Latrocinio azul (o la historia de nunca acabar)

Latrocinio azul (o la historia de nunca acabar)

por José Luis Jacobo

En tanto se anuncia el desbaratamiento de una red de venta de droga que operaba a través de grupos de travestis, y se retoma el debate sobre la denominada «zona roja», es importante recordar cuándo, durante un interinato al frente de la fiscalía especializada en estupefacientes, el fiscal Rodolfo Moure se refirió a la misma como la «zona blanca».

Esa frase fue vertida por el funcionario judicial en una entrevista para la FM 99.9 de Mar del Plata, que luego puso en negro sobre blanco este medio. Todo sigue igual, con lo que surge un interrogante: si un fiscal del fuero, durante un interinato, es capaz de advertir lo obvio y de hacerlo evidente, ¿por qué nada cambia? Porque hay un negocio millonario detrás de la venta al menudeo de droga que está protegido en Mar del Plata.

Si no lo estuviera, ¿cómo es posible que se dé lugar a la algarada que se escuchó y publicó durante esta semana por la detención de travestis de nacionalidad peruana y del secuestro de droga lista para la venta? El parte policial sostiene: «La investigación que fue iniciada en el mes de enero tras haber sido detectada la venta de cocaína por detectives de Drogas Ilícitas corrió peligro cuando este último sábado un grupo de vecinos se manifestaron frente a la Jefatura Departamental reclamando que se traslade la zona roja a otro barrio de las afueras de la ciudad, provocando que se tuvieran que implementar nuevas estrategias para poder obtener el resultado conseguido anoche».

¡Mire usted, estos vecinos! ¿Cómo se les va a ocurrir protestar porque ven a los travestis en las esquinas, o frente a sus hogares, discutiendo, haciendo sus necesidades y vendiendo droga olímpicamente, sin que pase nada? El parte elaborado por los funcionarios de drogas peligrosas, llanamente, les falta el respeto. Asegurar que «los vecinos manifestando pusieron en riesgo la investigación» es tomarnos a todos de idiotas. No es, como creen alegremente colegas y funcionarios judiciales, que esto es la consecuencia de la falta de oportunidades. Es un negocio de miles, cientos de miles de millones en venta de drogas. No es un error social que en su mayoría los travestis sean de nacionalidad peruana: hay un esquema por debajo de la mesa, que llena muchos bolsillos.

El caso que se exhibió como paradigmático es el de un travesti peruano conocido como «Afrika». Lo extraño, es el articulado de los textos oficiales, cito: «se detuvo a 5 mujeres trans una de las cuales fue condenada a 6 años de prisión en 2020». Las personas citadas como mujeres son: «ARCE  RICARDO PASCUAL (LUNA) (32);  RAMOS DE OLIVERA RAMON ELIAS (VIOLETA) (21), YAURI ÑOPO (S.R) SANDRA». Los propios textos oficiales son de locos. Una extraña convivencia entre modos progresistas y un lenguaje histérico, que cita a hombres como mujeres.

El citado Gilbert Guerra Tuanama, conocido como «Afrika», tendría que haber sido deportado. Condenado a 6 años de prisión, estaba en la calle haciendo la suya. Ergo, vendiendo droga, autopercibido mujer.

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