situación, más con las obras sociales. Combatir la obesidad no es un tratamiento corto ni simple, requiere de una preparación previa, en muchos casos intervenciones quirúrgicas y el posterior seguimiento. La no reglamentación de la ley es una traba real a la hora de las coberturas a lo largo del tratamiento ya que si bien se logran excepciones, no es lo correcto.
Voluntad y coraje
Carlos Alberto Moróz tiene 42 años y llegó a pesar 207 kilos. Hace tres años decidió cambiar su vida y hoy pesa 97. Su lucha es hoy una de las tantas que se conoce en el Grupo Obesidad Misiones donde en los últimos tres años se han recibido cerca de 2 mil consultas sobre el tema.
“Hoy el 50 por ciento de la población tiene problemas de peso y de esa cifra casi el 25 por ciento tiene obesidad mórbida. En el grupo se trabaja sobre la reeducación alimentaria con la guía del doctor Marelli y Alicia Orfila”, explicó.
Sobre su experiencia contó que logró un peso ideal para la cirugía con el plan alimentario durante un año, para luego continuar el tratamiento y así poder mejorar su vida pasando de 207 a 97 kilos.
“El cambio de hábito depende de uno. Yo siempre digo que el ser humano valora mucho todo cuando lo pierde. Yo cambié por mis hijos. Falleció un amigo y verlo en el cajón, y a su hija desvanecerse en frente de su tumba, me llevó a pensar que estaba haciendo de mi vida”.
Respecto a su peso máximo explicó que la gordura es parte de un proceso que se da por años. “Yo era deportista y a los 24 años me fui empezando a dejar. Hoy hice muchos cambios porque no se trata solamente de bajar de peso sino que hasta la familia se tiene que volver a acomodar. El obeso ocupa un lugar en la familia y en la sociedad, cuando vos te movés de eso todo se desconfigura”.
Carlos tuvo diabetes, problemas de várices y úlceras en la pierna. Hoy su vida es otra y su experiencia la comparte con quienes hoy emprenden su propia lucha.
Perdimos muchos amigos, o quedaron los verdaderos
Francisco Benítez y Andrea Natalia son pareja y atravesaron juntos el proceso de cambio. El bajó 80 kilos desde abril del año pasado. Confesó que le costó todo, aún hoy a unos días de que se cumpla un año de su operación bariátrica. “Cambiar la cabeza cuesta y como todos a veces nos caemos, tropezamos. La operación no es magia, quizá un 20 por ciento y e resto el grupo más el apoyo de la familia. Todos nos tratamos de ayudar en lo que sea, recaídas hay siempre, pero con apoyo y fuerza de voluntad se puede”.
Andrea contó que cuando se conocieron, “los dos éramos gorditos y todo era una fiesta porque comenzamos a comer juntos. El tenía 150 kilos y yo llegué casi a 100. Un día me pesé y dije basta. Ahí el comenzó a ir al grupo y a traer los conocimientos y juntos lo hicimos”.
De su experiencia rescataron que aprendieron una nueva forma de vida e incluso también comprar los alimentos, a cuidarse de manera sana y también a derribar mitos. “Hoy leemos etiquetas vemos que alimento tiene menos grasa, eso te hace pensar. Nosotros tenemos un hijo y es la base de nuestra lucha. Uno piensa que la comida es un premio, por ejemplo vos te vas a la casa de tu mamá y te prepara unos ravioles como mimo, pero ahí estamos equivocados. Acá en Posadas así como hay vendedores de chipas por todas las esquinas por suerte también están apareciendo puestos de fruta, y es uno el que tiene la opción de optar”, dijeron.
Pero su cambio de vida también hizo mella en su vida social. “Muchos amigos se alejaron”, contó Natalia y agregó “el era siempre el que agasajaba, compraba la comida y la bebida hasta que un día dijo basta. Hoy tenemos a los verdaderos amigos al lado. A las personas que hoy tienen sobrepeso les diría que pidan ayuda que se puede. Si tuviéramos que pensar en la mejora en la calidad de vida no hay arrepentimientos, todo es mejor y se puede”.
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