Miles de niños y refugiados están en riesgo en Grecia

Miles de niños y refugiados están en riesgo en Grecia

La mayoría de los inmigrantes que malgastan su tiempo y esperanzas en el campamento de refugiados griego de Idomeni son mujeres y niños (22 y 40%, respectivamente), según coinciden las organizaciones humanitarias.

Enviada especial, Cecilia Guardatti

Sify está embarazada de 7 meses y descansa sentada delante de su carpa del campamento de refugiados griego de Idomeni, mientras vigila a sus dos pequeños que no paran de toser y juegan a su lado, muy cerca de una zanja. Escaparon del horror del Estado Islámico (EI) en Irak, pero Europa les cerró las puertas y los dejó aquí olvidados.

La mayoría de los refugiados e inmigrantes que malgastan su tiempo y esperanzas en este populoso campamento de la frontera entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) son mujeres y niños (22 y 40%, respectivamente), según coinciden las organizaciones humanitarias.

Al principio del éxodo, había más hombres que viajaban solos, pero en el último tiempo familias enteras y mujeres solas con sus hijos emprendieron el viaje hacia la "ruta de los Balcanes" con el objetivo de reunirse con sus maridos que ya se encuentran en Alemania o en algún otro país rico de Europa.

Pero con la ruta de los Balcanes cerrada a los refugiados desde principios del mes pasado, mujeres como Sify corren el riesgo de tener que parir en pleno campamento, como ya ocurrió con una joven siria hace apenas unos días, que terminó dando a luz a una niña en Idomeni.

"El embarazo en estas condiciones se está volviendo cada vez más duro y temo por la vida de mi hijo", afirma Sify a Télam. "Aquí no he visto a un doctor porque no puedo esperar durante dos horas en la cola", añade la joven de 25 años.

Sus dos hijos están enfermos: tienen fiebre, diarrea, tosen, pero tampoco han visto a los médicos, por el mismo motivo.

"Estamos teniendo muchos problemas médicos en niños, que tienen que ver con las malas condiciones en las que viven los refugiados", afirma Emmanuele Massart, coordinador en Idomeni de la organización médica internacional Médicos Sin Fronteras (MSF).

"Hay problemas gastrointestinales, porque no hay demasiados baños; la gente también se enferma por el frío en la noche, y también hay riesgos de enfermedades respiratorias", apunta.

Los refugiados queman madera, bolsas de plástico y ropa para mantenerse calientes, y el humo es tóxico, lo que hace temer por la salud especialmente de bebes y niños, que pueden terminar acarreando problemas crónicos.

Alaa tiene un bebé de dos meses que nació prematuro y sufre asma. "Tengo mucho miedo", asegura esta joven de 20 años procedente de la norteña ciudad siria de Alepo.

Basel tiene apenas 17 días y duerme en los brazos de su madre, la siria Maysa Elmohamed, que se encuentra sentada en unos cajones sobre las vías del tren, donde tienen su carpa, a escasos metros de los baños públicos que utilizan miles de los refugiados e inmigrantes aquí varados y que son un caldo de cultivo de enfermedades.

Pero ni Maysa, ni Alaa, ni Sify tienen pensado abandonar Idomeni porque creen que aún pueden aguantar un poco más.

"Nosotros vivimos el infierno causado por los yihadistas y logramos escapar", dice Sify, refiriéndose a su familia, procedente de Sinjar, una región del norte de Irak donde los yihadistas del EI masacraron a la minoría religiosa yazidí, a la que pertenece la joven y a cuyos miembros consideran infieles.

El ataque ocurrió el 3 de agosto de 2014. Ese día, los milicianos del EI asesinaron a miles de hombres, ancianos y niños y tomaron como esclavas sexuales a cientos de mujeres.

"Fue la última vez que vi a mi esposo", apunta Bushara, otra mujer yazidí que se encuentra aquí junto a sus cinco niños.

Casi dos años después, esta joven madre, que primero se escondió de los yihadistas, luego huyó a las montañas para salvar su vida y la de sus hijos, y finalmente tomó el camino del exilio, está agotada.

"No puedo más, no tengo dinero, estoy cansada, los niños están vomitando, lloran porque no puedo darles suficiente comida", afirma.

"Sé que las fronteras no abrirán, y a este punto prefiero volver a Irak, pero tampoco puedo, nadie me puede ayudar", se lamenta con lágrimas en los ojos.

Las mujeres solas, las embarazadas y los niños son quienes más sufren las penurias de este campo precario que se levanta en suelo europeo.Las mujeres solas, las embarazadas y los niños son quienes más sufren las penurias de este campo precario que se levanta en suelo europeo, y también los que mayor peligro corren.

"Están expuestos a mucho estrés, al tráfico de personas, la discriminación y al abuso sexual", advierte Angelina Lyrogianni, una de las coordinadoras de la ONG griega Arsis.

"También nos preocupan mucho los menores no acompañados -adolescentes de menos de 18 años- porque sufren todo tipo de abusos por parte de la policía y de las mafias", señala.

Rashed Ahmad tiene 17 años, es afgano y viaja solo. Partió junto con su familia pero la policía los detuvo a todos en la frontera con Irán. Él se escapó y siguió camino hacia Europa.

"Quiero ir hasta Alemania porque mi primo está allá", sostiene. Hace dos días cruzó la frontera greco-macedonia con un grupo de personas, pero 20 minutos después de haber superado la valla fue detenido.

"Estuve en la comisaría y me devolvieron, pero volveré a intentarlo", promete, sonriendo.

Que jóvenes como Rachid no corran peligro y que miles de niños que hoy habitan Idomeni mantengan una sonrisa es la principal tarea de personas como Angelina, que trabaja en la "Carpa Infantil" del campamento bajo el paraguas de la ONG Save The Children.

"Intentamos que los más pequeños jueguen, se diviertan, y también hacemos actividades educativas", explica.

"Pero las circunstancias evidentemente son muy complejas porque son niños que están cansados, sucios, que sufrieron mucho y ahora vuelven a sufrir violencia, en parte por negligencia", añade.

Lamentablemente, como sucede en estas tipo de situaciones, "con el tiempo los niños se ponen más agresivos", apunta. En el caso de los adolescentes, pueden terminar involucrados en redes de explotación y drogas.

Un cartel avisa a los padres que no pierdan de vista a sus hijos. Los niños están aquí durante el día y luego, cuando cae el sol, les ponemos alguna película.

"Intentamos mantenerlos a salvo, pero no duermen aquí", señala Lyrogianni. Sí lo hacen los jóvenes no acompañados, las embarazadas que están a punto de dar a luz, y las madres con bebés. Porque son quienes más necesitan un lugar de contención en el que refugiarse.

Comentá la nota