Pandemia en el palacio. Es difícil saber quién fue el agente que introdujo el SARS-CoV-2 (el causante de la enfermedad Covid-19) en tribunales… pero qué efectividad. En horas, se contagió el juez Néstor Conti, y posteriormente dio positivo Pablo Viñas. Aunque, en realidad, las circunstancias de cada caso son distintas.
Se sumaron al poco tiempo la fiscal Daniela Ledesma de la UFI de drogas, y el fiscal Berlingieri. Ante tamaño culerío covideano (sic), el Colegio de Magistrados anunció un convenio para que los funcionarios y magistrados puedan hacerse controles con un laboratorio privado. Hay enojo porque, aún con descuentos, el pago sale del bolsillo de cada uno, en tanto se conoce que el mismo laboratorio firmó con La Bancaria que se hace cargo del 100% del pago de cada control.
De radicales y porteños I. Quizá porque el comité provincial de la UCR está domiciliado en Capital Federal, es habitual que los porteños quieran jugar a ser referentes políticos del universo boina blanca de la provincia de Buenos Aires. Un apellido con prosapia como el del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, se une al voluble Martin Lousteau para disputar la presidencia del organismo. En una era de cambios que la nomenklatura de San Isidro no registra, el heredero del municipio elige a un diletante que pasó por todos los escenarios, sólo subido a su tremendo ego y a una fortuna personal que le permite jugar fuerte en los medios de CABA.
De radicales y porteños II. Melchor Posse fue intendente de San Isidro por primera vez en 1958. Retornó en 1974, y fue nuevamente electo en 1983. En cada interrupción institucional, se mantuvo activo como médico, tarea en la que se desempeñó hasta 1999. Su hijo, que no ha logrado tener ni su enjundia, ni su desarrollo político, enfrenta a la nueva estructura de la UCR de la provincia, que aspira a dejar atrás los años oscuros de Ricardo Alfonsín. La elección de Lousteau no parece un acierto, sino más bien un acto de desesperación.
Estallada Inspección General. Le está resultando complicado a Mariano Suasnabar mantener en silencio el impacto de la situación que se disparó con el Covid-19. Da para pensar que la municipalidad, que persigue gente, no puede ordenar a la propia tropa. Soledad Galeano, funcionaria de alto cargo, está contagiada. Candela Martínez, está aislada por contacto estrecho, pero se niega a hisoparse. No pueden armar ni un protocolo interno, y dicen que nos están cuidando. No hay protocolo, ni hay órdenes claras. Eso sí, se siguen dando panzada de horas extras.
Dormilón. El episodio que dejó a una embarazada varada en el piquete de acceso a la ciudad —que afortunadamente no terminó en nada grave—, lo causó una mala costumbre de un funcionario con competencia en las autorizaciones de ingreso, quien se olvidó de avisar que la pareja en cuestión ingresaría a la ciudad y, como no entiende muy bien qué es lo que está pasando, apaga el teléfono a partir de las diez de la noche. Obviamente, lo cubrieron con un espiche fascista de “aquí no entra nadie que no sea de la ciudad”. Así que, si alguien es de una localidad próxima, y necesita contención medica de nivel como hay en Mar del Plata, ya se sabe: a parir entre los yuyos. Y dicen que están para cuidarnos.
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